Llegó el mes del amor y de San Valentín. Muchos corazones, regalos, chocolates y flores. Cenas románticas y encuentros de amigos. En los hogares y escuelas se realizan actividades diversas para celebrar y compartir. Pero, antes y después del día de San Valentín, ¿qué hacemos cada día para vivir y enseñar desde el amor?
Los estudiantes son el reflejo de lo que viven. Es triste ver a tantos padres y educadores con una actitud negativa frente a la vida, con sus hijos y estudiantes, maltratándolos, manipulándolos o condicionándolos, causándoles daño con sus palabras y acciones disfrazadas de cariño. Envían mensajes contradictorios que les confunden y generan inseguridad. En otros casos intentan llenar los vacíos y las carencias afectivas o “comprar” el cariño con cosas materiales. Esto sin tomar en cuenta que están sembrando en sus hijos hambre por “ganarse el amor” o incluso “merecerlo”, es decir que deben lograr una serie de objetivos para poder ser amados por sus seres queridos.
Educar es una obra de amor si la asumimos con entrega y con el compromiso genuino por el crecimiento y aprendizaje de cada uno de nuestros niños y jóvenes. Este amor auténtico e incondicional implica cuidar la relación con el otro, dejándolo ser el mismo, aceptándolo y respetándolo. Tal y como plantea Alfie Khon, los niños y jóvenes no solo deben ser amados, sino que deben saber que nada de lo que hagan va a cambiar el hecho de que son amados.
El amor incondicional genera estabilidad. Es una creencia sólida en uno mismo, un sentimiento de que soy competente y de valor, aún cuando me equivoco o cometo errores. Esta es la base de una autoestima estable, la cual a su vez tiene ventajas psicológicas y sociales.
Todavía muchas personas usan el refrán de que la letra entra con sangre y recurren a la amenaza, el miedo e incluso a los golpes para que los niños aprendan. Lo único que logran con esto es la rabia, el rechazo, la falta de confianza, el desánimo y la agresividad. Muchos problemas tienen su raíz en la falta de amor y no en la fala de pelas o de castigos. Es una necesidad que tenemos todos los seres humanos.
El afecto y el cariño son armas poderosas que sanan, nos permiten conectar con los demás y lograr mejores resultados. De nada sirve saber mucho o estar muy preparado si no actuamos con amor. Podemos contar con recursos y estrategias novedosas, pero si no conectamos con los demás, no podremos influir en sus vidas ni transformarlas.
Amar es una decisión y no significa justificar conductas no apropiadas ni aceptar lo que no es correcto. Es actuar con ternura, respeto y firmeza, asegurando el cumplimiento de los acuerdos y normas sin violencia. Para poder hacerlo es necesario lograr el autoconocimiento, la capacidad de expresar y compartir emociones, de gestionarlas de manera efectiva, tomando en cuenta al otro. Y esto aplica en todos las esferas de nuestras vidas. No puedo amar a otras personas si primero no me amo a mi mismo.
Se habla de la pedagogía del cariño para referirse al uso de palabras positivas, de abrazos, de la sonrisa, de la escucha activa y de las caricias en la casa y en la escuela. Aprovechemos esta semana de San Valentín para incorporar todo esto en nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos de manera constante y coherente, siendo intencionales en volver al proceso de educar en completo acto de amor en todo momento y no solo en esta fecha especial.