El Ministerio de Educación ha adelantado una serie de disposiciones para el próximo año con vistas a mejorar los niveles de enseñanza.  Dispondrá de más recursos provenientes del cuatro por ciento;   se aumentará la retribución a los maestros como ha venido ocurriendo en todos estos últimos años y se ampliará la cantidad de aulas incorporadas a la tanda extendida, incluyendo el reciente acuerdo de sumar cientos de colegios administrados por la Iglesia Católica, a los que acuden alumnos provenientes de hogares humildes.

Los evangélicos están reclamando, a su vez,   la inclusión en el sector público de los que están bajo su manejo y que ofrecen docencia también a segmentos de población vulnerables.  Es una petición justa y  es de esperar que si no de inmediato, sea acogida a la mayor brevedad posible.

Sin dudas, son todas buenas noticias.   Pero hay una que a nuestro juicio las sobrepasa porque procura conjurar si no el único, si el que consideramos principal problema responsable de los bajísimos niveles de calidad de la educación en nuestro país.  Se trata de formar maestros capaces.

A ese fin, las nuevas normas ya fueron anunciadas de manera conjunta por el Ministro del ramo, doctor Carlos Amarante Baret y la Ministra de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, licenciada Ligia Amada Melo.  Son las que en lo adelante regirán tanto el ingreso a la carrera docente mediante un examen de aptitud vocacional, como el estudio de la misma que tomará cuatro años y demandará, al menos, cuatro días semanales de asistencia presencial a clases.

Estas normas serán de cumplimiento obligatorio para todos los centros de enseñanza donde se imparte la carrera docente y  todos los alumnos que cursen la misma.  Demás significar que las autoridades educativas tendrán que montar mecanismos muy estrictos de supervisión para garantizar su cumplimiento.  Esto así, con mayor razón, cuando la propia Ministro Melo comprobó y reveló que de 25 existentes que la ofrecen,  solamente uno estaba ajustado a los requerimientos vigentes.

Es de destacar la declaración de apoyo que le acaba de extender al anuncio de las nuevas normas, la licenciada Elena Viyella de Paliza, Presidenta de EDUCA. Mejorar la calidad del magisterio, ha sido una constante por parte de la institución creada un cuarto de siglo atrás por Manuel Tavares y otros empresarios de visión previsora con la finalidad de contribuir a mejorar la educación, con especial empeño en la preparación de los maestros.  Durante ese tiempo, su trabajo ha beneficiado a varios miles con significativos  aportes de actualización  y superación docente.

Realmente resulta innecesario destacar la importancia que reviste formar maestros debidamente capacitados  para impartir una enseñanza de calidad.  Es un axioma que sin buenos maestros es imposible lograr una buena educación, que debe ser en definitiva el objetivo fundamental que justifica y persiga la aplicación del cuatro por ciento,  sin que eso implique dar la espalda a las otras necesidades del sistema escolar.

Las carencias y fallas en este sentido son abrumadoras.  Basta con repasar los penosos resultados registrados en los distintos concursos convocados por el Ministerio para ocupar plazas vacantes y otras de nueva creación que reclama la tanda extendida, donde apenas un número muy pobre de aspirantes lograron pasar las pruebas de competencia.

Con las nuevas normas, la  carrera docente dejará en lo adelante de ser puerto de refugio donde, según admitió en semanas recientes el rector de la UASD, han ido a recalar quienes no pudieron ingresar en otras facultades y buscan en ella una oportunidad de empleo y de subsistencia, cuando en realidad se trata de una profesión que requiere una alta  exigencia vocacional.

Con la estricta aplicación de las mismas por el contrario, únicamente aquellos que dispongan de conocimientos básicos y de las aptitudes requeridas para llegar a ser un buen maestro, podrán ingresar a la carrera y graduarse como docentes.  Y esta será la mejor garantía de lograr el ideal de una enseñanza de calidad  para dotar al país de los recursos humanos capacitados necesarios para afrontar los retos que demandan sus necesidades y metas de progreso.