La educación sexual, que abarca el conocimiento de los órganos sexuales y sus funciones, debe ir acompañada en las escuelas de una educación de género, tanto a las niñas como a los niños; y especialmente debe tener un contenido acerca de los derechos humanos contra la violencia y la prevención del embarazo en niñas y adolescentes.
La educación sexual también debe abarcar la explicación de la existencia de preferencias sexuales disímiles, las cuales tienen orígenes diversos; no para promoverlas o explorarlas ni practicarlas, sino para que aprendan a comprenderlas y tolerarlas cuando la observen en otros de sus compañeros, que siempre son una minoría, y protegerlos de las posibles inducciones a conductas que ellos no asumen ni tienen inclinación natural hacia ella.
La educación sexual en la escuela ha de ser concebida, pues, desde un punto de vista integral.
Vista de este modo, más que generar temor, rechazo o anatemas, y percibirlas como una perversión de los niños, niñas y adolescentes, constituye una información imprescindible para el correcto desarrollo y prevención del embarazo prematuro en las niñas y la conducta violenta y machista de los niños, dos grandes problemas que inciden de manera creciente y preocupante en la sociedad dominicana actual.
Según las estadísticas de que disponemos —que para mí tienen un sub registro— en nuestro país los embarazos de niñas de nueve años y adolescentes de menos de 18 años, es entre un 25-30% de mujeres, que coloca al país en quinto lugar en toda Latinoamérica y tercero en la región del Caribe.
Por ejemplo, el hospital regional Juan Pablo Pina, en San Cristóbal, asiste de media mensualmente a 1,671 adolescentes embarazadas de entre 10 y 14 años y a 1,711 de entre 15 y 19 años, un 20 por ciento del total de embarazos que se atienden allí, según el director del centro (Diario Libre, 1-7-2016), ratificando al país como uno de los de mayor porcentaje de mujeres jóvenes embarazadas en toda América Latina.
Y la tasa de violencia contra la mujer, incluida el feminicidio, es creciente y, cada vez más está involucrado el suicidio del hombre, es decir, que son uxolicidios o feminicidios suicidios, y en muchos casos se acompaña de infanticidio altruista, como lo calificó Émile Durkheim en 1897, porque en esos casos el hombre que ejecuta el acto de matar a sus hijos es porque piensa que dejar a sus hijos vivos es someterlos al trauma psicológico que produce ese atroz hecho y al abandono lamentable de su prole.
La ley establece que la adultez se alcanza a los 18 años de edad; pero en algunos países son los 21 años; sin embargo, los hombres ejercen su sexualidad casi poco tiempo después de empezar a tener eyaculación seminal, lo que ocurre en la mayoría de los casos en promedio en los adolescentes masculinos entre 12 y 14 años.
La aparición del vello axilar y púbico, el característico olor axilar, las emisiones seminales asociadas a los sueños eróticos, el crecimiento muscular, la aparición de pelos en los bigotes y la barbilla en el hombre, son indicadores de una actividad hormonal y erótica que empieza a satisfacer sexualmente, no solo con la masturbación o las emisiones oníricas, o con relaciones sexuales con mujeres sin ninguna regulación legal. Los hombres pueden tener relaciones con otra adolescente, con prostitutas, con una adulta mayor que los sonsaque, y en la zona rural con animales.
En las mujeres, sin embargo, se les establece legalmente que sólo pueden empezar a tener relaciones sexuales con adultos a los dieciocho años. Pero en la realidad lo que estamos viviendo es que las adolescentes están teniendo relaciones a partir de los nueve años, por lo cual tenemos la alta ocurrencia de embarazos entre los nueve y diecisiete años.
Una pregunta: ¿Por qué razón las niñas y adolescentes de nueve a dieciocho años empiezan a tener sexo y se embarazan?
