Hay que educar a la población desde la niñez para que tenga la sensibilidad de como debe ser el trato entre los dos géneros. Esta formación debe ser ofrecida en las escuelas, en las iglesias, en los clubes y en toda asociación y a todos lo niveles, comenzando con los más pequeños de la sociedad.
Las personas que vivieron antes de la década del 1960, recordarán que la educación pública en las escuelas, y privada en los colegios religiosos en la sociedad dominicana no era mixta, sino que eran instituciones donde se educaba a los niños separados de las niñas. Las escuelas y colegios mixtos, llamados de coeducación, eran dirigidos por grupos o iglesias no tradicionales del país, donde familias de tendencia liberal enviaban a sus hijos a educarse.
La secuela de no educar a los dos géneros integrados, podría ser parte de lo que sufre la sociedad dominicana en estos momentos con el maltrato de la mujer y la violencia de género, porque el hombre no sabe relacionarse ni compartir adecuadamente con la mujer, ni corresponderle con la dignidad que ésta merece en el trato humano.
Las sociedades de la civilización occidental están en una fase donde se está tomando conciencia de que es de rigor ver y aceptar la mutualidad entre los géneros femenino y masculino.
Este reconocimiento tardío de que el hombre y la mujer fueron creados para estar en el planeta tierra en igualdad de condiciones, con funciones diversas, pero con naturalezas coexistentes; pues, el hombre necesita del complemento de la mujer, y a su vez la mujer del hombre, para que haya concordancia en la homogeneidad y equilibrio entre los dos miembros de la raza humana.
Jesús Nazareno hizo esfuerzos para dar ejemplos de como el hombre debe relacionarse con la mujer y respetar su dignidad, considerándola como ente creado por Dios en igualdad de condiciones y merecedora de las más justas y amables atenciones.
Lo que Jesús el Cristo quiso señalar como una conducta o condición que debiera observarse, por desgracia no se impuso, porque generalmente desde la era de los apóstoles, la mujer ha sido renegada en todas las estancias y niveles de la sociedad. Esto es una realidad en las instituciones religiosas, en la política y las demás organizaciones de los seres humanos.
Observando la situación que impera en la civilización occidental en grupos excluyentes, en comunidades religiosas, y otras entidades sociales, se detecta que muchas veces no hay trato equitativo entre hombre y mujer. Estamos obligados a señalar que la condición de “camaradería” y justa igualdad que debe ser fundamental, no lo es, porque las religiones que han tenido influencias en las sociedades, generalmente no observan lo que es primordial para los derechos, la equidad y el trato justo a la mujer. Para mejorar esta situación se deben hacer esfuerzos en la familia, en los grupos religiosos, en la educación pública y privada; en fin, en todas las estancias humanas de la población; pues “en el principio la mujer y el hombre fueron creados a imagen y semejanza al Creador”. (Genesis 1:27).