El inicio del año escolar para la educación pública se muestra ante un dilema en el que se han planteado alternativas de educación a distancia combinada con educación virtual para los lugares con acceso a internet y el uso de la radio y televisión para aquellos hogares con dificultades de conectividad.
La experiencia de investigación en centros educativos ubicados en distintos contextos rural, urbano y urbano marginal nos presenta que un proceso educativo a distancia y/o virtual puede presentar ciertas barreras como las siguientes:
- La educación a distancia necesita de la integración de la familia en el seguimiento y monitoreo del mismo sobre todo en la población infantil. Los hogares en nuestro país cuentan con estructuras familiares muy diversas como son: familias monoparentales matrifocales donde viven madres-hijos/as o abuelas/nietos/as, monoparentales patrifocales con padres-hijos/as, extensas con abuelas-tíos-tías-primos/as, nucleares formadas por padres o padrastros-madres-hijos/as y unipersonales en las que viven niños, niñas o adolescentes solos.
- Las condiciones estructurales de pobreza y pobreza extrema presionan a casi todas las personas que forman parte del hogar (incluyendo a niños y niñas) a buscar alternativas de obtención de ingresos fuera del mismo. La asistencia al centro educativo de forma regular durante el día (más aun con las jornadas extendidas) favorecía su protección y seguridad, en caso contrario se quedarían solos en los hogares o con hermanos y hermanas mayores que muchas veces son también niños/niñas o adolescentes. Se dificulta así el proceso de seguimiento por las personas adultas responsables y estarían muchos niños, niñas y/o adolescentes solos en el hogar frente a un televisor/radio o laptop para recibir educación a distancia, lo que no garantiza su efectividad.
- El proceso educativo ha descansado y descansa en las mujeres por el rol tradicional-sexista que le asigna la sociedad de madre y educadora. Establecer un proceso educativo a distancia sobrecarga a las mujeres de las familias que tienen que dedicarse a actividades productivas y reproductivas que de por sí ya las tiene bastante sobrecargadas por la escasa integración de muchos padres (en caso de que residan en el hogar) a las mismas, sea porque trabajan fuera del hogar, y cuando llegan o antes de salir tienen que preparar los alimentos y resolver labores domésticas o al regreso de realizar sus actividades como empleadas o en el sector informal. En el caso de las mujeres que no realizan actividades remunerativas tienen una gran sobrecarga con las tareas de cuidado de niños y niñas pequeños y las labores domésticas entre ellas la elaboración de alimentos.
- Las familias tienen en su interior varios hijos, hijas, nietos, nietas o sobrinos/as de distintas edades y en diferentes cursos y niveles. Un solo dispositivo (televisor, radio o laptop) no resolvería la demanda de la población estudiantil al interior de las familias.
- La ausencia de interacción entre estudiantes puede incrementar el desinterés de niños, niñas y adolescentes a recibir clases a distancia. Estudios realizados en centros educativos muestran que uno de los principales atractivos (a veces el único) para la asistencia de niños, niñas y adolescentes es la interacción con sus pares. La ausencia de esta interacción puede convertirse en un factor de riesgo para el ausentismo escolar.
Las condiciones antes descritas muestran un posible incremento de riesgo de ausentismo y deserción junto al trabajo infantil que se puede convertir en la opción para tener a niños, niñas y adolescentes integrados a la búsqueda de la sobrevivencia en medio de la crisis y la precariedad económica.
Las decisiones sobre cómo y cuándo iniciar el año escolar deben surgir de un proceso consultivo y de reconocimiento de la realidad y las condiciones microlocales y familiares en el ámbito nacional con énfasis en darle al estudiantado voz y voto, junto al personal docente y de gestión de los centros, familias y comunidades para que la presión de tratar de salvar el año escolar no se revierta generando un incremento de las desigualdades, deserción, vulnerabilidad de la niñez y adolescencia perteneciente a los sectores más pobres.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY