Mirando la discusión a nivel nacional en torno a las tres causales, nos damos cuenta cómo se está en un diálogo de sordos, primando en la opinión pública las posiciones extremas y fundamentalistas pro y contra aborto. Además, se pretende insinuar que la población está dividida o polarizada en estas dos tendencias, desconociendo que realmente la gente está en su mayoría en contra del aborto per se, pero comprende y acepta que un aborto inducido puede ser médica, moral y éticamente justificado en determinadas circunstancias.

El problema no puede verse en blanco y negro, sino que hay una diversidad de tonalidades grises que es necesario estudiar y analizar para llegar a conclusiones y poder hacer las recomendaciones objetivas en el ámbito de los derechos de las personas, la salud pública, los componentes sociales y culturales y, por qué no, hasta religiosos.

El pensar que el embrión tiene una prioridad absoluta sobre las decisiones personales de las mujeres, ignorando sus derechos y sus circunstancias, entendemos es equivocado. Por otro lado, pretender que el derecho de las mujeres a decidir por sí mismas, ya sea en interrumpir o continuar el embarazo haciendo caso omiso de cualquier valor del embrión, es también errado.

Los “pro-vida” hacen referencia solo al derecho de la existencia del feto sin tomar en cuenta el dilema de las mujeres, las circunstancias, calidad de vida, sus hijos o el futuro del propio bebé; posiciones extremas contrarias, en ocasiones, ignoran lo propio del embrión.

El drama del aborto, libro de los doctores Aníbal Faúndes y José Barcelatto, es una verdadera aproximación al conocimiento de la problemática, con una identificación de los diferentes factores que inciden en la misma, la revisión de las posiciones encontradas, y una invitación a buscar el verdadero consenso para eliminar, cuando no mitigar esta grave situación de salud pública y social.

El estudio exhaustivo del por qué una mujer decide en un momento determinado interrumpir el embarazo, incluyendo su condición socioeconómica, individual y familiar, es paso indispensable para llegar a conclusiones más cerca de la realidad. Expresan los autores:

“Una planificación familiar y acceso a métodos anticonceptivos es necesaria pero no suficiente. Otras iniciativas sociales son importantes para reducir la cantidad de mujeres que encuentran en el aborto la única salida. Fomentar y desarrollar equilibrio de poder entre los géneros, educación sexual para adolescentes de ambos sexos, la protección social de la mujer en vulnerabilidad; y, desde luego, la acción de la justicia en caso de violación y toda actividad reñida con la ley.”

Agregan “es imposible escuchar sus historias sin llegar a la conclusión de que lejos de ser criminales son víctimas del modo de organización de la sociedad, y es una injusticia social su penalización”. Su gran pecado es ser pobres, porque las pudientes pagan sus procedimientos en condiciones limpias y seguras, sin temor a enfrentar la justicia aun en los países donde es ilegal el aborto”.    

Mientras, persisten en el país debates estériles, donde se expresan una serie de egos hipertrofiados, que solo abordan el tema de acuerdo con intereses particulares, mediado en ocasiones por algún tipo de ideología que distorsiona la discusión. Se debe prohijar la tolerancia al pensamiento contrario a lo que creemos, poner sobre la mesa todo el conocimiento en base a la investigación científica médica, los derechos humanos en general y particularmente los de la mujer, su impacto familiar y social, el componente económico y el valor del embrión.

Es importante echar a un lado la hipocresía de los diferentes sectores envueltos en la discusión. En no pocas ocasiones mantienen doble discurso, una cosa es en lo público y otra en lo privado. Y esto es aplicable a políticos, religiosos, entre otros. También, se debe ser responsable en sus posiciones, pues el estar trasladando la toma de decisiones a otros actores, aludiendo a que hay separación de poderes es una forma de “escurrir el bulto” y un acto de irresponsabilidad y falta a la palabra empeñada por conveniencia particular.