Hace unos días, mi primita de 18 años me mandaba un mensaje en el que me comunicaba su frustración, cuando en un video de Tik Tok, una chica joven expresaba su dolor con llanto, por los rechazos laborales que recibía a causa de su pelo rizado y sus tatuajes. Mi prima me decía que le daba “pique” que su mejor amigo no entendía por qué había que llorar por eso, y por más que le explicaba que la chica estaba siendo discriminada meramente por su aspecto físico, él no lograba identificarse. Recordé mis propias frustraciones a su edad, que a razón del sistema establecido, eran muchas y constantes y que veinte años después, continúan ahí. En días pasados, de hecho, proclamaba por esta vía a los cuatro vientos que tras las decisiones del Congreso relacionadas al tema de las causales, y más recientemente las votaciones que afectan los derechos humanos de la comunidad LGBTQ+, nuestro país va pa’trás como el cangrejo. Dos personas escribieron comentarios de agradecimiento por publicar lo que ellos obviamente también piensan, pero un tercer lector estableció claramente que yo lo que soy es una “egocéntrica y resentida”. Además, añadió indignado, no debí haber escrito “marrrrrrdito país”, porque "eso se ve muy feo en una dama”. Y yo, me reí a carcajadas, feliz de haber encontrado el título de mi columna de hoy.
Digamos que sí, soy ambas. Resentida, porque me da mucha rabia que la mentalidad machista y arcaica dominicana goce aún de total hegemonía, y egocéntrica, porque vivo sola y estoy felizmente soltera y sin hijos, por decisión propia, vale aclarar, porque si lo que me espera como una mujer que cumpla con los requisitos de la sociedad es alguien que en pleno siglo 21 me diga cómo hablar y qué decir para sonar como toda una dama, entonces yo, honestamente, voy más que bien por el carril en que ando.
Pero también tengo mucho sentido del humor. Este insulto me causó gracia, a la vez que me hizo pensar en comentarios que me han enviado personas, directa o indirectamente relacionadas, para hacerme alguna “sugerencia” sobre mi forma de escribir. Que sea más graciosa, que sea más trascendental, que sea más concisa… todos con un elemento en común: son personas del sexo masculino. Esto hace que llegue a mi mente el término en inglés “mansplaining”, utilizado en el argot moderno para describir la acción en que un hombre “explica” asuntos a las mujeres que asumen no entendemos. No existe un vocablo en español para traducirlo, tal vez porque en nuestra cultura todavía nos falta tanto camino por andar.
Uy, ¿pero qué digo? Si esto probablemente enfatiza mi parte resentida. Mejor intento ser más simpática y cordial.
Mentiría si digo que no me afectan las críticas, pero tengo claro que no se crece sin ellas, y esta columna es abierta, por tanto cualquier persona está en su derecho de llamarme como guste, igual que yo estoy en mi derecho de escribir al respecto. Ahora bien, contactarme personalmente para ofrecerme consejos que no he pedido… esos son otros menesteres.
Perdón, me he perdido en mis pensamientos de mujer rabiosa. “Cuidado, que muerde” imagino dirán algunos. Cuidado, puede que sí. Aunque la verdad, a estas alturas pocas cosas me inmutan sobre estos temas. Eso es lo bonito de los años y la madurez si se quiere, el hecho de que paulatinamente comienzas a ser más consciente de quién eres y de qué quieres decir. En mi caso, expresar las cosas según las vivo y las veo, sin que nada ni nadie me dicte cómo hacerlo…como los hombres, pues.