El pacto Molotov – Ribbentrop de Alemania y Rusia lo violó Hitler con la Operación Barbaroja que sorprendió a Stalin, quien después planteó un “segundo frente” para que Rusia no combatiera sola a Hitler.

Con ese fin, se concibió la Operación Overlord para invadir a Francia y se ubicaron en el sur de Inglaterra 2,876,000 combatientes de los cuales 176,000 integraron la mayor invasión anfibia y aerotransportada de la historia, programada para junio 5, 1944, “Día D” y en que participarían 1,250 aviones bombarderos, de caza y de transporte; 7,000 embarcaciones, incluyendo buques de guerra, barcos de transporte y apoyo marítimo, y barcazas de desembarco.

Esa epopeya militar estuvo al borde del fracaso por el mal tiempo. Los aviones requerían cielo despejado y sin turbulencia .Las embarcaciones demandaban marea baja, sin grandes olas. En junio 5 ocurrió todo lo contrario: Lluvia huracanada, vientos tempestuosos, visibilidad casi nula y mar borrascoso. El General Dwight D. Eisenhower “Ike”, Comandante Jefe Supremo de la Fuerza Expedicionaria tenía ante sí la disyuntiva de invadir bajo la peor tormenta en muchos años, que habría provocado un fracaso total, o esperar el día 18 cuando podría haber condiciones atmosféricas aceptables. Sin embargo, varios meteorólogos pronosticaron que al día siguiente un frente de alta presión mejoraría el clima.

Eisenhower sabía que estaba en juego el destino de la humanidad y aceptó correr un riesgo calculado. Para no desperdiciar el irrepetible “factor sorpresa” decidió invadir el día 6 y entregó a todos los combatientes esta “Orden del Día”: “¡Soldados, marineros y aviadores de la Fuerza Expedicionaria! .Ustedes se van a embarcar en la “Gran Cruzada” para la cual nos hemos preparado muchos meses. Los ojos del mundo los contemplan. Las esperanzas y oraciones de las gentes amantes de la libertad de todo el mundo marchan junto a ustedes. Acompañados de nuestros bravos aliados y de hermanos en armas en otros Frentes, ustedes lograrán la destrucción de la maquinaria de guerra de Alemania, la eliminación de la tiranía Nazi sobre los pueblos oprimidos de Europa y propiciarán seguridad para todos nosotros en un mundo libre”.

“Nuestras patrias nos han provisto de una abrumadora superioridad en armamentos de guerra y municiones y han puesto a nuestra disposición grandes reservas de hombres entrenados para la guerra… Tengo plena confianza en su coraje, devoción del deber y habilidad en la batalla. No aceptaremos nada que no sea la Victoria total”.

El desembarco fue exitoso, pero trágicamente sangriento en la playa Omaha, de altos acantilados. Allí el coronel George Taylor comunicó: “Dos tipos de hombres van a quedar en esta playa, los muertos y los que van a morir”.

A dos horas del inicio del desembarco Eisenhower envió un cable al jefe militar en Washington, George Marshall, que luego gestó el plan de recuperación de Europa que lleva su nombre: “La hora local es ahora 8 de la mañana. Todavía no tengo información concerniente a desembarcos reales ni de nuestro progreso a través de obstáculos en las playas” … “Todos los reportes preliminares son satisfactorios. Las formaciones de transporte aéreo de tropas aparentemente aterrizaron en buen orden con pérdidas de 30 aviones de un total de 1,250 participantes” …. “Ayer visité las tropas británicas al embarcarse y en la noche vi una gran porción de una división aérea de Estados Unidos justo antes de su despegue. El entusiasmo, tenacidad y obvia preparación de cada uno de ellos era alto y la luz de la batalla estaba en sus ojos”.

Además Eisenhower escribió el manuscrito de un valiente tercer mensaje que él divulgaría ante un fracaso: “Nuestros desembarcos en el área Cherburg-Havre han fallado en ganar una satisfactoria cabeza de playa y he decidido retirar las tropas. Mi decisión de atacar en ese tiempo y lugar estuvo basada en la mejor información disponible. Las tropas, la aviación y la marina hicieron todo lo que la bravura y la devoción al deber pudieran hacer. Si alguna culpa o fallo ha ocurrido en este intento es solo mío”.

Vistas en retrospectiva esas líneas le confieren a Eisenhower la estatura de gigante ciclópeo, en contraste con dirigentes liliputienses contemporáneos que no asumen responsabilidad ni culpa alguna por los desastres causados por sus erróneas decisiones sino que, cobardemente, les imputan a los demás ser los causantes de los fracasos provocados por ellos mismos.