Conocí a Eduardo Sanz Lovatón, cariñosamente Yayo, a mediados del año Dos Mil Tres (2003), cuando recién llegaba de Francia de terminar sus estudios de Maestría y justamente cuando yo estaba finalizando mis estudios de derecho en mi Alma Mater, la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.
Le conocí en aquella época, cuando recién iniciaba a canalizar gran parte de mis inquietudes políticas que llevo desde que nací hasta el futuro y seguro día de mi muerte. Debo afirmar que la lucha que encarna Yayo por alcanzar el poder político, escapa de la actual visión mercader, mediocre y oportunista del ejercicio vacilante del poder que tanto ha envilecido al pueblo dominicano.
Por cuestiones del destino, al igual que yo, las aspiraciones de Yayo se diferencian de la mediocridad, tanto en términos personales, profesionales y políticos; en cada uno de estos aspectos puedo decir que Yayo se ha desenvuelto con respeto, decoro, coherencia, participación y tolerancia hacia los demás.
En el ámbito personal he sido testigo del proyecto de familia que ha construido, iniciado desde una edad en la que la mayor parte de nuestra juventud aspira a vivir en una ausencia absoluta de compromiso, tanto en términos personales como en términos sociales; la triste levedad del ser se pone de manifiesto en nuestra juventud que inspirada en ciertos patrones sociales se decanta por un estilo de vida light, aspirando a las soluciones personales y personalistas.
En el ámbito profesional, debo destacar que Yayo, desde temprana edad ha construido una empresa en el área del derecho, para lo cual, se precisa de una organización y visión, características sin las cuales no habría podido sostener su proyecto, pues muy probablemente, al igual que algunos jóvenes profesionales, se habría concentrado en invertir sus utilidades en maximizar el fútil disfrute de los placeres que nos impone el mercado.
En el ámbito político, defino a Yayo como un joven tolerante, participativo y democrático, a pesar de sostener posiciones contrarias a la suya y a pesar de habérselas expresado en términos radicales hacia su persona, siempre de parte de Yayo, he gozado de un respeto y del sano consejo de aprender a ser moderado, sugiriéndome que no debemos ofender y siempre guardar la cordura. Yayo goza del afecto de políticos jóvenes, no tan jóvenes y de la tercera edad, de diferentes partidos y modelos políticos con los cuales comparte sus ideas dentro del ámbito del respeto y la tolerancia.
Necesariamente he debido hacer estas puntualizaciones como respuesta al artículo de opinión de fecha 8 de marzo de 2015 publicado en este mismo diario, titulado ¨sobre el candidato a senador que no me representa¨, en el cual se exponen una serie de juicios de valores imbuidos en prejuicios personales y en relación a los cuales no voy a entrar en detalles.
No conozco a la autora de este artículo de opinión, pero quiero expresar que no comparto el contenido de sus juicios de valor, pues los mismos no se corresponden con la cultura de vida de Eduardo Sanz Lovatón.
Resulta extraño que la autora, saque a relucir sus juicios de valor a más de seis años de los supuestos hechos que expone en su artículo de opinión; resulta sumamente extraño, pues ya se avecina una contienda electoral en la que una propuesta con contenido sale a relucir en el escenario político, una propuesta orientada a rescatar las funciones del Poder Legislativo que tan degradada y desacreditada se encuentra, una propuesta diferente, que fuerza a otros contendores a debatir ideas en una nueva sociedad cada día más empoderada de la información.