Todos los países, sean grandes o pequeños, fuertes o débiles,

deben gozar de igualdad de derechos en las relaciones

internacionales. Su soberanía y su integridad territorial

deben ser respetadas, nunca violadas.

Zhou Enlai

 

Definitivamente, a los dominicanos se nos podría tildar de descuidados, olvidadizos, indiferentes, y hasta desidiosos con respecto a la situación migratoria que vivimos con nuestro vecino del Oeste. Particularmente, me decanto por afirmar que los dominicanos, mas bien somos bondadosos, solidarios, caritativos, o humanitarios; y que, en gran mayoría nos condolemos de las condiciones paupérrimas en que viven la mayoría de los nacionales haitianos. Lo que no debe cabernos jamás en nuestro entendimiento es que nuestro pueblo sea desleal a los sagrados ideales patrios que nos legara el insigne patricio Juan Pablo Duarte, y al ejemplo de nuestros héroes independentistas y restauradores.

Viene a cuento esta breve disquisición ante la escalada sin precedentes de la invasión de nacionales haitianos a nuestro territorio sin ningún tipo de control por parte de las autoridades llamadas a ello, y que por el contrario la percepción generalizada es que estas facilitan la entrada y establecimiento en suelo dominicano de cientos de miles de haitianos, produciéndose una creciente y escalonada inserción en nuestra cotidianidad, cultura e identidad.

Y cabe preguntarse… ¿acaso desconocemos que estos hechos se inscriben dentro de los planes históricos que han tenido los haitianos de hacerse con nuestro territorio llegando masivamente con su mano de obra barata y sus mujeres parturientas; ante los fracasos de sus incursiones armadas?

No es secreto para nadie que las relaciones entre los dos Estados medio-insulares han estado marcadas por la pugna y el enfrentamiento diplomático (desde el fracaso de los intentos armados haitianos), luego del trascendental hecho ominoso del sometimiento por 22 años, que produjera que los dominicanos nos hayamos independizado precisamente del vecino del que hoy somos su primer socorredor.

Tampoco se ignora que los sectores económicos dominicanos han sido un factor estimulante de la inmigración haitiana desmesurada mediante el influjo de la mano de obra barata, lo que la ha transformado en una columna de la economía. Sin embargo, la clase obrera dominicana se ha visto seriamente afectada pues gran cantidad de trabajadores han sido desplazados de los puestos de trabajo, en franca violación al código Laboral de la República Dominicana que establece en su Artículo 135, la normativa que regula la contratación de mano de obra extranjera y que dispone los porcentajes a contratar en un 80 – 20.

De esta situación se desprende que en los estratos políticos y económicos haitianos propugnen por incentivar la emigración de sus connacionales de estratos más bajos al lado Este de la Isla, perfilándole esto como la panacea, con lo que resuelven la situación de millones de haitianos y a la vez cumplen con una de las fases principales del plan de unidad insular, precedido por la deficiencia planificada en el registro civil, pues, sólo 7 millones de personas están registradas allí, de unos 10 millones de habitantes, sin contar los dos millones que se encuentran en República Dominicana de manera ilegal. Incluso los candidatos a la presidencia de Haití, así como aspirantes a otros cargos utilizan como parte más importante de sus ofrecimientos de campaña, llevar a cabo acciones para la eliminación de la frontera terrestre y permitir el libre tránsito. No es invento, sus ofrecimientos y afirmaciones los recoge la prensa local como internacional.

El año de 1919 fue el del inicio del cruce masivo de haitianos a trabajar como braceros en los ingenios dominicanos y aunque los diferendos limítrofes fueron resueltos mediante tratados internacionales, evitando que se desataran enfrentamientos armados, las relaciones entre ambas naciones siempre estuvieron enmarcadas por la desconfianza y el recelo. Pero esto comienza de manera paulatina desde la Ocupación Norteamericana en 1915, cuando los norteamericanos promovían y estimulaban el envío de braceros haitianos a   Cuba y Santo Domingo, para que se aprovechara la mano de obra barata, lo que constituía una fuente de lucro y un alivio a la depauperada masa de trabajadores que no encontraban sustento en Haití. Esto constituye una manera de exportar seres humanos a otros lugares.

Los planes para convertir la isla en una e indivisible no los pueden borrar de la historia aquellos que tratan de presentar a quienes sostenemos estos pareceres como alarmistas, racistas y hasta patrioteros. ¿Pueden negar que recientemente el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, afirmó en una entrevista que le hicieran en la Cadena CNN, que en una isla no puede haber dos naciones?

Los buenos dominicanos estamos atentos al discurrir de nuestras relaciones con Haití. En la actualidad se advierte que el Gobierno ha sido temeroso en imponer nuestras leyes y ha cedido a presiones internacionales dando de lado a ejercer nuestra soberanía. Haití es un pueblo que necesita de la ayuda de toda la Comunidad Internacional, la República Dominicana ha excedido las expectativas en ayudas al pueblo haitiano todas la veces que ha necesitado, pero como país pequeño, no puede sola con toda la carga que representa la inmigración haitiana.

Seguirá….