Siempre me han seducidos aquellos que se han retirado a tiempo: Rimbaud dejando la tinta en su correcto lugar, Glenn Gould  y los Beatles dándole la espalda a los aplausos en directo, Jim Morrison en su bañera parisina, Salinger comprando algunas golosinas y sin la tensión que sería esperar el veredicto de los lectores, a veces fulminantes, René del Risco y Miguel Alfonseca, rayando los 35 años y diciéndole adiós a las letras.

Hace años escribí un artículo sobre la importancia de que Freddy Beras Goico se retirara de las pantallas, descansara y nos hiciera descansar. Freddy me escribió una hermosísima carta, donde me decía que "se puso a llorar" porque en mi texto le hacía recordar tantos momentos hermosos que había pasado en la pantalla chica. Fue para mi bien triste ver cómo Freddy dejaba de ser El Gordo programa a programa, hasta que finalmente un motorista que flanqueaba su féretro sería uno de los héroes de su entierro. Así las cosas: pienso en aquel Freddy a quien conocí en RTVD en 1972, en vivo, en aquel telemaratón en apoyo a la devastada Nicaragua, cuando llevé una funda de comida, y a quien nunca más pude ver en vivo, pero sí semana tras semana, día tras día, noche tras noche, en aquel país dominicano.

Todo esto surge, como si levantara un telón, para informarles nuestro yin y nuestro yan particular para el 2014: Ediciones Cielonaranja cumple 30 años. Con motivo de esta festividad, que lógicamente no haremos en todo lo alto, porque todo lo alto produce mareo, desaparecemos como editorial. Los libros quedarán a disposición del público, porque los estamos subiendo a Create Space, una plataforma de Amazon que los imprime y los distribuye. En los últimos meses hemos estado trabajando en ese proyecto. El resultado conforta: ya están ahí, disponibles, más de sesenta títulos de nuestro catálogo. Seguimos trabajando para que en el lapso de cinco o seis meses, todos estén asequibles por esa vía.

Cuando surgimos en 1984, nos propusimos ofrecerle a la joven literatura un espacio de publicación, distribución y lectura pública. El libro debía ser una fiesta. Nuestras primeras actividades estuvieron marcadas por un concepto necesariamente festivo, donde la amistad, el cariño, las noches sin límites y a veces con límites eran la norma. Esas andanadas comenzaron en 1984 con un acto en la Librería La Trinitaria, donde poníamos a circular “XX Century (aún sin títulos en español)”, de Martha Rivera, con dos textos suyos interpretados por Patricia Pereyra, y con dos introductores de primera fila: Carlos Francisco Elías y Wilfredo Lozano. Las espirales de esas festividades concluyeron en 1990, en el Centro de Cultura Hispánica, lanzando otro poemario vital de aquellos años: “Mandala de Sueños”, de Sandy García. Esa noche las “Ediciones de la Crisis” comenzarían un proceso de reconversiones que desembocarían en Ediciones Cielonaranja.

Desde 1990 hasta el presente, siempre que hemos estado en Santo Domingo se ha organizado una mínima fiesta de las letras y el espíritu. Hemos recorrido en este tiempo lugares tan disímiles como el Cementerio de la Av. Independencia, la Biblioteca Nacional, el Palacio Consistorial, Casa de Teatro, el Centro de Cultura Hispánica ya mencionado, aparte del Parque Duarte, y más recientemente, nuestro Parque de los Poetas, donde ya tenemos una especie de fuerte.

Desde el 2003 hemos asumido casi exclusivamente el espacio público, buscando intimidad y sin convocar a la Prensa o los Medios de Comunicación, que a veces son tan atosigantes. No es pasión hortera por el anonimato: es propuesta de viajar para adentro, sin testigos que no sean los actores –la gente que va por la simple literatura.

Esta propuesta de asumir libros y palabras nos ha conducido por el camino de la felicidad: encontrando amigos newyorkinos en “La Negrita”, o en un par de bares de Madrid, sin descontar espacio más amplios como las Ferias del Libro en Leipzig y Frankfurt, y una muy curiosa gira que nos tocó por universidades de Calcutta y Nueva Delhi.

Los libros en Santo Domingo, hechos “a mano”, se han producido en un espacio ideal: la empresa Copy Marca, a cuyos administradores, Semi y Claudio del Villar, y a su personal –Serafín, Pedro, Lourden, Gregorio, el esfumado Ramón, a Sistema, entre otros, les estamos mucho más que agradecidos, por la paciencia, el cariño y los litros de café consumidos. También recordamos nuestros primeros cinco años, cuando armábamos toda una red para sustraer resmas de papel y exténsiles en oficinas públicas y ONGs e imprimir nuestros libros, en aquella mítica máquina de CEPAE, en imprentas y con amigo que "mencionar no podemos". Así las cosas: sustraíamos para luego dar.

En estos casi treinta años nuestros libros han circulado de mano a mano. Debido al embrollado sistema de “libros dominicanos en librería dominicanas”, hemos optado por no asumir esa vía de distribución. Siempre hemos tratado de presentar buenos libros, de fácil acceso en lo económico, pensando que un libro debía producir otro libro.

Durante estos años hemos oído insistentemente “que no hagamos libros a mano”, que se los “llevemos a un Banco o una institución”, y nosotros siempre hemos respondido que ya tocamos muchísimas puertas y que ya los nudillos no quieren seguir adoloridos.

