Siempre he sostenido la idea de que visitar otro país es equivalente a realizar una carrera universitaria por el nivel de conocimientos que se adquiere al momento de entrar en contacto con otra cultura; y voy más lejos aún: debería otorgarse un pergamino de reconocimiento por visitar ese país siempre que no sea en condición de ilegal.

Pero es posible que esa sea mi visión como intelectual y hacedor de opinión porque la realidad, en sentido estrictamente sociológico, es que viajar, para muchas personas, es sinónimo de estatus sobretodo cuando se pertenece a un país en vía de desarrollo como el nuestro.

Lo primero es la imagen que se hacen los demás de la persona que viaja. Persiste la idea de que en otros países, principalmente en Estados Unidos, el dinero pulula hasta en las hojas de los árboles, por consiguiente se crea la percepción de que todo el que viaja tiene dinero cuando la realidad es otra.

Así las cosas se observa que cuando alguien viene de fuera las peticiones no rondan en relación a qué tenga un buen viaje o que Dios le traiga con bien, sino a qué número de calzado usa, el size de la ropa, revelado en la expresión “yo calzo diez” o “mi size es médium”.

Quien está aquí no tiene ni la remota idea de lo que significa vivir y trabajar en otro país y más si es en condición de inmigrante. Es un esfuerzo y sacrificio sobrehumano. Trabajar entre ocho y dieciséis horas, levantarse a las cuatro de la mañana y acostarse a las once o a las doce. Preparar algo de almuerzo para salir corriendo antes de que le deje el tren, es una vida sumamente caótica y difícil con breves momentos de alegría o descanso.

Pero también pienso que las personas que viajan de alguna manera contribuyen a que los demás se formen la imagen de que tienen dinero y me atrevería a creer que hasta les gusta fomentar esa imagen.

Creo que si en vez de la ostentación los que viajan decidieran crear conciencia en sus familias de que no son los reyes magos y se olvidaran de querer resolver los problemas de todo el mundo que, por lo general los han tenido siempre, quizás hubiese otra percepción del que viaja y les iría mejor.