Se comenta con frecuencia que Estados Unidos se está convirtiendo en un país demasiado diferente. Algo parecido sucede en otras geografías por cambios generacionales o en la demografía, así como por factores políticos, sociales y económicos. Independientemente de diferentes posiciones adoptadas acerca de la reforma de las leyes de inmigración, pueden distinguirse datos que anuncian una transformación de Norteamérica que muchos no están dispuestos a aceptar.
La demografía es sólo un factor, pero de suma importancia. A éste se suman una secularización progresiva de buena parte de la población, actitudes diferentes acerca de las ideologías, los partidos políticos, la igualdad de la mujer, el matrimonio, las normas de conducta, las relaciones entre las razas, el estilo de vida en general, así como la actitud hacia el papel de EE.UU., en el gran escenario internacional, pero en el futuro del país el tema inmigratorio es fundamental.
En algunos sectores favorables a los indocumentados se alega que si continúan las deportaciones masivas y no se resuelve la situación de aquellos que han residido y trabajado en Norteamérica por un largo período, el país quedaría sin personal de servicios y sin trabajadores agrícolas y de las grandes y pequeñas industrias. También se argumenta que la presencia de inmigrantes repercute a favor de los ingresos de comercios e industrias y de una mayor recaudación de impuestos, lo cual ayudaría a mantener en buena forma el Seguro Social y el Medicare con una población nativa que envejece. Eso no es todo.
Un estudio publicado por “Facts & Trends”, revista con amplia circulación, señala que la Iglesia americana, con sus múltiples confesiones cristianas, está cambiando su rostro y será difícil precisar cómo estará integrada en un país donde la religión todavía influye en la vida nacional. El concepto de iglesias de “anglos”, “hispanos” y “negros” experimenta un proceso de transición. La demografía se impone y obliga a las congregaciones y parroquias a diversificarse.
Lo anterior no afecta tanto a las iglesias específicamente hispanas, mucho menos a las de afrodescendientes, pero confesiones y congregaciones locales tradicionalmente controladas por el grupo mayoritario dejarían de estarlo. La palabra “anglo” ha llegado a utilizarse para identificar descendientes de anglosajones, germanos, escandinavos, irlandeses, italianos, polacos, centroeuropeos, judíos y todos los de raza blanca menos los hispanos, considerados en EE.UU., como “de color” aunque sus antepasados sean españoles. El liderazgo protestante y la jerarquía católica siguen en manos de “anglos”, con algunas excepciones, pero tal fenómeno no escapará a las nuevas tendencias. Y es difícil ser indiferente ante la proximidad de un “cambio de rostro.”
El artículo de “Facts & Trends” llama a la integración, pero reconoce otros factores. Ese “cambio de rostro” indica que bastiones de control “anglo” están transformándose. Quizás más de la tercera parte de los católicos estadounidenses son de origen hispano y entre los protestantes aumenta el porcentaje. Ya el 22% de los hispanos pertenecen a alguna confesión protestante o evangélica y su crecimiento es formidable. Denominaciones consideradas tradicionalmente como de “anglos” cuentan cada día con más hispanos en los bancos de sus templos y capillas.
Confrontados con el crecimiento del número de quienes abandonan la religión organizada para identificarse como “no afiliados”, algo que sucede también entre los hispanos, líderes católicos y protestantes insisten en su apoyo a la reforma inmigratoria. A pesar de que infinidad de hispanos se han ido secularizando, en algunos estados la mayoría de los que se integran como nuevos miembros activos a las congregaciones y parroquias son inmigrantes hispanos recién llegados y muchos hispanounidenses de habla inglesa.
“Anglos” y afrodescendientes, sumados, contituían la casi totalidad de la población en la mayoría de las regiones a principios del siglo XX y conservaban todavía cierta ventaja numérica a principios del XXI, pero la Oficina del Censo estima que para el 2043 no existirá una mayoría étnica. Al menos en ese aspecto estamos frente a la posibilidad de un nuevo país. Con un lenguaje más conservador sería quizás mejor referirnos al nuevo rostro del país.
Lo que se desprende de los datos de “Facts & Trends” y de investigaciones de agencias como Pew, Gallup y otras, es que lo que acontece en el mundo de la religión señala cierta posibilidad de un nuevo país. Pero no es necesario exagerar esa afirmación ya que sería preferible ponerla en contexto. Por ello, quizás sería mejor afirmar que los Estados Unidos seguirán siendo lo que son, pero no proyectarán necesariamente la misma imagen.
El artículo lleva como título “The Changing Face of the American Church.” En español sería algo así como “El cambio de rostro de la Iglesia Americana.” Hay otro tema, no tratado en el artículo, los cambios de filosofía de millones de creyentes que van abandonando tradiciones casi milenarias de teología y práctica y se enfrentan firmemente y con documentación a posiciones de la jerarquía.
El artículo de “Facts & Trends”, publicación bautista de tradición “anglo”, constituye, pues, otra señal de que aquellos que se aferran al pasado tendrán necesariamente que aceptar ese nuevo rostro y tal vez, en un futuro no demasiado lejano, algo así como un nuevo país.