Durante estos años hemos recogido el fruto amargo de nuestra “crítica”, “ensayistas”, “periodistas”, tal vez porque no regalamos nuestros libros ni ofrecemos viajes o sancochos o subimos egos a altura siderales. El resultado podría ser triste para otros. En estos treinta años sólo un puñado de amigos ha escrito sobre nuestras ediciones: Ángela Peña, José Rafael Lantigua y Carlos Francisco Elías. Curiosamente, publicaciones de Malasia, Alemania y la India se han interesado más en el caso de nuestra editora independiente que en el mismo país dominicano. Hasta ese punto llegan nuestros hoyos lunares. Pero no contamos esto para generar lástima o compasión: lo hacemos para que pueda comprenderse la importancia de insistir en lo que se cree, teniendo claro el clima que nos toca, porque al final el éxito no dependerá de la cantidad de ocho columna que te dediquen, sino por la alegría de confirmar que ya somos una familia del alma. No buscamos homenajes ni diplomas: rechazamos de plano toda esa parafernalia. El que nos quiera “ayudar”, que compre nuestros libros o apoye económicamente nuestro espacio web.

Junto a  la publicación de autores-amigos-cómplices iniciales, como Martha Rivera, G. C. Manuel, Julio Castillo y Sandy García-, también comenzamos un proyecto de recuperación de autores clásicos dominicanos, como René del Risco Bermúdez y Juan Sánchez Lamouth. Posteriormente, seguimos con Miguel Alfonseca, Pedro Andrés Pérez Cabral, Ricardo Pérez Alfonseca, Tomás Hernández Franco, Manuel Zacarías Espinal, entre otros. También estamos recuperando autores como José Moreno y Marcel Niedergang, tal vez los dos estudiosos más incisivos sobre el tema de la Guerra de 1965. Un proyecto que más nos complace es la compilación de la obra completa de Erwin Walter Palm, de quien ya publicamos tres tomos de estudios de arte y arquitectura colonial del Nuevo Mundo. Otro de los últimos  grandes proyectos en el que estamos implicados es la publicación de la Obra Completa de Pedro Henríquez Ureña. Cuando ya llevábamos publicado seis volúmenes, en el 2010, el Ministro de Cultura de entonces, José Rafael Lantigua, nos brindó un apoyo que nos permitió completar ese trabajo, viajando a México y Nueva York, contratando personal en Cuba y España. En este año se han publicado los primeros siete tomos de esa obra, esperando que el Ministerio pueda luego publicar los siete tomos restantes.

Hay libros bastante especiales, porque fueron hecho para un evento, y lamentablemente no pudimos darlos a conocer en nuestro país: una antología en español-alemán de Soledad Álvarez para el Festival de Literatura de Berlín, los dos primeros libros de cuentos –en uno solo- de Aurora Arias para la Latinale, y la edición, en inglés, de Science Suction, de Rita Indiana Hernández, que llevamos a la Feria del Libro de Calcutta en el 2007. Un trabajo que nos produjo muchísima alegría fue la presentación de una antología de cuentos dominicanos en alemán, traducidos por el querido amigo Alexander Wiese, Sonne und Fenster: Erzählungen aus der Dominikanischen Republik. Otro proyecto también bastante grato, fue la colaboración en la traducción al bengalí de otra selección de cuentos dominicanos, publicada por la Sociedad Hispánica de Kolkata. Abrir mercados, oídos: esa ha sido nuestra propuesta de lanzamiento de la literatura nuestra.

A finales del 2013 hemos lanzado la Biblioteca de la Imagen Dominicana.  En cinco volúmenes recogemos la más amplia colección de postales dominicana, tratando de pensar lo que alguna vez fuimos. Todavía falta el primer volumen, donde presentaremos una amplia colección de grabados, fotos y mapas, desde la fundación de Santo Domingo hasta principios del siglo XX.

Todavía tenemos pendiente algunos proyectos para el 2014: el primer tomo de la Poesía Completa de Jeannette Miller, la Narrativa Completa de Antonio Lockward Artiles, también la Narrativa Completa de Tulio M. Cestero, y una selección de lo mejor de Máximo Avilés Blonda, posiblemente una antología de poesía dominicana contemporánea. Tan pronto publiquemos estos textos, entonces nuestro proyecto habrá concluido.

Agradecemos a todos los que nos han dado su calor, sus abrazos, sus sonrisas, su presencia, en este rodar por tantas partes. En esta recta final, dos amigos se han convertido en pilares de nuestras actividades: Maurice Sánchez y Ángel Rosario, quien han diseñado desde hace más de cinco años toda un flota de hummers y yipetas, en forma de bizcocho, y que hemos disfrutado a veces bajo tremendos aguaceros.

A veces hay que despedirse a tiempo.

Después de 30 años de estar bregando con libros –escribiéndolos, haciéndolos, vendiéndolos, etc.-, y de ver el panorama intelectual de nuestro país, les confieso que estoy más que cansado por tanta mediocridad con oropeles, diplomas y premios nacionales. Ahora sólo me interesa concentrarme en mis amigos, mis estudiantes de urbanismo, un par de lectores, la gente que lee y disfruta porque le da gana y no hay que dejar constancia. Ya no podemos hacer más que lo que hemos hecho.

A veces hay que reembobinarse.

Ya no es tiempo de “morir frente al sol”, como quería el apóstol.

A nosotros que nos busquen una sombrita.