’Get this guy in the office down there' le respondió el presidente Lyndon B. Johnson al segundo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Raymond Cline, luego de que este le recomendara, durante una reunión de ambos en la Casa Blanca, a Joaquín Balaguer para presidente de la República Dominicana con miras a las elecciones del 1º de junio de 1966. O sea, Johnson le ordenaba a sus subalternos poner a Balaguer en el cargo (literalmente: Pongan a ese tipo en el cargo allá).[i] La importancia de Ray Cline (1918-1996) en la historia de la CIA se refleja en su obituario publicado por The New York Times, en el que recuerda que este estuvo “barba con barba” con Fidel Castro en una conferencia de historiadores en La Habana. Dice NYT: “Treinta años después, el Sr. Cline, quien se dejó la barba un tanto rebelde más tarde en su vida, se puso los pelos de los bigotes con Fidel Castro en una conferencia de historiadores en La Habana y bromeó con el líder cubano sobre los torpes esfuerzos de la CIA para asesinarlo en los años 60”, esfuerzos en los cuales Cline debió haber tenido parte dada su posición en la jerarquía de la CIA durante aquellos años.[ii]
Bernardo Vega se ha ocupado de documentar la puesta en práctica de esta orden de Johnson.[iii]
El mandato de Johnson era apenas un eslabón del nuevo “pacto de dominación” que se articulaba bajo la hegemonía estadounidense y que ha permanecido vigente, con ligeras variantes, durante los últimos 49 años. Este pacto, que es el acuerdo implícito entre los diversos integrantes del “Bloque dominante” para compartir el poder, tiene un ejecutivo bajo la formalidad de presidente de la República, el “ejecutivo del pacto de dominación” que, en el caso de Balaguer, recibió una amplia autonomía para el ejercicio de sus funciones, autonomía a un grado que no ha disfrutado ninguno de sus sucesores.
Hagamos como los judíos quienes, para mantener viva la memoria del Holocausto, lo que les da cohesión a su etnia dispersa por el mundo, lo único que hacen es repetirla continuamente generación tras generación. Repasemos abril de 1965, el segundo acontecimiento más importante en la historia del pueblo dominicano, que se desvanece en la memoria a medida que se acaban las generaciones que lo vivieron y grandes contingentes de las nuevas generaciones se hallan atrapadas por la “cultura light” y otras formas de desinteresar a las mentes de la juventud del devenir social que la rodea.
Descabezada la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961, mediante un operativo orquestado por sectores descontentos de la elite trujillista respaldados por el gobierno de los Estados Unidos, se abrió en el país un periodo de transición debido a que no hubo “rendición de cuentas” y los remanentes del régimen tiránico permanecieron casi intactos. Se produjo lo que el historiador Roberto Cassá denomina una “crisis de hegemonía”.[iv] Crisis caracterizada por inestabilidad económica y política permanente y la incapacidad de los sectores dirigentes de instaurar un proyecto político estable en el largo plazo. Duró de 1961 a 1966.
La crisis de transición alcanzó su desenlace el 24 de abril de 1965 cuando estalló un movimiento cívico-militar que en pocas horas depuso al gobierno de facto que encabezaba Donald Reid Cabral. Originalmente este movimiento solo pretendía el retorno al orden institucional y restaurar las legítimas autoridades electas el 20 de diciembre 1962 y que habían sido derrocadas el 25 de septiembre de 1963. Sin embargo, los acontecimientos se desbordaron desembocando en una rebelión de las clases subalternas urbanas que, si bien nunca llegó a cuestionar el orden vigente, sumió en un serio trance al establecimiento social dominicano.
Durante los primeros días las fuerzas populares, integradas por combatientes civiles y militares que poco a poco se fueron unificando bajo el incipiente alto mando militar constitucionalista, rechazaron sucesivos ataques combinados de la aviación, la artillería naval apostada en la rada frente al Malecón y columnas de infantería respaldadas por blindados. De hecho, antes de una semana ya se aprestaban a desatar un asalto final sobre el poderoso Complejo de San Isidro, cuartel general y último baluarte leal a la junta militar ultraderechista.[v]
Ante la rápida propagación de la revuelta y el inminente colapso de las instituciones armadas del país, el presidente de EEUU decide lanzar una intervención militar directa. Las operaciones para este propósito se iniciaron, en base a planes previos, con un impresionante despliegue de poderío aéreo y naval sobre Santo Domingo que comenzó apenas tres días después del 24 y culminó en un aplastante desembarco de unidades anfibias y aerotransportadas. Apoyado en su abrumadora superioridad militar, EEUU logró en pocas semanas la paralización y virtual derrota de las fuerzas populares, que combatían bajo la jefatura del presidente coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Sin embargo, al no poder aplicar una derrota militar total[vi] los EEUU optaron por una salida negociada que dio paso a un gobierno de transición. Recuerdo los aviones volando sobre el centro de la capital anunciando por altoparlantes los términos del acuerdo llamado Acto Institucional que contemplaba, entre otros aspectos, la celebración de elecciones. De hecho, estas tuvieron lugar el 1º de junio de 1966. Ya la selección de Joaquín Balaguer estaba hecha.
La dirigencia estadounidense había evaluado acertadamente, desde la perspectiva de los intereses imperiales, dos elementos que gravitaban de manera determinante sobre la coyuntura dominicana:
- Las previsibles repercusiones a corto plazo del “movimiento de abril” sobre la conciencia colectiva de la población, habida cuenta de que esta acababa de demoler por sus propios medios e iniciativa la aureola de invencibilidad que durante a largos años rodeó a las “fuerzas del sistema”
- La “debilidad corporativa” de la clase dominante local, agravada por la incoherencia programática demostrada a lo largo de los cuatro años de transición tras la muerte del déspota, además de la ausencia de un liderazgo unificador en su seno. Esta debilidad fue herencia, sin duda, de los 31 años de régimen despótico.
La próxima semana trataré sobre la articulación del nuevo proyecto político y la trayectoria del mismo desde Joaquín Balaguer hasta Danilo Medina, tomando en cuenta el desempeño de estos políticos como “ejecutivos del pacto de dominación”
[i] Edward S. Herman y Frank Brodhead, Demonstration Elections: U.S -Staged Elections in the Dominican Republic, Vietnam and El Salvador. Boston: South End Press, 1984, p. 46. También citado, entre otros, por Jan Knippers Black: The Dominican Republic politics and development in an unsovereign state. Allen & Unwin lnc., Boston, 1986, p. 176
[ii] http://www.nytimes.com/1996/03/16/us/ray-s-cline-chief-cia-analyst-is-dead-at-77.html
[iii] Cómo los americanos ayudaron a colocar a Balaguer en el poder en 1966. Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 2004, 321 páginas
[iv] Roberto Cassá; Los doce años contrarrevolución y desarrollismo, tomo I, 2ª ed., Editora Búho, Santo Domingo, 1991, página 11-17
[v] Formada a instancia de los asesores del MAAG e integrada por los coroneles Enrique Apolinar Casado Saladín (ejército), Olgo Manuel Santana Carrasco (Marina) y Pedro Bartolomé Benoit (Fuerza Aérea).
[vi] Roberto Cassá explica los factores que condujeron a que los estadounidenses abandonaran a los militares ultraderechistas y buscaran un acuerdo con el PRD y los constitucionalistas. Roberto Cassá: Modos de producción, clases sociales y luchas políticas. Punto y Aparte editores, Santo Domingo, 1984, páginas 181-183