Algo que no puede decirse del actual proceso comicial estadounidense es que sea aburrido o que sean tranquilas sus aguas. Por lo menos la reacción ante los debates televisados revela un alto grado de atención de parte del electorado que va navegando de debate en debate. En el mundo de la política hay quienes creen todavía lo que afirman y prometen los candidatos; por eso, al escuchar todas esas afirmaciones y promesas eso puede despertar atención. El resultado final de los comicios depende por lo general de las recaudaciones de campaña y de la habilidad del candidato y su equipo. Otros factores intervienen, tales como el carisma del aspirante, los errores que comete durante la campaña, los acontecimientos y noticias de las últimas horas, el mayor o menor deseo por parte de los votantes de cambiar de partido en el poder. Esta lista es demasiado larga y puede resultar tan aburrida como muchos de los discursos de campaña y las intervenciones de los candidatos en los debates.
Sin embargo, la aparición de Donald Trump ha cambiado la dinámica de la campaña. Su estilo, que desafía todo lo convencional, y la ventaja de que disfruta, quizás es resultado de ser famoso mucho antes de este proceso; sin que ello se deba a la política. Además, sus enormes recursos económicos lo han convertido en el político del momento, solo comparable a la insumergible exsenadora, exprimera dama, ex Secretaria de Estado Hillary Clinton. Ella se dio un tremendo banquete al enfrentar el interrogatorio realizado en la Cámara de Representantes por unos adversarios tan mediocres que lo único que consiguieron, increíblemente, fue aumentar las posibilidades electorales de su más temida adversaria.
Un candidato que compite con Trump por el primer lugar en las encuestas entre republicanos es un piadoso neurocirujano afiliado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el doctor Ben Carson. Este a veces con voz apacible comparte ideas inspiradoras, pero en otras ocasiones las ideas son bastante ajenas a la realidad de nuestro tiempo. Él atrae a personas que anhelan un presidente de gran religiosidad y que haya estado aún más alejado de la política tradicional que el mismo Donald Trump. En este gigantesco fenómeno político, económico y social llamado Estados Unidos de América, la condición de político profesional ya no es tan respetable como en los días de Woodrow Wilson y Herbert Hoover.
En el último debate republicano, el ex gobernador de la Florida Jeb Bush, hijo y hermano de expresidentes, se desempeñó de una forma que muchos en la prensa consideraron más que lamentable. Su contienda con su exdiscípulo en las lides políticas, el senador por la Florida Marco Rubio, atrajo mayor atención que cualquier otra cosa y esas diferencias van aproximándose a una guerra declarada. Durante este intercambio Rubio supo defenderse de las acusaciones de no cumplir con sus responsabilidades de senador.
Empero, el principal triunfador del debate, según la mayoría de los expertos, fue el senador por Texas Ted Cruz quien enfrentó a los panelistas de la prensa, con bastante razón por cierto, por la poca calidad y mala intención de las preguntas formuladas por estos. Cruz es uno de los candidatos que ha logrado acumular más fondos de campaña y posee el más impresionante currículo en materia de formación académica de todos los contendientes. Tiene a su favor que su padre, nacido en Cuba como los de Rubio, es un prominente predicador pentecostal con mucho arraigo en el sector evangélico más conservador. El senador, sin embargo, pertenece a una iglesia tradicional norteamericana, la de los Bautistas del Sur.
El factor religioso sigue siendo importante en la política norteamericana. Por ejemplo, Trump se proclamó Presbiteriano y afirmó que no sabía nada acerca de los Adventistas del Séptimo Día. Debo aclarar a mis lectores que tengo un enorme respeto por los adventistas, entre los cuales se encuentran algunos de los mejores estudiantes que he tenido en mi larga carrera profesoral. Pues bien, Trump no atacó realmente a Carson o a su denominación, sino que mencionó su ignorancia del tema para que los protestantes y católicos recordaran que Carson, aunque evangélico, pertenece a un grupo algo diferente a los evangélicos que prevalecen en el Partido Republicano de Iowa, estado en el cual ningún republicano gana primarias sin un fuerte apoyo evangélico. En el pasado, el ex senador católico Rick Santorum logró triunfar en las primarias republicanas de Iowa porque su estilo de discurso y de campaña resultaba muy agradable en temas morales a los evangélicos. En general los católicos y los protestantes tradicionales no tienen relación con ese tipo de movilización electoral, al menos en Iowa.
Y si contemplamos otros muchos factores encontramos un proceso electoral complicado. Con el descenso del ex gobernador Bush en las encuestas, gran parte de los billonarios que le apoyaban empiezan a inclinarse hacia Rubio, quien se perfila como el aparente favorito del momento del establishment republicano y del influyente lobby judío. Pero ahí no termina la historia. Cruz pudiera heredar la mayoría de los votos de Trump y de Carson si estos dos candidatos no llegan al final, es decir, si el establishment logra su propósito de reducirles las fuerzas.
En otras palabras, no es este el momento todavía para hacer pronósticos, pues todos los días surgirán nuevos nombres para desafiar, sobre todo para Trump y en menor escala para Carson. Pero estos dos nuevos políticos parecen, al menos por el momento, estar a prueba de ataques. Es más, cada vez que hacen una declaración polémica y poco común, por extraña que estas parezcan, no sólo sobreviven, sino que florecen. Así están las cosas en el nuevo ambiente político norteamericano.
Mientras todo eso sucede y van desapareciendo los candidatos menores, la exprimera dama Hilary Clinton, navega con mayor tranquilidad en las procelosas aguas del proceso político estadounidense, pero en dirección a un final todavía impredecible.