Como hacen muchos dominicanos, me gusta pasear por la Zona Colonial. Sin duda, es uno de los lugares más agradables de la capital dominicana y destino de miles de turistas quienes, entre palomas y fanfarrias, reviven, aunque de manera inconsciente, el inicio de la saga de los europeos que, desde esta hermosa isla, sometieron a todo el continente.
La estatua de Cristóbal Colón, en el corazón de la Ciudad Colonial, es un recordatorio de ese lejano 1492, cuando aún no estaba claro sobre lo que se convertiría en uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad.
La historia de los conflictos siempre la escriben los ganadores. En el caso americano, a las decenas de millones de subyugados no le dejaron nada. No sabemos muy bien cómo era la vida aquí antes de la llegada del italiano Colón al mando de los barcos españoles que iniciaron la aniquilación de pueblos y sociedades enteras. No nos queda ningún rasgo indígena. Somos, como sociedad, fruto de esta derrota: la incapacidad de mirar a los más débiles con compasión, con respeto, con dignidad. Nos faltaba eso 500 años atrás y nos falta ahora. Y el escenario son estas antiguas casonas y callejones que conforman el acervo arquitectónico histórico más importante del país.
En la misma Zona Colonial que fue el punto de partida de las guerras de conquista del continente, hoy vemos una miríada de rostros dominicanos o extranjeros, de personas que aún padecen los males de un país que necesita avanzar en el respeto de los derechos humanos. Son hombres, mujeres, niños y niñas que buscan sobrevivir mediante la venta voluntaria o involuntaria de sus cuerpos y su dignidad, en un país que necesita reflexionar sobre las nefastas consecuencias de su proceso de colonización.
La historia de América Latina es una historia de desigualdad y concentración de poder, en la que importantes sectores de la sociedad se ven marginados y obligados a resignarse a una vida de pobreza y explotación. Después de tantos siglos, esto es más real que nunca.
Estos son los ecos de la Zona Colonial: sonidos tristes que al caer la noche se pueden escuchar a través de las insistentes e insinuantes invitaciones de mujeres jóvenes con ojos tristes y rostros pintados, que se ven obligadas a vender sus sueños, sus cuerpos y su futuro.
Los alegres sonidos que salen de los grupos musicales y establecimientos de la región disfrazan otro canto triste, el de la situación de pobreza e indignidad que vive esa gente. En el lugar donde comenzó la exploración del nuevo mundo, todavía hay personas que sufren las consecuencias de un pasado que insiste en existir, más de 5 siglos después.
Pero hay esperanza de que la realidad se pueda transformar. La revitalización de la Zona Colonial es uno de los proyectos del gobierno dominicano, anunciado por el presidente de la República en su rendición de cuentas a la Asamblea Nacional el pasado 27 de febrero. El presidente dijo que hay planes para obras importantes en la región, con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo, ¡y esta es una excelente noticia! Pero aunque exista un compromiso gubernamental para llevar a cabo tal iniciativa, también hay variables que se están escapando de nuestro control. Como vengo insistiendo, tal financiamiento del BID puede no ser posible, debido a la incómoda situación en la que se encuentra República Dominicana en el informe anual sobre trata de personas, lo que puede hacer que Estados Unidos, de acuerdo con la legislación que aplica en tales casos, impida que se otorgue dicha financiación. Esto perjudica no solo los planes relacionados con la Zona Colonial, sino también otros que se están planificando con recursos de Estados Unidos, bancos regionales de desarrollo y el Fondo Monetario Internacional. Y eso puede suceder a partir del próximo año.
La sociedad civil se ha estado reuniendo a través de la Coalición de la Sociedad Civil Contra la Trata de Personas, con el fin de encontrar oportunidades de apoyo al gobierno dominicano, en particular para prevenir una situación que no es buena y que podría empeorar mucho. Entre las diversas recomendaciones emitidas por el Departamento de Estado de Estados Unidos hay algunas que pueden adoptarse ahora mismo, si existe un compromiso estatal para resolver estos problemas.
Veamos algunas de esas recomendaciones:
La primera y más importante de ellas se refiere a la necesidad de modificar la actual Ley No. 137-03 sobre Tráfico Ilícito de Migrantes y Trata de Personas. Esta ley fue promulgada en 2003 y ya no responde a las necesidades actuales de las autoridades encargadas de combatir este flagelo. El gobierno dominicano organizó, en el segundo semestre de 2019, con la ayuda de Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) mesas de trabajo para discutir un nuevo texto de ley. Estas mesas, en las cuales participó también la sociedad civil, dieron como resultado un borrador que moderniza enormemente la forma en que se previene el crimen, se persigue a los criminales y se protege a las víctimas. Además, proporciona fondos específicos para dotar al país de los medios para trabajar, que actualmente no existen.
Otro punto importante es que el Estado dominicano debe investigar y perseguir a los funcionarios o empleados cómplices de casos de trata de personas. Según el informe, ha habido casos en los que empleados del gobierno se han aprovechado de su autoridad para cometer delitos. Creemos que es necesario empoderar e invertir en las unidades de control interno del Ministerio Público y la Policía Nacional, para que ambas investiguen los casos existentes, así como adopten protocolos que minimicen las posibilidades de que hechos lamentables como estos vuelvan a ocurrir.
Otra recomendación del informe se refiere a la provisión de albergues y hogares seguros para las víctimas. Hay pocos espacios para personas rescatadas por policías y fiscales en el país, y ni siquiera hay uno en Santo Domingo para víctimas de trata. La Coalición Nacional contra la Trata de Personas alienta al gobierno a establecer un hogar modelo, con recursos humanos, materiales y económicos para que no solo puedan recibir a estas personas con dignidad, sino que también tengan un proceso psicoterapéutico que las restaure física y emocionalmente.
Como último punto de énfasis está el relacionado con el turismo sexual. Sabemos que hay una porción importante de turistas que llegan a nuestro país con el objetivo de practicar el turismo sexual, que victimiza a las personas de las que abusan sexualmente. Y hay varias formas de minimizar las posibilidades de que ocurra este delito. Medidas tan simples como conectar el sistema de control migratorio dominicano a las bases de datos de Interpol pueden generar alertas automáticas siempre que un depredador sexual u otra cualidad de criminal quiera venir a República Dominicana. En estos casos, las autoridades migratorias podrían impedir que esa persona ingrese al momento de su llegada al país.
Estas son solo algunas de las recomendaciones contenidas en el informe estadounidense, que de cumplirse pueden sacar al país de esta triste situación en la que se encuentra, además de viabilizar que se puedan materializar las iniciativas recientemente anunciadas por el gobierno, entre ellas la remodelación de la Zona Colonial, traerá otros resultados positivos al país.
Pero además de las necesarias reformas al conjunto arquitectónico nacional, se requiere una profunda reforma en la forma en que República Dominicana trata a su población más vulnerable, inclusive a la que diariamente es victimizada en las calles de la Ciudad Colonial.
No podemos esperar otros 500 años.