La cuarentena que estamos obligados a observar a escala planetaria ha tenido impactos profundos en muchas áreas. El medio ambiente ha mostrado señales de recuperación, la economía se ha paralizado hasta el punto de que el petróleo tiene un valor negativo, la vida familiar se ha intensificado en sus expresiones positivas y negativas, y por supuesto el consumo del ancho de banda de Internet se ha disparado a niveles nunca imaginados. Un factor que atraviesa todos los aspectos que he mencionado es el de la educación. Y me refiero a la educación formal desde los niveles de párvulos hasta programas doctorales, desde la educación laboral hasta los niveles técnicos. Todo programa educativo formal está sometido a nuevas reglas de juego que obliga a revisar todos los supuestos que teníamos sobre tan vital actividad para el desarrollo de las personas y las sociedades.

Lo primero que es necesario afirmar es que es mayor la continuidad que la ruptura. Todo docente presencial se vale de múltiples recursos en el salón de clases -salvo aquellos en escenarios de pobreza- que enriquecen el “discurso” de él como actor que provoca la apertura de la clase. La entrega de copias de notas de clase o material de apoyo, el uso de grabaciones para escuchar entre todos, presentaciones con apoyo de una Laptop o Tablet, la proyección de un video, etc. Se le suma a eso la participación de los estudiantes mediante presentaciones, actuaciones tipo teatro, construcción de experiencias grupales en clase, entre otras y por supuesto la invitación de actores externos a la clase para que compartan experiencias o conocimientos. Desde esas experiencias el entorno virtual añade video conferencias sincrónicas, chats que permiten relaciones estudiantes-docente, estudiantes-estudiantes, incluso con docentes o estudiantes de otros grupos e incluso de otros países, material diacrónico para estudio particular o grupal de los estudiantes, trabajo colaborativo en la elaboración de propuesta teóricas o modelos con vocación de expresiones prácticas, y muchas otras herramientas que sería difícil detallar, ya que cada día inventan nuevas los desarrolladores de softwares.

La gran ruptura es la presencialidad vs. virtualidad.  Y la virtualidad demanda dos cuestiones esenciales: una es la disponibilidad de un dispositivo que permite la comunicación, y otro es el ancho de banda de Internet necesario. Computadoras, laptops, tablets, celulares, son los dispositivos más usados y sus costos disminuyen con el tiempo. El ancho de banda es más complicado porque en la medida que se usen recursos como videos demanda un mayor nivel, sin olvidar que no todo el país está servido equitativamente con el mejor servicio de Internet.

Las escuelas y universidades privadas de mayor calidad han avanzado considerablemente en la oferta de servicios de tecnología educativa para sus estudiantes complementando sus clases presenciales y ahora con la cuarentena no han tenido grandes dificultades en colocar sus clases completamente virtuales. Las calidades varían de uno a otro centro educativo, y por supuesto la riqueza de la experiencia de aprendizaje virtual se relaciona por supuesto con los recursos, pero también sobre todo con la capacidad del docente de articular cursos atractivos y de gran calidad.

Otras escuelas y universidades privadas, y el sector público de la educación, no han podido lograr mantener el proceso educativo utilizando las herramientas virtuales. En muchos casos porque no tienen tradición en el uso de estas, en otros porque los docentes y estudiantes carecen de los dispositivos o no tienen buena señal de Internet en sus hogares. Si vemos la población total de estudiantes dominicanos de todos los niveles alrededor del 80% -siendo conservadores- no ha podido continuar sus procesos educativos a nivel virtual. Eso ha generado un gran debate sobre si se debe promover al siguiente grado (en el caso de los estudiantes preuniversitarios públicos) a todos los chicos y chicas, y al comenzar el siguiente año escolar ver como complementar contenidos no trabajados, o reordenar el calendario académico eliminando las vacaciones para una vez sea posible la presencialidad completar la formación planificada. A nivel universitario necesariamente quienes no hayan podido continuar en modalidad virtual tendrán que retomar sus cursos donde los dejaron.

En todo este escenario es importante señalar algunos puntos para que el análisis no ande por caminos errados. El primero es que la formación en el uso de las tecnologías de educación es más necesaria para los docentes que para los estudiantes, por un tema generacional y de asunción intuitiva de los procesos virtuales. Un segundo punto es que el Estado y las Compañías de Telecomunicaciones deben invertir más en lograr que el Internet llegue a todos los rincones del país y el ancho de banda aumente significativamente. En tercer lugar es que seguimos equivocados en los argumentos sobre la educación, si adoptamos el famoso modelo por competencias, es descabellado que todos discutan sobre contenidos, los cuales siempre pueden estar disponibles para el estudio particular del estudiante. En cuarto lugar, por más tecnología que usemos, siempre la calidad del docente hace la diferencia, sea presencial o virtual, no olvidemos que el modelo educativo occidental comenzó con Sócrates andando por el mercado de Atenas y pocos docentes actuales alcanzan su nivel de calidad como profesor. Y por último, asumamos que la educación virtual genera que las fronteras nacionales ya no son un límite y que en poco tiempo tendremos (y ya los hay) muchos dominicanos y dominicanas estudiando “fuera del país” aunque sigan aquí.

Aunque regresemos a experiencias de docencia presencial -¡Que lo haremos!- la educación virtual ya no retrocederá y muchas escuelas y universidades se moverán de manera total o parcial al uso de esas herramientas. Aquellas que no lo han hecho hasta ahora tienen el reto de formar a sus docentes y equiparse para el uso de estas, incluso como apoyo a la docencia presencial. El Estado, sobre todo a partir de la próxima administración gubernamental, debe convertir en política pública la universalización en todo el territorio del Internet con un ancho de banda que permita la educación, y otros servicios, para toda la población, y formar a todos los docentes en las herramientas básicas de la educación virtual.