Desde el principio de la humanidad el hombre ha estado expuesto a factores de riesgo presentes en el ambiente en que le ha tocado desarrollar sus actividades cotidianas. Durante mucho tiempo esos factores que afectan la salud de las personas no fueron atendidos ni controlados debido al desconocimiento de que provocaran daño a la salud.
Hoy las cosas son diferentes, y la salud ocupacional atiende cualquier factor o circunstancia que incida en la salud del trabajador y, consecuentemente, en la salud en general de la empresa y su productividad.
Uno de esos factores de riesgo lo constituye el ruido, que puede generarse en determinadas manifestaciones de la naturaleza y, de manera artificial desde que el propio hombre comenzó a modificar la madre natura para su propio provecho.
Pero resulta, que con la llegada de la Revolución Industrial (desde mediados del siglo XVIII), y más adelante con la Primera (1914-1918) y la Segunda Guerra mundiales (1939-1945), se produce un boom el desarrollo de tecnologías de producción con maquinarias que resultaban en fábricas ruidosas (textileras, industrias metalmecánicas, armerías, industria automovilística, etc.). Las ciudades de las principales potencias asistieron así a una generación hasta ese momento desconocida de altos niveles de contaminación sonora provocando daños irreversibles a la salud de los trabajadores y trabajadoras de esos centros fabriles.
Es precisamente al ruido presente en el ámbito laboral y que constituye el factor causal de la hipoacusia o soldera ocupacional de los trabajadores y trabajadoras expuestos al que nos referiremos en lo adelante.
Se define el ruido, como: todo sonido indeseable o desagradable que puede causar daño a la salud.
En este orden, la Hipoacusia Ocupacional se define como la alteración de la audición de uno o ambos oídos, parcial o completa, permanente y acumulativa, que surge como resultado de la exposición a niveles peligrosos de ruido laboral.
La hipoacusia ocupacional se origina con la exposición a ruidos por encima de los 85 dB por tiempo prolongado y en personas con oídos sensibles.
Pero el ruido no sólo afecta la audición, sino que también tiene efectos sobre otros sistemas, aparatos y órganos del cuerpo humano.
Es de importancia capital la evaluación médica, tanto en la etapa de preempleo como de manera periódica, que incluya una audiometría a los trabajadores y trabajadoras expuestos a ruido, recomendándose el cambio de puesto a los afectados
Entre otros efectos, el ruido en determinados niveles puede causar: estrés, ansiedad, fatiga crónica, alteración de la concentración y la atención e insomnio, afectando seriamente la capacidad productiva del trabajador, y por ende de toda una empresa.
Niveles de ruidos por encima de los máximos admisibles pueden inducir a cometer errores; disminuir la productividad y poner en riesgo de accidentes de trabajo. Pero también, afectan el buen desempeño de labores que requieren movimientos finos de precisión; la percepción de de los colores (principalmente el rojo), el campo visual y la visión nocturna.
Con niveles por encima de 85 dB, el ruido puede afectar el aparato cardiovascular lo que se manifiesta con aumento de la presión arterial; aumento de la frecuencia del ritmo cardíaco y del electrocardiograma.
Vistos y estudiados los daños o lesiones que potencialmente hace el ruido sobre la salud de los trabajadores y las trabajadoras en ambientes laborales peligrosos, es que la Medicina Ocupacional comenzó a prestar atención a los controles sobre este riesgo laboral, haciendo énfasis en las acciones preventivas.
Antes de poner en ejecución los controles para la disminución o eliminación del ruido y el carácter multidisciplinario de la Salud Ocupacional, es preciso realizar las mediciones de los niveles de ruido en el ambiente de trabajo de que se trate. No obstante, los aspectos y especificaciones técnicas de los equipos y procedimientos para realizar dichas mediciones no los incluiremos.
El Sonómetro y el Dosímetro son los instrumentos utilizados para medir los niveles de ruido en tiempo y espacio de exposición que generalmente es de 8 horas.
Las mediciones deben hacerse en la fuente, pero más importante es la que se hace examinando los oídos de los trabajadores y trabajadoras que reciben los efectos de la contaminación sonora.
Cuando se determine que los niveles de ruidos exceden los límites máximos admisibles, deberán tomarse las acciones correspondientes para proteger la salud de los individuos expuestos.
Entre las acciones a tomar se deben priorizar aquellas que se aplican sobre la fuente del ruido que van desde el cambio de piezas y partes, hermetización y aislamiento o cambio de maquinaria y tecnología.
Si los niveles de ruidos no se reducen con las acciones arriba señaladas o porque la naturaleza del trabajo no permite hacerlo, entonces pasamos a la recomendación del uso por parte de los trabajadores trabajadoras expuestos de los Equipos de Protección Personal. Sobre estos podemos mencionar: los tapones auditivos; las orejeras y los cascos.
Finalmente, es de importancia capital la evaluación médica, tanto en la etapa de preempleo como de manera periódica, que incluya una audiometría a los trabajadores y trabajadoras expuestos a ruido, recomendándose el cambio de puesto a los afectados.
Aunque no es materia de la medicina ocupacional, lo normal es que tanto las reglas internas de los centros de trabajo como las leyes de los países deben dejar claro qué hacer en caso de que se produzcan contradicciones entre empleadores y empleados, respecto a un ambiente de trabajo con exceso de ruido, que no sea debidamente corregido.
El empresario o patrono que no corrija a tiempo un problema de ruido excesivo en su empresa, por no invertir lo necesario, a la larga pagará un costo mucho más alto en productividad, en la pérdida de sus mejores trabajadores y, en algunos casos, enfrentando demandas judiciales.
El ejercicio del médico ocupacional, en este como otros temas, debe estar dirigido a llevar salud a las empresas (trabajadores-empleadores) "adaptando el trabajo al hombre y cada hombre a su trabajo".