Cada día al abrir  el periódico  me doy cuenta que el nivel de violencia se eleva a niveles insoportables. Observo también, que las responsabilidades están divididas entre todos los componentes de la sociedad.

Hemos pasado del imaginario e infantil juego de la escuelita y “papá-mamá” que jugaban los niños, imitando las actividades cotidianas de los padres e intentos de elaborar comidas auxiliados por los abuelos, a la cruda realidad de tener jóvenes que abortaron su niñez y tienen lesionado el “mágico infantil” del crecimiento y con ello efectos devastadores para toda la sociedad.

Si revisamos nuestra historia, cada uno de forma particular tuvo un guía ancestral que también nos inculcó normas generales que conducen nuestra existencia, a la convivencia armónica y respeto a los demás. Como sociedad tenemos que hacer lo propio. En ese tenor, se enarbola mucho la “prevención” lo cual, si bien juega un papel fundamental para el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes, no se circunscribe a lo que el colectivo entiende es prevención, y es que no se trata solo de una campaña lineal que promueva el deber ser a nivel general, sino en su amplio espectro de la preservación de cada etapa de la vida de niños, niñas y adolescentes.

La inauguración de escuela, cancha deportiva y cualquier actividad recreativa que ofrezca diversión sana es una forma de prevención, sin embargo, las campañas de prevención deben ser integrales, más allá de una construcción. Pero, como colaborar con la prevención, si a los adultos nos falta educación, misma que implica esa preservación de los niños, niñas y adolescentes, cuando no tenemos el mínimo reparo en publicar imágenes y videos que afectan la intimidad e integridad de las personas en su vida privada, realizando comentarios lascivos a los cuales tienen acceso esas personas en condición de desarrollo, como la publicación de imágenes de las víctimas de actos violentos, que como consecuencia sus cuerpos se encuentran en condiciones dolorosas a la vista, y la dignidad de la persona y de sus familiares.

La prevención se compone de etapas, y cada una debe ser preservada para garantizar un sano crecimiento. No es posible que niños, niñas y adolescentes, tengan en la esquina la misma facilidad de comprar un refresco o golosina que adquirir bebidas alcohólicas. No es posible que en la actualidad nuestros hijos no tengan en la televisiva local espacios de educación integral, pero en cambio, tienen una gama de ofertas con alto contenido erótico y violento, en lo que respecta a las emisoras de divulgación, su música incita de manera directa conductas inapropiadas para un NNA, y más preocupante resulta la sustitución de los parques o áreas verdes para dispersión, lectura o descanso,  por centros de diversión donde el común denominador es la ingesta de alcohol y otras sustancias por parte de nuestros adolescentes.

Cuando se trata de hechos graves que involucran adolescentes y conflicto con la ley penal, no se hace esperar la demanda punitiva de incremento de sanciones, sin embargo, esos hechos son solo la punta del iceberg, muy pocas veces se verifica el contexto en el que ocurren los hechos de tal manera que nos permita identificar, qué está fallando en el entorno escolar y  familiar,  en el que se identifican conductas violentas de forma temprana, y no se recomienda seguimiento sicológico. Innegablemente como sociedad, tenemos responsabilidad en esto. La violencia está creciendo, las cárceles están llenas, la corrupción se coloca en niveles escandalosos, sin mencionar la ausencia de capacidad crítica y,  pedimos a nuestros hijos no emular lo que viven cada día en sus entornos? Será que caemos en una hipocresía social e institucional?

Lo que sugiere un necesario retorno a nuestros principios rectores, los soñados por los padres de la patria, los que consigna la Constitución de la República estrenada en enero del año 2010 y lo que aspira cada individuo que vive en sociedad.

Debemos trabajar para fortalecer la responsabilidad de los padres y el Estado en el desarrollo integral de sus hijos, tal como lo consigna la Constitución de la República, la Ley 136-03 que instituye el Código para el Sistema de Protección y Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes y todo un corpus iuris de derecho internacional del cual somos signatarios.

Vivimos en una sociedad enferma, donde la sola relación infrahumana que conocemos es el agobio, la incapacidad de relaciones honestas y de reciprocidad, esto estamos enseñando e nuestros hijos y por eso somos responsables.

Nuestra oferta curricular del nivel básico debe contener un espacio para la reflexión tanto individual como colectiva, que les permita conectarse con lo sencillo y simple. Recobremos el sentido común,  la sensibilidad y empecemos a cultivar el amor a la naturaleza de forma práctica, pero también nuestras almas, para valorar en su justa dimensión la creación humana. La escuela nos da la oportunidad de cimentar la sociedad que queremos de la mano de la prevención.