Esta ciudad,

su artificio de distancia y soledad y domingo

precipita en mí lo que esconde

en sus grafitis y edificios de paredes sucias

Eduardo Lantigua

 

Conocí a Eduardo por su escritura. Leí Un pez atrapado en el desierto con mucha atención. Logré identificarme con la metáfora de dualidad que propone. Para el pez el desierto no es ajeno ya que la memoria sensorial no miente: el desierto fue alguna vez océano. Este tipo de traslados son arriesgados pero me apoyo en este confuso paralelismo para plantear la cuestión dual de la escritura en Lantigua.

Ya no estaban las palomas es un libro de cuentos breves en donde el conflicto no necesariamente se resuelve; dicho de otro modo, la moraleja del cuento no precisa de una resolución para manifestarse. La fortaleza está en la distribución de las zonas de suspenso y claro está, en el manejo del lenguaje. La combinación de lo anterior da como resultado una lírica. Estos atributos, pertenecen al espacio de lo práctico o mecánico, y la escritura de cuentos está sumamente relacionada con esta suerte de juego.

El cuento, por definición, no admite excesos. La destreza del escritor queda demostrada cuando a partir del minimalismo, consigue un ambiente cargado de poesía gobernado siempre por la fuerza narrativa. El primer cuento de la colección, “Pero mamá, tienes que dejar de fumar”, es muestra clave de ello. Las oraciones parecen hilvanadas para crear una atmósfera de tristeza y ternura. En algunas oraciones hay adjetivos prescindibles pero en general los momentos líricos son inmejorables: “Como si yo misma pudiera ver esos pájaros ahora aleteándole muy dentro, arañándole con las puntas de las patas las paredes frágiles de su corazón”.

Para complementar la dialéctica hablaré también del trasfondo social que permea estas historias, que si bien no son enteramente moralistas, obedecen a una moraleja, a una estructura sutil que apunta a los procesos sociales en República Dominicana. Finalmente, hablaremos un poco del héroe en el Caribe postcolonial y sus divagaciones alrededor de imágenes huecas y perturbadoras. Estas transformaciones son importantes a la hora de acentuar una escritura asentada en el transtierro.

Nostalsong: En Desde el fracaso: narrativas del Caribe insular hispano en el siglo XXI, Magdalena López plantea cuestiones fundamentales en una escritura que nace de un conflicto y el deseo de abarcarlo determina su condición. López explica que explorar el fracaso como motivo de escritura permite crear un vocabulario a partir de los usos de la derrota, “La experiencia de la derrota aparece atravesada por una tensión entre la aniquilación y la fijeza y, la apertura y movilidad”. El fracaso antillano presenta al héroe y a la heroína a merced de los designios caprichosos de divinidades terribles y terrenales, y sus propias decisiones; héroe y heroína descubren que pueden ser personajes importantes de su tiempo y ponen a prueba los recursos, alcances y límites de la movilidad. Digo movilidad porque de este aprovechamiento del fracaso lo que me interesa es la libertad que representa el movimiento. En el primer cuento mencionado ya, el personaje principal es una especie de Electra que se ha quedado detrás, en la casa, al cuidado de la madre enferma, mientras la hermana Rosaura se ha marchado en la ciudad y hace tiempo no se sabe nada de ella.

Electra ubica, en el viaje para encontrarla, una posibilidad de escapar de la atadura. Esto no pone en duda que quiera a la madre o no, pero el autor presenta claramente que el viaje significa también una posibilidad. La mujer se deja impactar por la ciudad, lo que permite que el narrador pueda seducir con descripciones, símiles y lo que mejor está trabajado en esta escritura, que es el suspense. Luego de varias indagaciones, aparece una amiga de la hermana desaparecida, explicando que Rosaura estaba en trámites para irse en yola a Puerto Rico (otra vez viaje y movimiento). Las peores sospechas de la hermana se confirman y luego se presenta el problema de cómo pasarle la noticia a la madre, ¿cómo hacerlo?, ¿valdrá la pena intentarlo? Estos son los fantasmas de la duda que arropan a nuestra protagonista en el autobús de regreso (finalmente, viaje y movimiento).

