Acaba de comenzar el año escolar en República Dominicana. A todo lo que parece repetirse cada año, esta vez se suma el contexto de la pandemia que nos ha tocado vivir.
Como disco rayado, cada año tenemos el tema de los precios en los útiles escolares, de las tarifas en los colegios, del cambio en los libros, de si es justo pagar reinscripción en la educación privada, entre otros temas que de manera general conocemos.
Pero esta vez hay lecciones que no todos hemos logrado entender. Estamos viviendo cambios que tienen como motor principal (visible) el nuevo virus. Lo que comenzó como un aparente caso lejano, se ha expandido hasta convertirse en pandemia. Covid-19 está dando oportunidad para mostrar lo peor y lo mejor de la humanidad.
Hemos visto gente que se aprovecha de la crisis para acumular, para vender a sobreprecio, entre otras muestras vergonzosas de degradación humana. Pero también vemos a personas que ponen en riesgo su salud, la de su familia y hasta su vida para ayudar a quien precisa de apoyo.
Con o sin pandemia, hay prioridades fundamentales para los seres humanos. Alimentación, salud y educación constituyen un trípode para que la vida, el equilibrio y el avance sean posibles. Si falta o entra en crisis cualquiera de las tres, los efectos son lamentables.
Sin adecuada alimentación comienza por afectarse la salud y se pone en riesgo la vida. Sin salud se distorsiona toda posibilidad de avanzar. Y sin educación perdemos la posibilidad de incrementar lo que nos distingue de los denominados animales irracionales.
De la educación se ha dicho que inicia desde antes del nacimiento y solo concluye con el final de nuestra existencia. Se ha dicho también que es la mejor herramienta para transformar al mundo. Y lo más virtuoso de la educación es su efecto transformador en los seres humanos, gracias al cual incidimos en los cambios a generar.
Gracias a la educación aprendemos a entender, a ser y a hacer. Es de esa forma como despertamos un talento que, de no ser por la educación, podría quedarse dormido. Es así como nos transformamos, comenzamos a innovar en el entorno y nos colocamos ante la posibilidad para hacer cambiar al mundo completo.
En ese proceso de transformación juega un rol fundamental la observación. Se dice que comenzamos por observar nuestras manos, y que por ello vivimos una etapa en la que todo lo queremos tocar. Luego, tocando lo que no debemos, aprendemos que hay que tener mucho cuidado para tocar ciertas cosas. Y así continuamos por una virtuosa ruta de aprendizaje y de transformación.
Detenerse y observar es el segundo paso para superar una crisis. El primero es sentir miedo, vivir en la incertidumbre. Solo cuando nos detenemos logramos superar esa primera etapa. Así es como, aprendiendo, abrimos oportunidades para pasar a la tercera fase. En esa etapa se crece, ayudando a crecer.
Covid-19 nos está afectando en tres ámbitos fundamentales: salud, economía y sociedad. Por eso nos enfermamos y hasta podemos morir. Por eso hay negocios perdiendo dinero y hasta yendo a la quiebra. Por eso hemos tenido que cambiar muchas normas de comportamiento.
Pero también Covid-19 ofrece lecciones. Nos está enseñando que todos somos vulnerables, que necesitamos apoyarnos, que necesitamos revisar el modo de gestionar los recursos, que urge avanzar con criterio de sustentabilidad, entre otras múltiples y muy valiosas lecciones.
Ahora se precisa de actuación coordinada entre: Gobierno Dominicano, a través del Ministerio de Educación, sector privado, padres, madres y tutores, y cada estudiante, con actitudes proactivas y sinérgicas, en una etapa de cambios y de aprendizaje colectivo.
Quien necesite apoyo, lo puede encontrar en estas preguntas: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cómo es mi trato con mi entorno? ¿Qué hago para sentir felicidad? ¿Para qué soy bueno? ¿Qué puedo ofrecer (que sea valioso)? ¿Cuáles cambios espero de los demás? Y yo, ¿qué voy a cambiar?
Recordemos que quien no quiere encuentra excusas, quien sí quiere busca un medio. Cuando más urgencia hay para que aprendamos a entender, a ser y a hacer, cada persona debe sentir y asumir el llamado a incidir en el uso de la mejor herramienta para lograr mejoría de vida: la educación.