Como principio esencial de la teoría del Estado, destaca la soberanía, que según Stefan A. Kaiser, se refiere a el derecho legal inalienable, exclusivo y supremo de todo Estado, de ejercer poder dentro del área de su poder. Es decir, que un Estado, como persona moral, debe tener el derecho y la autoridad para actuar. Sin soberanía el Estado no tendría los fundamentos legales necesarios para ejercer sus poderes. Y es que a esto aludía Jean Bodin en el siglo XVI, estableciendo que aquella da facultad a los Estados de ejercer su autoridad por encima de cualquier otro, en su territorio y sobre su población. Es así, que en tal virtud, no puede ningún Estado, ejercer soberanía en el territorio de otro.
Los Estados son los sujetos de las Relaciones Internacionales, por lo tanto, estas rigen los vínculos y correlaciones entre aquellos, muy independientemente de los Organismos Internacionales, fundaciones, ONGs, etc. De manera que estas últimas no deben imponernos la agenda migratoria ni fiscalizar nuestras leyes y normativas en ese sentido.
Anualmente llegan a nuestro país, miles de dominicanos deportados, y no sólo por cometer delitos y crímenes en los países de donde vienen, sino que son expatriados en un gran porcentaje, por encontrarse ilegalmente allí. Es derecho que le asiste a estos países siempre que no se viole los derechos humanos y la dignidad de los afectados, sin embargo, a nuestras autoridades les tiembla el pulso para aplicar nuestras leyes migratorias y deportar aquellos inmigrantes que todo el mundo sabe que no cuentan con los documentos que los acredite para permanecer en la República Dominicana.
Nadie ignora que la gran invasión de nacionales haitianos de la que es objeto la República Dominicana en la actualidad, ha llegado a niveles insostenibles, y que ya han ido desplazando a miles de dominicanos de los puestos de trabajo en casi todas las actividades económicas en el sector privado y el estatal. Incluso, luego que el Gobierno Dominicano anunciara el Plan de Regularización de Extranjeros, una gran oleada de haitianos comenzaron a cruzar la frontera desde Haití con la finalidad de ser incluidos en este, pues es sabido que el Gobierno no va tomar ninguna medida de repatriación, pues este ha cedido a presiones de Organismos Internacionales para que se permita la entrada y no se deporte a ningún haitiano desde este país. Lamentablemente es una gran muestra de debilidad en cuanto a la defensa de la Soberanía Nacional.
Entendemos que las relaciones entre los dos Estados que comparten la isla debe ser apegada al Derecho Internacional, y específicamente en lo referente a los principios de amistad y cooperación; y yendo más lejos, abogamos por que nuestra relación con el vecino se apegue por nuestra parte como país, a la solidaridad, por ser aquel más necesitado de la misma. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos flaquear ante las presiones internacionales que persiguen que no ejerzamos la soberanía y el derecho de aplicar nuestras normas migratorias, dejando de lado los primordiales fundamentos de la igualdad de los Estados, su integridad territorial y su independencia política.
Concluimos esta entrega, llamando a que la Comunidad Internacional entienda de una vez por todas, que la ayuda que necesita el sufrido pueblo haitiano no puede ser sobre la base de ver nuestro territorio como la solución a los problemas ancestrales de la Patria de Dessalines, y que ambos países, a los que el destino nos ha puesto tan cercanos, nos apeguemos al Derecho Internacional para llevar una vecindad solidaria y abierta a la ayuda, en la medida de lo posible.
En los siguientes versos deseamos un futuro esperanzador para ambas naciones:
DOS PATRIAS, DOS DESTINOS.
(A Haití)
Vernáculo pueblo
del continente corazón,
que en acto nefando
nos hicieran los galos
vecinos obligados.
Tú, de ingénito sufrir
y azaroso discurrir,
de místico atavismo
hacia la deidad,
antagónica de Dios
y su aseidad.
Has sido ignito paladín
ante los poderosos
que te han hecho
acerico de su maldad;
yo también tengo
historia que contar…
Mi suelo ha sido botín
en descarnada embestida
de la hispanidad,
cual coribantes de Cibeles
en orgiástica aventura
por mis fueros conquistar.
He padecido redundancia
de estupro de francos y yanquis,
aún sufro el sempiterno lucro
de las entrañas de mi tierra
horadando las entretelas
de mi ser patrio.
Y contra tu embate artero
y reiterado me he atrincherado,
y he guerreado,
y mi franquicia he conservado,
y tu solar nunca he violado,
y mis héroes son venerados.
Pero tu incesante desgracia
será siempre mi desdicha,
por eso mi afán por tu causa
nunca será doloso
demando un futuro venturoso,
dos patrias, dos destinos.