El jueves 22 de febrero tuve el honor de hablarle a profesores de una escuela básica modelo en el país: Escuela Básica Divina Providencia (San Francisco de Macorís). El propósito de nuestra iniciativa era motivar a la lectura en el profesorado animados por la doble convicción de que, primero, enseñamos más a través del currículo oculto que en el currículo declarado del salón de clases y, segundo, leemos para vivir.
La primera convicción es muestra clara de que las estructuras mentales que adquirimos en las escuelas están dirigidas a un propósito instructivo, pero no necesariamente formativo. Las estructuras que nos forman, en un buen número de ellas, las adquirimos de modo inconsciente del medio social en que nos desarrollamos. La familia, la religión, la radio, la tv, la prensa, las canciones, los libros, etc., nos modelan esos filtros que usamos para relacionarnos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. El conocimiento científico producido lo adquirimos en la instrucción formal de la escuela y regularmente depende de textos más que de prácticas efectivas o reproductivas de los experimentos. Entre las estructuras mentales instructivas y formativas hemos hecho una dicotomía idéntica a la que realizamos entre teoría y práctica, vida pública y vida privada. Esta dicotomía explicaría en buena medida los porqués de un hecho harto evidente: la educación no ha resuelto el problema moral.
La segunda convicción está animada por la experiencia socrática de que una vida no reflexionada es una vida no vivida. Esta convicción se traslada a la actividad lectora como un complejo proceso de descubrimiento de sí, de autointerpretación y autoconocimiento por mediación de los textos. Leer es interpretar el sentido de un texto para luego aplicarlo a mi vida y comprenderme mejor a partir de la actividad lectora. El lector transformado por el mundo del texto es un lector que ha aprendido a vivir de modo consciente. Nuestras expresiones de “sobrevivencia” y “vivir como Dios manda” ilustran lo dicho. Quien no lee apenas sobrevive a lo que ocurre en el mundo, a lo que le pasa en el mundo bajo el signo de una preocupación constante e ingenua. Quien lee “vive” atento bajo el signo del cuidado. A quien lee no le venden gatos por liebre.
Al inicio del texto dije que esta escuela es una escuela modelo. Lo dije porque es una de las pocas escuelas que he visitado en el país que pueden hacer gala de un orden, una limpieza y una pulcritud en su edificación envidiables. Allí cada cosa tiene su lugar. La edificación no es solo un “edificio”, es la expresión de un estilo de vida que se le modela a los más chicos en formación: si seguimos las reglas y establecemos un orden, ganamos todos. He dicho en varias ocasiones que el orden es uno de los esquemas mentales más importantes para la vida social. Créanme que no me equivoco cuando digo que esta escuela es ordenada y transmite un modelo de orden y limpieza diariamente. De este modo, los formandos aprenden a convivir bajo reglas en un espacio ordenado. Es natural que alguien desobedezca y rompa la normalidad instituida. Cuando sucede es motivo para formar en el respeto a las normas de todos y frente a todos, lo que les enseña que las decisiones individuales tienen unas consecuencias sociales.
Este orden modelado institucionalmente es efectivo por lo que transmite en términos de currículo oculto y mi propuesta, volviendo a la lectura, es igualmente trasladar el modelo de práctica “normalizada” a la actividad lectora. Me explico: un profesor debe modelar frente al alumno que leer es un estilo de vida más que una actividad fortuita y aislada. El profesor debe ser un buen lector fuera del aula, debe dejarse ver por sus alumnos con un buen libro debajo del brazo y hablar de modo natural sobre aquellos “libros-amigos” que le han acompañado en el difícil arte de aprender a vivir. Solo así podremos modelar un hábito de lectura productivo, sin la pesada carga de lo académico en el imaginario estudiantil.
Un profesor que no lee para comprenderse mejor, poco tiene que aportar en materia de formación e instrucción académica. Leer es adquirir reglas para la vida.