Tú me preguntas cómo fue el acoso aquel que obtuve.

Pones el ojo a hojear en la estación de mi memoria.”

Patricio Manns

Ya estaba escribiendo mi artículo de esta semana cuando en una revisión de la prensa me topé con el testimonio de Elsa Peña Nadal y su motivación me hizo imperativo recordar el “11” de cada uno de nosotros. Quedó entonces pendiente en la pantalla “El $in$entido (democrático) de un pacto”. Habrá tiempo y oportunidad para reflexionar sobre eso, sobre el tigueraje ilustrado, sobre el desprecio a la inteligencia y, por qué no decirlo, sobre el uso ¿equivocado? de conceptos, incluso cuando se reconoce  que grandes conceptualizadores no gozan de buena salud y aumenta nuestro deseo de que lo pasen igual quienes intentan confundir manipulando descaradamente los hechos históricos. Habrá tiempo también para probar que en esta media isla las elites no han tenido nunca desconfianza en el sistema sino que, por el contrario, han gozado del sistema.  Para ellas –las elites- mayo de 1961 fue un funeral de oficio, el continuismo no fue a su pesar, fue su deseo y hasta hoy se revuelcan queriendo darle un $entido diferente a prácticas de tiempos peores donde lo único nuevo es el soborno como actor político principal.

Pero retornemos al “11” que nos devuelve Elsa Peña con esa necesaria revisión que hace recordando lo que era Chile antes de aquel fatídico septiembre. Sus recuerdos son perfectamente similares a los de quienes asistíamos por ese tiempo a alguna universidad chilena. Entre ser estudiante del “Pedagógico” de la Universidad de Chile o serlo de la Universidad de Concepción no hay más distancia que los 500 kms. que los separaban y con la inmerecida fama de ser “buenos p´la piedra”. Lo que en realidad había ocurrido era que “la universidad se había pintado de obrero y campesino…” (“Estableceremos el derecho a becas en la enseñanza básica, media y universitaria de todos los buenos alumnos, en consideración al rendimiento y a los recursos económicos de sus familias.”)

Elsa Peña recuerda el discurso del presidente Allende hablando para la historia.  Muy pocos chilenos lo escucharon ese día pero luego llegó hasta nosotros gracias a las emisoras internacionales.

El Chile de Elsa Peña Nadal, el que se nos fue para siempre ese 11 de septiembre, nos resulta incluso difícil de describir y recordar. Algunas medidas tomadas por el gobierno que terminó ese día hoy podrían ser calificadas despectivamente de “populistas”: “medio litro de leche para cada niño”, dígame usted si eso no será populista especialmente para quienes nunca tuvieron esa carencia. La “matrícula completamente gratuita, libros, cuadernos y útiles escolares sin costo, para todos los niños de la enseñanza básica”, “desayuno a todos los alumnos de la enseñanza básica y almuerzo a aquellos cuyos padres no se lo puedan proporcionar”, y los libros buenos y baratos de la Editorial Quimantú que disfrutó Elsa en su exilio chileno. Y sobre todo, recordémoslo hoy, una democracia vivida hasta el extremo, donde la prensa opositora diariamente, sin ningún tipo de censura, caricaturizaba el presidente llamándolo “bigote blanco”. Recordemos también que la oposición nunca logró resultados electorales que le permitieran un cambio de gobierno mediante los mecanismos institucionales. Acerca de quiénes, cuándo y cómo planearon el “11” hay suficiente evidencia en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y ninguna de éstas apuntan a un desempeño negativo del gobierno, puesto que el golpe de Estado se decidió antes de que Allende asumiera la presidencia.

Fíjense ustedes que entre las decisiones del Gobierno de Allende, anunciadas en sus “40 medidas” también estaban: “Limitaremos los altos sueldos de los funcionarios de confianza. Terminaremos con la acumulación de cargos y sueldos (Consejerías, Directorios, Representaciones). Terminaremos con los gestores administrativos y traficantes políticos.” Y hay más: “Todo funcionario pertenecerá al escalafón común y ninguno estará al margen de las obligaciones del Estatuto Administrativo. En Chile no habrá más ASESORES.”

La actualidad del “11” de Elsa Peña Nadal, tiene sin duda la carga del tiempo, pero no importa: cada mañana en el parque Mirador le doy los buenos días al padre de un dominicano asesinado en Chile por las bestias del “11”.  No creo que él lo sepa, pero me ayuda a recordar ese Chile y ese “11” que, junto con Elsa, no podemos ni queremos olvidar.