Con el doctor Roberto Lafontaine he compartido amistad, militancia y dirigencia política durante muchos años, compartiendo ideas y respetando las diferencias ocasionales de criterios y posiciones al argumentar sobre ideología, academia o religión. Roberto es una persona de grandes atributos éticos, capaz de vivir los valores que predica en forma asidua, es médico de profesión, especializado en ortopedia y yo educador, dedicado a la gestión académica, a la docencia y a la investigación. En el día a día, Roberto y quien escribe estos párrafos andamos en jornadas diferentes, pero coincidiendo en las problemáticas éticas del bien vivir. Por esa razón, al leer sus artículos, cada vez más nos cohesionamos en propósitos.
En esta ocasión quiero destacar sus acertadas opiniones acerca de las tres causales del aborto, publicadas en un diario escrito y de circulación nacional y sobre las que he decidido trabajar para los tres primeros miércoles del año 2021 en la columna “hupia”, la que publico cada semana.
El distinguido profesional nos dice que, “en los últimos meses los propulsores locales de la estrategia de controlar la natalidad para reducir el tamaño de la población han variado la línea argumental, claro está, han percibido las sólidas raíces que en la cultura popular tiene la afirmación de la vida. Bajo el estribillo “no estoy de acuerdo con el aborto si con las causales” pretenden encubrir el propósito implícito, iniciar la libre realización del aborto en República Dominicana”.
Y continúa afirmando “… La malformación congénita incompatible con la vida del producto, como justificación de intervención científicamente es débil, pues, el organismo expulsa el producto espontáneamente, experiencia vivida por más del 60% de las mujeres, y nadie conoce de un niño anencefálico que haya sobrevivido pocas horas luego del nacimiento.
Interrumpir el embarazo producto de una violación o de incesto como tema de reconocimiento de derechos es irónico e inaceptable, porque las causas del mismo se dan en medio de la negación de las condiciones mínimas para garantizar los derechos a la salud sexual y reproductiva de la mujer, y, para colmo, a estas mismas condiciones vuelven luego de la intervención. Por demás, es una transgresión ética, el otórgale a un ser humano el poder de decidir sobre la existencia de otro para restablecer la dignidad perdida.
En cuanto a la tercera causal, no tiene asidero científico per se, pues no hay un obstetra que contradiga que las causas que pudieran poner en peligro la existencia de la madre o del hijo o de ambos se expresan en el último trimestre del embarazo, y que la intervención médica es obligatoria por el principio mismo del ético ejercicio de la solemne profesión.
La corriente de interés que apuesta al aborto como derecho y/o estrategia de control poblacional no toma en cuenta que el acto médico es una relación en la esfera íntima dada cuando una persona requiere recuperar la salud perdida o preservar la misma. Y, mucho menos, que es un derecho humano fundamental consustancial a la dignidad de la persona.
Para que esto se cumpla, toda intervención médica tiene que estar justificada en la preservación de las facultades del cuerpo humano para el ejercicio de los derechos de las personas a procurar plena satisfacción de sus necesidades. Por lo que, en el embarazo, como proceso fisiológico, para que se dé la intervención del médico debe existir evidencia de situaciones de riesgos a la salud y/o la vida de la madre, el hijo o de ambos inherente al propio proceso”.
Como dirigentes políticos, el doctor Roberto Lafontaine y yo hemos combatido desde la trinchera política partidaria, las intenciones de sectores interesados en la despenalización del aborto y lo hemos hechos, desde antes de la estrategia desarrollada a través de las tres causales. Enfrentamos al gobierno del PRD del 2000 al 2004, hicimos lo mismo con el gobierno del periodo 2008 y en el 2010, en donde se intentó colocar en la Constitución dicha despenalización y logramos colocar el artículo 37, aliándonos desde la Secretaria de Cultos del Partido de la Liberación Dominicana con las iglesias, dando espaldarazos éticos desde las lides de la dirección política partidaria aliados con los defensores de la idea de que "El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte".