Parecería absurdo que la primera potencia económica mundial pudiera cerrar la administración federal y caer en cesación de pagos por diferencias políticas, pero donde quiera se cuecen habas dice el refranero popular. Estados Unidos con todo su poderío económico-militar es víctima de los mismos males que afectan a países menos desarrollados: La clase política prefiere anteponer los intereses particulares a los intereses de la nación.
Cientos de miles de empleados públicos se vieron afectados por el cierre del gobierno federal, junto a los comercios y turismo que suelen desplazarse a los parques nacionales, zoológicos, monumentos y museos. La razón era la falta de aprobación del presupuesto de gastos de parte de la mayoría republicana de la cámara de representantes, quienes se oponían a la reforma sanitaria impulsada por el presidente Barack Obama.
Pero no solo el cierre del gobierno estaba sobre el tapete, la suspensión de pagos se asomaba a pasos agigantados con un panorama nunca antes visto en la historia de Estados Unidos. Ni los analistas más pesimistas se acercarían a predecir las funestas consecuencias que podría haber traído la suspensión de pagos y el efecto dominó contra el crédito, consumo, empleo y confianza. En una sola palabra: Catástrofe.
El miércoles 16 de octubre a horas de producirse la peor crisis que el mundo haya experimentado, la razón prevalió y ambos partidos dejaron a un lado sus diferencias, logrando un acuerdo para otorgar otro balón de oxigeno a la economía norteamericana, ampliando la extensión de los presupuestos federales hasta enero y el límite de la deuda hasta febrero; pero esto no es más que posponer la incertidumbre para principios de año, como ya ocurrió en el verano de 2011 y a finales del 2012.
Esta crisis política interna ha dejado al descubierto la ligereza e insensatez con que los políticos de la primera locomotora mundial tratan temas decisivos no solo de su propia economía como es el caso del cierre administrativo, sino también temas que podrían afectar al resto del mundo como pudo haber sido que EEUU cayera por primera vez en suspensión de pagos.
La ingobernabilidad es una realidad en Estados Unidos y la capacidad de sus políticos está entredicha. No es posible que el resto de las naciones dependan de un país que está en una zozobra política cada mes. Su liderazgo internacional se ha mermado por las continuas metidas de pata de su clase dirigencial, ¿Acaso estaremos ante el ocaso del poderío norteamericano?