En el mundo corría el 2020 con noticias lejanas del virus que se convertiría en pandemia y cambiaría la rotación social y económica del planeta. Cuando República Dominicana llama a la cuarentena como medida preventiva ante el contagio, con esperanzas puestas en que sería por poco tiempo, cerré mi hogar, llenamos nuestra despensa, arreglamos nuestro calentador, vimos televisión, jugamos juegos de mesa, cocinamos juntos; sin embargo, a 700 Km de Santo Domingo, en otra isla caribeña, estaba también Rosa. Esta es Rosita, niña de nueve años, delgada, de extremidades finas, tez chocolate y pelo en trenzas múltiples que enmarca su bella mirada, hoy quebrada en resistir un futuro prometedor. Bajo el mismo llamado de cuarentena, cerró sus puertas y quedó en un pequeño espacio con piso de tierra, pocas sillas, dos mesas, un televisor y dos cambios de ropa. Rosita había quedado confinada en su hogar, un hogar abatido por el abandono de su padre, la adicción de su hermano mayor y la desesperación de su madre al perder su empleo.

A pesar de que puedo ver en los ojos de mis hijos un presente borroso e intenso, tengo las esperanzas puestas en ellos con miles de oportunidades que puedo ofrecerles; hoy vengo justamente a hablarles de las Rositas en todo el mundo, aquellas que labrarán su futuro e impactarán directamente en nuestra sociedad mundial.

En España, uno de los primeros estudios realizados a una población infantil concluyó que 89% de los niños presentaban alteraciones conductuales o emocionales como resultado del confinamiento. (Orgilés, M., Morales, A., Delvecchio, E., Mazzeschi, C., & Espada, J.P., 2020) Conjuntamente, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia,  considera a la niñez como una víctima oculta de esta pandemia; muestra de ello es que en la región de América Latina y el Caribe millones de niños, niñas y adolescentes están desarraigados, afectados por la pobreza, la violencia y los conflictos. Como resultado del cierre de las escuelas, más de 154 millones están temporalmente fuera de todo beneficio educacional y 80 millones han dejado de recibir alimentación básica. (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)., 2020).

El terrible precio que ha cobrado el coronavirus demuestra la impotencia de la humanidad frente al poder de la naturaleza. Sin embargo, la humanidad jamás ha estado más preparada para enfrentar una pandemia, como en estos tiempos. Los avances agigantados de la ciencia y la tecnología, nos permitieron identificar el virus, aislar su composición y desarrollar una vacuna en cuestión de meses. La tecnología nos permitió mantener nuestros quehaceres profesionales, permanecer  con el suministro de alimentos e identificar el desarrollo de la pandemia en tiempo real. Los gobiernos inexpertos ante tal catástrofe, tomaron medidas políticas y sociales, basadas en la ciencia y la tecnología, inmediatamente. Sin embargo, en estos tiempos modernos, todavía no logramos comprender el comportamiento humano, el impacto real a nivel socio-emocional de cataclismos humanitarios. Hemos fallado en identificar y aplicar medidas globales que sostengan nuestro ser, nuestro ser… humano.

Justamente la pandemia ha creado una amenaza de características complejas y duración incierta. Las repercusiones en el contexto social y emocional provenientes de la dinámica entre la amenaza en salud (el virus) y las medidas preventivas (el confinamiento y el distanciamiento social) ejercen una presión que en última instancia afecta al núcleo familiar. Un largo periodo de cuarentena y la imposición de restricciones a la libertad son factores de riesgo de un mayor impacto psicológico. 

En tiempos de pandemia, los niños, niñas y adolescentes son especialmente vulnerables. Desde el punto de vista en desarrollo infantil, el constante desarrollo de estructuras y funciones, propias del desarrollo humano, propician esta condición, sobre todo en el sistema nervioso, que es uno de los más imperfectamente desarrollados. En estas situaciones de crisis se consideran las características de personalidad en desarrollo, los antecedentes familiares y personales de trastornos psíquicos y abuso de sustancias, unido a experiencias de estrés prolongado, maltrato, abuso verbal y sexual, así como pérdida de uno de los progenitores o familiar cercano, juegan un papel importante en la vulnerabilidad de los más jóvenes.

La frágil esencia de Rosita está actualmente en desarrollo fugaz, su cerebro en producción de millares de neuronas; lamentable es, que su desarrollo se esta dando bajo la deleznable y estresante situación actual. Las esperanzas de Rosita y su desarrollo general, están siendo manchados por aislamiento y estrés prolongado, maltrato y escasos recursos. Es justo hoy, cuando Rosita alce su mirada al cielo, mirada apagada y desesperanzada que, juntos tenemos que ofrecerle una esperanza capaz de volver realidad respuestas de ayuda, acompañamiento y sostén. Como nos recordaba Anna Frank, niña confinada durante el Holocausto: “Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro, y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz”.

ES HORA DE SANAR…

Es hora de abordar la vacuna emocional contra la pandemia, aquella que permea en nuestro cuerpo y corazón, bienestar. Esta vacuna solo se logra con la presencia de los nuestros, en los niños, niñas y adolescentes con la presencia de nuestras familias, y más importante de nuestros amigos y maestros. El sistema educativo mundial, se ha creado bajo el concepto de ofrecer aprendizaje y conocimiento, “educación”; sin embargo y para su gloria, ha sido el pilar fundamental del desarrollo nutricional, social y psicológico de los niños, niñas y adolescentes; más aún, de los más vulnerables. En este confinamiento infantil, no solo defendemos la apertura de la educación, deseamos la apertura a oportunidades de sanar, sanar física y emocionalmente, como únicamente nos puede acompañar el sistema educativo. 

Bien es dicho que después de identificar una enfermedad y su curso terapéutico, es momento de sanar y, sanar es lo que necesita Rosita, nuestros niños y niñas, de la mano de quienes han estado ahí en la distancia, sus maestros y profesores. Las catástrofes forzan la reinvención, retornaremos a una escuela cambiada y renovada por la experiencia, por la necesidad; que esta necesidad sea anclada en el mejoramiento de nuestro ser, nuestro ser… humano, capaz de ofrecer herramientas para acompañar y sostener. Que nuestra sociedad mundial, pueda regalar a Rosita y a todos los niños, niñas y adolescentes la vacuna emocional que tanto necesitan hoy.

La esperanza parece riesgosa, hasta peligrosa. Nuestros líderes nunca han recorrido este camino, pero tengo fé que en el reconstruir después de la tormenta en lugar de ilusionar y seducir, iluminen el camino para que todos podamos estar en un terreno más alto, en un crecimiento más pleno. La sanación no se trata de recuperación; se trata de descubrimiento. Descubramos una escuela renovada para vivir mejor, para acompañar a nuestros niños, niñas y adolescentes en sanar y desarrollar, trascender a esta época y enfrentar con convicción y esperanzas seguras su mirada al cielo.

Referencias:

Orgilés, M., Morales, A., Delvecchio, E., Mazzeschi, C., & Espada, J.P., (2020). Immediate

psychological effects of the COVID-19 quarantine in youth from Italy and Spain. Front Psychol, 11:579038.

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)., (2020). Impacto del COVID-19 en los 

niños, niñas y adolescentes y sus familias en América Latina y el Caribe. https://www.unicef.org/lac/informes/impacto-del-covid-19-en-los-ninos-ninas-adolescentes-y-sus-familias-en-alc