La respuesta a esta pregunta es compleja, y requiere de una comprensión endocrinológica, cultural, política y económica. En primer lugar hay que entender que el desarrollo hormonal de las niñas y adolescentes está siendo estimulado por el consumo de hormonas de crecimiento, procedente de carne vacuna, porcina y avícola, que tienen un alto contenido de hormonas. Y que esto influye en el prematuro desarrollo hormonal de las niñas. No solo las empuja a una menstruación prematura, sino que también les producen un crecimiento físico de sus órganos femeninos secundarios, como son los senos, los glúteos y las caderas, que las hacen parecer una mujer, lo que además determina su capacidad reproductiva entre de los nueve años de edad
Estos cambios físicos se acompañan en un interés sexual progresivo que hace imposible pensar que ellas van a permanecer sin inquietudes, curiosidades y exploraciones por el acto sexual hasta los dieciocho años.
Una educación sexual, por lo tanto, tiene que ser integral y estar orientada al conocimiento de los principios que conlleve a la prevención del embarazo y las eduque en la responsabilidad que puede tener una maternidad a destiempo en su vida futura.
La educación sexual tiene que incluir, en consecuencia, la prevención del embarazo en las niñas y adolescentes, no restringiéndola solo a la abstinencia de la relación sexual, —como pretenden las religiones cristianas—, sino, además, incluyendo el conocimiento y la instrucción de los otros métodos para prevenir el embarazo y las enfermedades sexuales, como son la abstinencia en el período ovulativo, el uso de preservativos, la “pastilla de un día después”, u otros legalmente aceptados.
Es necesario interpretar que en algunos países de Europa se ha establecido que, en términos de la sexualidad, como por ejemplo Portugal y España, las mujeres mayores de trece años pueden decidir, con su consentimiento, tener relaciones sexuales con hombres adultos, independientemente de la edad. En nuestro país, las relaciones sexuales legalmente autorizadas de los hombres con mujeres no pueden pasar de cinco años en la diferencia de edad, excepto que medie un matrimonio que la ley no prohíbe.
Lo que estamos informando es que de lo que se trata en el establecimiento de la mayoría de edad en la mujer para sostener una relación sexual es complejo: tiene componentes hormonales y culturales que no pueden ser sólo resueltos por las normativas legales. Es necesario establecer normas y una correcta educación, que no existen en el país, para regular las relaciones sexuales entre jóvenes, adolescentes y adultos que estén de acuerdo con lo que hoy son realidades del desarrollo hormonal de las mujeres y los hombres, en el contexto cultural y económico en que ellos desarrollan sus vidas.
La pobreza es un componente económico de este problema, porque muchas de estas jóvenes establecen relaciones de dependencia con sus parejas, victimarios o no.
Lo que es innegociable es el respeto a los derechos humanos y la salud de las adolescentes, que cursa o está vinculada a una educación de prevención de su salud sexual, que no sólo incluye la prevención del embarazo temprano, sino también que tengan conciencia de cómo evitar las enfermedades vinculadas al sexo, como son el papiloma, el VIH Sida, el antígeno australiano, la Hepatitis C, algunas de las cuales pueden ser letales; y otras enfermedades bacterianas, como el Herpes, la Gonorrea y la Sífilis, todas las cuales requieren que se tome la precaución del uso de preservativos en las relaciones de pareja.
Cuando hablamos de educación sexual, no sólo debemos dejarle esa responsabilidad a la escuela, sino que también debe promoverse que sea asumida por los padres, quienes tienen, en la intimidad de sus relaciones familiares quizás puedan tener un mayor nivel de incidencia, aceptación y autoridad de los consejos que al respecto puedan darles a sus hijos.
La educación sexual les permite a los niños, no importa su edad, saber cómo se forman los seres vivos, incluidos los perros, los chivos, los cerdos, etc., muchos de los cuales ellos los ven teniendo relaciones sexuales, y quizás no lo relacionen con el sexo y la maternidad. La educación sexual, cuando es sana, y cuando es ética, como debe ser, no está orientada a promover las relaciones sexuales ni con el sexo opuesto ni con su mismo sexo.
Las condiciones sociales de embarazo prematuro y de violencia contra la mujer, con un alto componente de machismo, por falta de conciencia preventiva, obligan a nuestra sociedad a que se establezca una educación sexual, como la hemos definido en este artículo, que integre la ética y los derechos humanos que se requieren para lograr una equidad de género.
El pensamiento de los sectores progresistas, de centro izquierda o de izquierda no puede estar ajeno a promover esta necesidad que constituye un elemento imprescindible para la igualdad y la equidad que constituye la esencia de las posiciones democráticas y socialistas.