Mientras estamos construyendo aulas para poder alojar más niños y niñas en condiciones físicas decentes, con miras a la tanda única, uno se puede preguntar qué será realmente una tanda completa en una escuela pública de barrio o rural, si se cuenta solamente con los mismos recursos humanos que existen en la actualidad.
Se puede discutir eternamente acerca del orden de las prioridades en materia educativa. No obstante, la extensión del tiempo que los alumnos pasarán en el recinto escolar debe ir a la par con una educación reformada, con recursos humanos actualizados y donde no se perpetúe la inequidad.
No solo se deben replantear contenidos sino también la forma de transmitirlos. Es tiempo que niños y niñas cesen de ser simples autómatas y aprendan a razonar. Hoy en día, están llenando cuadernos repletos de faltas de ortografía groseras avaladas muchas veces por el visto bueno del maestro cuando éste tiene tiempo para chequearlos; nuestros niños copian tareas sin sentido, reciben castigos a la antigua usanza, practican jerigonzas en vez de idiomas extranjeros, que son impartidos por sucedáneos de profesores.
Para que los alumnos aprendan a pensar los maestros deben recibir un entrenamiento que va mucho más allá de charlas y talleres. Para el cuerpo docente se trata de una revolución. Es un acercamiento totalmente diferente, un nuevo aprendizaje sin el cual nunca se podrán forjar seres analíticos, ciudadanos conscientes capaces en el futuro de constituir una fuerza de trabajo a la altura de los requerimientos de un mundo global, y una masa crítica contrapeso necesario a los poderes políticos.
Los maestros deben acceder a las TICs pero dentro del marco de programas coherentes; no se trata solamente de poner algunas máquinas en manos de los docentes sino de darles las herramientas para que el uso de la tecnología sea un aporte provechoso para la enseñanza y que este uso no le haga competencia al libro como ocurre en muchos casos.
Para esta tarea ambiciosa, las escuelas de nuestros barrios marginados y campos necesitan de los mejores recursos pedagógicos, de directores, maestros y psicólogos experimentados. Para salir de la situación de desigualdad debería haber una discriminación positiva hacia los sectores más rezagados de la sociedad tomando en cuenta los graves problemas psicosociales que afectan en particular a nuestros niños y niñas que son las primeras víctimas de la contaminación generalizada de su entorno.
Los maestros que enseñan en estos sectores tienen que hacerle frente a desafíos crecientes, por eso deben tener una buena formación en valores y derechos humanos debido a la variedad de situaciones a las que se enfrentan cada día con el analfabetismo de la familia, la inestabilidad y violencia intrafamiliar, el desinterés de las familias y de las jóvenes madres. El medio ambiente, la falta de servicios, la delincuencia o sea la violencia del barrio interactúan en permanencia con la educación y hacen la enseñanza todavía más difícil. Son muchos los niños sumidos en el miedo, que han presenciado situaciones insostenibles a temprana edad en un contexto de violencia que los hace reaccionar de manera errática y a veces aparentemente inexplicable.
Las nuevas tendencias en la educación recomiendan apoyarse en las familias y hacerlas partícipes de la comunidad educativa para alcanzar logros escolares; sin embargo, una gran parte de nuestros niños y niñas no tienen reales dolientes y son como pequeños electrones libres que es preciso rescatar antes de que deserten y se sumen a la masa de los ninis. Tenemos una deuda social con estos niños y niñas; de ahí nuestra obligación de ofrecerles una tanda completa renovada.