Al final de nuestra entrega de la semana pasada dejábamos al aire la inquietud sobre la configuración de los esquemas de dominación en la sociedad dominicana y el rol que el modelo educativo vigente juega en torno a la reproducción y perpetuidad de ellos. Vale decir que la educación no es la única dimensión determinante en la construcción de los esquemas mencionados (lo monetario, el género y la llamada estirpe también pueden serlo), pero su peso y extensión temporal la convierte en el mecanismo de alienación y coerción por excelencia.
No es un fenómeno nuevo ni particular de la sociedad dominicana hablar de esquemas de dominación y cosificación, el marxismo clásico (Marx,Gramsci,Luckas) y la sociología weberiana se encargaron de construir un denso marco teórico desde sus diferentes interpretaciones de la sociedad industrial occidental desarrollada. Pero Duarteland no es el occidente de capitalismo industrial, nuestra construcción histórica esta signada por arritmias sociohistóricas y económicas.
Tenemos una concepción y distribución del poder con sus causales en la política a través del caudillo y el grupo clientelar en sustitución de instituciones democráticas, en la economía a través de mecanismos de alta concentración del crecimiento de la renta y en la asignación arbitraria de precios en lugar de la competencia abierta y la eficiencia en costos, y en lo social a partir de los estereotipos culturales que asignan significados y jerarquías a determinados roles dentro de la estratificación establecida.
El sistema educativo le sirve al poder dominante de eficiente fábrica de reproducción e imposición de significados, es el encargado de delimitar jerarquías y verticalidades en el imaginario social, construye sus contenidos y propuestas de aprendizaje desde una pedagogía de las mentiras, reduciendo a rebeldía o anormalidad el pensamiento crítico y el cuestionamiento sistémico.
En una especie de caballitos de feria (dando vueltas y vueltas sobre lo mismo), somos educados en un inventario de hábitos de sujeción a "lo que es y cómo es", instrumentalizando el ciclo de aprendizaje de la vida, a través del cual nos definen que es la patria, quién es el jefe, quién es el bueno, qué es lo correcto y sobre todo a que y a quienes les debemos obediencia en nuestra "democracia" claro está, qué para dictadura con 30 años tenemos (uju…).
Nos educan para aceptar las formas y rituales ridículos de lo político, él guardia inmóvil detrás de la silla presidencial, la foto del redentor de turno en las oficinas públicas, él que todo lo puede y lo da en una inauguración de una obra pública, nos venden la idea de éxito de la política clientelar porque "este país es así".
Somos educados para asumirnos empleados, no propietarios, para reconocer los "jefes" y respetar las jerarquías artificiales de una burocracia empresarial atrofiada de talento relevante, nos moldean para asumir que la pobreza es desde que el "mundo es mundo" y que la estirpe y la clase son de unos pocos, la chusma siempre será chusma compadre.
La pedagogía de los mitos da legitimidad a "famosos" del arte popular, nos hace conformistas de la vista, él oído y el tacto, nos lleva a entregarnos a acordes insignificantes, letras sin cordura o a fotocopiadoras humanas con pose de especialistas de la conducta y de las emociones.
¿De qué manera se quiebra este escenario?, desde donde debemos reconstruir lo que nunca ha sido construido, él primer paso es señalar la lista larga de asimetrías inaceptables para reducirlas, él siguiente será inventar una pedagogía de las verdades, cargada de autonomía reflexiva, nuevos significados y sobre todo liberación de lo que Paulo Freire llamaba enajenación del oprimido…pero eso será materia del @alazurda de la próxima semana…