El término efebofilia es una palabra griega que se ha usado hace apenas un siglo y medio para hablar de la atracción sexual de un adulto (varón o hembra) hacia un adolescente (varón o hembra). El término proviene de “efebos” que literalmente se traduce como “adolescente” y solía usarse en el mundo griego para referirse a aquel varón que, por su belleza, adquiere rasgos femeninos que resultaban atractivos para el hombre adulto.
La categoría adolescente corresponde a una etapa del desarrollo psicobiológico del ser humano. Regularmente se trata la adolescencia entre los 12 y 17 años por lo que cualquier similitud entre la efebofilia y la pedofilia está descartada bien porque se reconozca la capacidad del habla en el adolescente, que no se reconoce en los niños (por lo que no pueden consentir en la relación) o bien porque hay cuestiones legales que limitan la relación sexual adulto-adolescente por lo fijado por ley como límite para el consentimiento admisible jurídicamente. Como una herencia de las culturas patriarcales, que se han manejado de modo ambiguo al respecto, la efebofilia no se trata todavía como una enfermedad mental y sí como una condición más o menos aceptada dependiendo de las culturas y los patrones de conductas sociales que se establecen sobre la condición biológica de ser hembra.
Es innegable que la hembra desarrolla su cuerpo a más temprana edad que el varón. La sobrevivencia de la especie lo determina de este modo. En las culturas antiguas la hembra se restringía a la función de depósito y conservación de la vida, quien daba la vida era el varón (regularmente el más fuerte, lo que permitía garantizar una prole saludable). Al constituirnos en sociedad cada vez más complejas, la cultura ha modelado nuevas formas de ser y ha construido instituciones para regular lo que antaño se vivía de modo espontáneo.
La cultura nos ha humanizado y como seres humanos no somos simplemente relaciones biológicas entre los sexos, sino que construimos culturalmente un modo de vivencia en el que volvemos significativa y, por tanto, más humana la experiencia biológica a la que estamos conminados. La sexualidad es el constructo culturalmente significativo para la vivencia del sexo y en las culturas, esta vivencia está reglada, normativizada. El matrimonio es la institución social que ha hecho el mejor esfuerzo de control sobre el sexo. A pesar de sus fracasos y su transformación en las relaciones de pareja sigue siendo una apuesta por la humanización del sexo.
En nuestra cultura dominicana, patriarcalmente religiosa, hemos heredado la efebofilia. Somos una cultura efebofílica. Tres hechos lo confirman: la cantidad de obras musicales que alientan la relación entre adolescentes y adultos, la permanencia del ideal de la primera experiencia sexual en esta etapa y, por último, el gran número de adolescentes embarazadas por adultos.
¿Constituye la efebofilia un modelo mental? Tengo mis reservas para identificar, sin más, entre modelos mentales y patrones de conductas culturales. A pesar de poseer rasgos en común, creo que los modelos mentales tienen un principio generador de reglas que no poseen los patrones de conductas heredados. Es evidente que hay modelos mentales que pueden ser heredados, pero esta herencia es generadora de patrones a seguir. En este sentido, la efebofilia no es un modelo mental, sino un patrón de conducta heredado por la cultura patriarcal en la que vivimos y nos hacemos personas.
La efebofilia es aprendida del medio sociocultural en el que se desenvuelve el sujeto. Corresponde a un patrón de conductas que se estima como posible para determinados miembros del conglomerado social, en este caso, es bien vista la relación entre el varón-adulto con la hembra-adolescente. Lo contrario es imperdonable para uno y otro sexo, a menos que no se den ganancias sustanciales (y no necesariamente económicas) para el varón.
La adquisición o generación de nuevos modelos mentales contribuye a la erradicación del patrón de conducta o la condición que hemos llamado efebofilia. La literatura universal es una cantera de recursos para la experiencia imaginativa sobre las consecuencias prácticas, tanto para la persona como para la sociedad, de la efebofilia. La mundialmente famosa Lolita de Vladimir Nabocov muestra las consecuencias trágicas de este tipo de relación amorosa.