En estos días impresionantes repletos de incertidumbres, conmueve y alienta leer un breve documento, lleno de humanismo y sabiduría, que ha publicado la psicóloga italiana Francesca Morelli. Su pertinente contenido permite comprender las estrechas relaciones humanas y sociales que diariamente interactúan entre en lo local y lo global, y que se hacen más evidentes cada vez que ocurre un fenómeno planetario. El caso del coronavirus, además de amenazar a la salud humana, también ha provocado una advertencia a pensar cómo el sistema capitalista neoliberal (denominado “salvaje” en algunas encíclicas) nos deshumaniza y nos degrada psico-socio-ecológicamente… y también desenmascara y desafía a la globalización perversa que lo ha difundido indiscriminadamente.
Leonardo Boff nos ha enseñado a pensar no solo en la Patria de nuestro ser social sino también en la Matria que nos refiere a la tierra del nacimiento y del sentimiento. A nivel global, la Patria/Matria común es todo el planeta donde vivimos: la Pacha Mama, la Gran Madre o Gaia: el único super-organismo vivo capaz de contener, alojar y mantener a toda la naturaleza en interrelación con la sociedad humana. Por eso, Boff y el papa Francisco hablan de que para tratar a nuestra “Casa Común” con el mayor cuidado, debemos practicar “la economía de lo suficiente, con justicia social y justicia ambiental”.
Boff va más lejos y hace una advertencia al constatar la aceleradísima forma de agresión con que estamos degradándonos a nosotros mismos y a la Gran Madre. Dice Boff que Gaia es paciente y bondadosa, y que, viéndonos con misericordia, es capaz de soportar nuestras agresiones … pero hasta un tiempo. Puede llegar un día en que la misma Gran Madre empiece a darnos señales para que recapacitemos y busquemos antiguas y nuevas fórmulas de relacionamiento que conlleven a prácticas de convivencia y reciprocidad, esto es, a formas de convivialidad.
Y aquí viene lo más importante del mensaje de Boff, lo que todavía no queremos caer en la cuenta: “Si no reaccionamos a esos avisos, entonces la Gran Madre puede decidir expulsar a los humanos para dar paso a otra especie (¿otra humanidad?) con la esperanza de que los nuevos hijos puedan cuidarla y así seguir produciendo lo mejor que ella hace: crear Vida en abundancia”.
Las crisis planetarias que se han venido presentando nos reclaman que volvamos a ser humanos verdaderos, local y globalmente solidarios. Si no practicamos la reciprocidad para la convivialidad entre todos, el cosmos se encargará de seguir recordándonos -probablemente con avisos más definitivos- que la justicia socioambiental es el único camino para que la humanidad, y quizás hasta el planeta, puedan salvarse.
Leamos ahora, con calma y espíritu constructivo, algunos párrafos adaptados con traducción libre de la reflexión que Francesca Morinelli hace desde Italia:
“Creo que el cosmos tiene su forma de reequilibrar las cosas y sus leyes cuando están al revés, El momento en que vivimos, lleno de anomalías y paradojas, nos hace pensar … En una época en que el cambio climático causado por los desastres ambientales ha alcanzado niveles preocupantes, el coronavirus ha obligado a muchos países a auto-bloquearse. La economía colapsa, pero la contaminación cae considerablemente. El aire mejora…
“En un momento histórico en el que ciertas ideologías y políticas discriminatorias, con fuertes referencias a un pasado insignificante, se están reactivando en todo el mundo, llega un virus que nos hace experimentar que, en un momento, podemos convertirnos en los discriminados, los segregados, aquellos atrapados en la frontera, los que portan enfermedades. Incluso si no tenemos la culpa. Incluso si somos blancos, occidentales y viajamos en clase ejecutiva.
“En una sociedad basada en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día, sin reparar en feriados, y sin saber exactamente para qué, llega en un momento cualquiera el llamado obligado a detenernos súbitamente. Paras en casa, días y días, para lidiar con un tiempo que le habíamos perdido su valor porque no lo medíamos en compensación humana, sino en dinero. ¿Todavía sabemos qué hacer con él?
“En una fase en la que el crecimiento de sus hijos se delega necesariamente a otras figuras e instituciones, el virus cierra las escuelas y los obliga a encontrar soluciones alternativas, para unir a las madres y los padres con sus hijos. Nos obliga a reconstruir la familia.
“En una dimensión en la que las relaciones, la comunicación y la sociabilidad se juegan principalmente en el "no espacio" de lo virtual, de la red social que da la ilusión de proximidad, el virus impide encontrar la verdadera cercanía, y nos muestra lo real: que nadie se toque, sin besos, sin abrazos, a distancia, en el frío del no contacto. ¿Cuántos habíamos dado por sentado los gestos de verdadera cercanía y su significado?
“En una fase social en la que pensar solo en el propio jardín de uno se ha convertido en la regla, el virus nos envía un mensaje claro: la única salida es la reciprocidad, el sentido de pertenencia, la comunidad, el sentimiento de ser parte de algo más. La responsabilidad compartida, la sensación de que tu destino depende no solo del tuyo sino de todos los que te rodean. Y que dependes de ellos.
“Entonces, nos preguntamos qué podemos aprender de esto. Creo que todos tenemos mucho en qué pensar y comprometernos. Porque con el cosmos y sus leyes, obviamente, estamos muy endeudados. El virus nos lo está demostrando a un alto precio".
En nuestro país dominicano estamos en una situación distinta a la de Italia y deseamos vehementemente que el coronavirus no nos afecte a esos niveles. Como quiera, es tiempo de mucha alerta, prevención y control, lo que trae una preocupación continua por los efectos previstos en las áreas de salud, economía y otras. Todo este contexto de incertidumbres presentes y futuras también podría motivar una seria reflexión acerca de nuestro destino humano y planetario, el cual solo podría ser mejor si empezamos a construir colectivamente alternativas más justas y perdurables a nivel local y global.