Lo anterior demuestra que el viaje representa en sí una dualidad y esas decisiones que toman los héroes, pueden ser dinamitadas por la parte metafórica del viaje, lo que no se puede controlar. En el cuento “La buena suerte no es de quien la busca” puede identificarse claramente la dialéctica entre lo práctico/mecánico y el elemento metafórico. Esta trama balancea el concepto del juego dentro del sueño. El espacio es ya la gran ciudad de Nueva York y el sujeto es otra viajera, una mujer perdida en un sueño de violencia en el subterráneo de la gran ciudad. La idea es distraer un poco con el absurdo mientras se le saca partido al variopinto conjunto de sonidos, acentos y formas en la contradicción que es Nueva York. Vale la pena destacar que la condición del autor no es ajena a las historias. Resulta obvio que estos cuentos son también la forma de preguntarse por la condición propia del escritor que viaja, que se mueve, que escribe del lar fuera de él. Esta propuesta filosófica reproduce a su vez otra suerte de cuestionamientos: ¿Cómo escribe el fracaso y la derrota aquel que no está? ¿Qué significa no estar?

La diatriba del héroe: El héroe de la sociedad neocolonial dominicana está hecho de tiempo y deseo. Existe una suerte de inmediatez en la construcción del héroe, esa inmediatez viene acompañada de un ansia tenaz. El momento histórico de lo que se conoce como la Revolución del 1965, presenta una oportunidad para la creación de figuras consoladoras para el espíritu, la redundancia es válida, revolucionario. El cuento que da título a la colección navega en estos mares del tiempo y el deseo, con el mismo sistema lúdico-lírico que da cohesión tanto a los cuentos como al texto como un todo:

 

Sin pensar en definitiva en el tiempo, ese animal agazapado entre los resquicios

de la ciudad y sus calles, los callejones, sus edificios y oficinas, siempre muestra

lo que es tal y como es sin ayuda de artificios ni magos de parques y estaciones de trenes: tan solo con la ayuda del tiempo. (61)

 

El urdimbre en esta historia lo componen los hijos y las hijas de aquella revolución. Estas voces cuentan los golpes del paternalismo, el regreso de la novela del dictador con cada trompada, cada muerto en la constelación de negociaciones entre Joaquín Balaguer y los Estados Unidos y la resistencia de emigrar, y si hay que emigrar pues irse a México en vez de a Nueva York. Luego la claudicación, el adiós al amor, que es tierra o cuerpo de mujer. Este cuento es genial, es una película de los ochenta contada desde un motel.

Ya no estaban las palomas, como libro, es la muestra de un escritor de sagacidad sutil, consciente de que lo importante es la historia y a la vez, sensible ante la responsabilidad propia, no histórica, de utilizar nuestros transcursos para pincelar la narración. Lantigua hacia el final del texto propone ciertas divagaciones filosóficas alrededor “de algunas constantes o parámetros fundamentales para una tabla de verdad o matriz o sistema válido al momento de elaborar mis historias y sus discursos narrativos”. (105) Allí también se habla de la referencia histórica, del ritmo emotivo y la grandeza del mundo maravilloso del cuento. Los lectores de Un pez en el desierto  y de los poemas de La inagotable lectura encontrarán en este libro una pista infalible para adentrarse en el misterio de la escritura de Eduardo: el texto está en nosotros, la prole del fracaso, los que robamos astillas de oro a la derrota.

 

Rey Andújar

Chicago, abril 2017.

 

Este texto aparece en una antología de textos sobre la obra de Lantigua que ha sido publicada recién por Mediaisla Editores. El libro se titula Eduardo Lantigua: Una lectura inagotable.