Los que residimos en Estados Unidos nos preparamos para dos acontecimientos que prometen ser trascendentales y muy entretenidos, además de que deben ser tomados en serio. El próximo lunes estaremos contemplando un gran espectáculo, la Convención Nacional Republicana y una semana después estaremos ante la de los demócratas.

Todo palidecerá ante esas convenciones. Con la excepción de la gente más joven y de algunos amantes del cine, los “Teatros” o cinematógrafos verán reducida su asistencia. Los circos escogerán otras fechas para sus presentaciones. Yo diría que desde el 18 de julio hasta fines de mes lo único que sobrevivirá será la telenovela, entretenimiento favorito de los mayores, especialmente en la cada día más creciente comunidad hispanohablante de Norteamérica.

La Convención Republicana promete ser quizás la más entretenida. En vez de los discursos de los candidatos y sus partidarios, y ante la ausencia de las figuras más relevantes del partido, que han anunciado su renuencia a participar, se planea la presencia de estrellas del cine y la televisión, deportistas, la familia Trump completa, programas musicales y asuntos parecidos. Siempre se escucharán algunos personajes de la política, situados por lo general en la derecha del espectro político.

Una de esas estrellas será el senador Jefferson Beauregard Sessions de Alabama, temprano partidario de Trump, y que lleva como segundo nombre el apellido de un héroe de los Estados Confederados de América, es decir, el sector sureño esclavista de la Guerra Civil del siglo XIX. También se promete un turno al senador Ted Cruz aunque todavía este no ha dado su claro apoyo al ya casi seguro candidato republicano Donald Trump.

Aunque Sessions ha sido metodista toda su vida, sería Cruz, cubanoamericano de Texas y sobre todo activo laico bautista del Sur, el que pudiera ayudar a Trump con la derecha religiosa. El problema es que todavía no se sabe si Cruz apoyará firmemente a Trump en su discurso. No olvidemos que Trump, además de llamarle mentiroso, llegó a acusar a su padre, el piadoso reverendo Rafaél Cruz, de haber participado en el asesinato de John F. Kennedy, algo que provocó repulsa y risas por todas partes, pues no se lo creyó ni el mismo Trump.

De esa manera, el sector que ahora prevalece en el republicanismo, la extrema derecha del “Tea Party”, se sentiría algo más cómoda con Trump, ex demócrata del temido Nueva York, ciudad que representa para ellos el centro de una cultura sin los valores tradicionales estadounidenses, sobre todo los del Sur y el Medio Oeste.

Pero no es cuestión de preferir a una convención a la otra ya que ambas recogerán algo de la tradición de estos acontecimientos: música, figuras famosas, marchas y desfiles. Del pasado recuerdo sobre todo la emoción de cuando iban mencionando los estados y se escuchaban voces como esta: “el estado tal otorga sus 20 votos al candidato fulano de tal..” La emoción embargaba a los miles de asistentes y culminaba cuando se llegaba a la cifra necesaria para hacer efectiva una candidatura. Entonces los gritos y los sonidos musicales, los globos lanzados hacia arriba y todo lo demás competía con los grandes circos como el Ringling Brothers, Barnum and Bailey, etc.

Puedo afirmarlo y hasta asegurarlo, no sólo por haberlas contemplado por televisión desde 1964, sino porque fui designado observador religioso, algo así como capellán, de las convenciones Republicana y Demócrata de 1972. Pero entonces era muy joven y no conocía demasiado el mecanismo convencional.

Este año, las noticias de la Convención se centran más bien en el intento de lograr que Trump no sea candidato. Conservadores tradicionales, neoconserrvadores y los moderados que todavía se identifican como republicanos, quizás intentarán lograr algo que cambie dramáticamente el rumbo convencional. Ya sea obtener que la comisión encargada libere de sus compromisos a los delegados en la primera votación, para que voten entonces de acuerdo a su conciencia o conseguir que no voten, intentando así que, milagrosamente, surja para la segunda votación un aspirante que pueda movilizar lo que ahora se llama “movimiento antiTrump”. Todo eso pudiera ser más bien un “sueño de noche de verano”.

Finalmente, Trump será proclamado y pronunciará su discurso de aceptación, así como también lo hará la persona que escoja para compañero de boleta, el cual tendrá que ser elegido por los delegados.

Se discute si el tono del discurso del señor Trump será igual al de sus anteriores arengas durante el proceso de las primarias. Lo que todos esperan son manifestaciones nada agradables, y quizás hasta violentas, de los contrarios a sus amenazas de deportación de once millones de inmigrantes indocumentados, sobre todo hispanos, y a su anunciado muro en la frontera, el cual rivalizaría con la altura del Faro de Alejandría.

Después de la Convención de Cleveland vendrá la Demócrata de Filadelfia, con características propias que merecen ser tenidas en cuentas. Ellas también oscilarán entre lo positivo y lo negativo, como siempre sucede. Mientras tanto, entre el tono del discurso de Trump y el de las manifestaciones públicas realizadas en protesta pudiera estar la clave del proceso comicial que se acerca. Al tiempo.