Algunos de mis lectores y amigos, me preguntan porque no escribo más sobre economía y explico con detalle el problema fiscal al que me refiero insistentemente o sobre la deuda pública y sus amenazas.

Igualmente, que hable sobre el mercado cambiario, el empleo o sobre sectores estratégicos, como la agricultura, la industria y los servicios.

Es cierto que en casi todos mis artículos toco algunos de estos temas, pero no para hablar del déficit per-se o para decir cuanto debe el país. Tampoco sobre los problemas de competitividad que afectan al sector exportador.

Los menciono solo para advertir que el déficit fiscal es un gran problema y debe resolverse de inmediato. O que la deuda llegará a un punto que se hará impagable si sigue su ritmo de crecimiento.

Pero prefiero usar estos temas como referencia colateral para incursionar en otros más importante. Me refiero a las reformas que el país necesita para avanzar y sostener un crecimiento saludable y más equitativo.

El problema fiscal o la deuda son derivaciones de esta falta de visión para modernizar un país que se debate en el atraso y la miseria.

Nada resuelve una reforma fiscal integral o como la llamen si no hay una reforma del estado que elimine esa maraña de instituciones fantasmas, que transparente el manejo de las finanzas públicas, que reduzca de un tajo el tamaño de la nómina y la limpie de vagos y come cheques, que sea un facilitador de la iniciativa privada y no pretender sustituirla y que enfrente con mano dura la corrupción que se ha enquistado en todos los estamentos del Estado.

Es lo que pasa con el crecimiento económico. Lo hacemos muy bien y nos vanagloriamos de nuestro liderazgo en la materia. Pero ¿para qué? La falta de reformas impide que ese crecimiento se transforme en desarrollo y su fruto se distribuyan con más equidad. Como esta ahora hora solo amplia la brecha entre ricos y pobres.

Yo recomiendo a los que quieren tener más información cuantitativa sobre la economía que lean a otros articulistas más jóvenes y otros no tan jóvenes, que tienen una columna semanal en los medios escritos.

Algunos de ellos, como Pavel Isa, Ernesto Selman, Andrés Dauhajre hijo, Félix Santana, Miguel Ceara, Arturo Martínez Moya, Alejandro Fernández o a un líder del periodismo dominicano, como es Juan Bolívar Diaz, entre otros, son asiduos analistas de temas económicos relevantes, aunque en ciertos casos, los separe un abismo en sus puntos de vista.

Los leo a todos porque hacen muy buenos análisis, aunque no siempre este de acuerdo con ellos. Contribuyen con el entendimiento de muchos temas que no son tan fáciles de digerir por la mayoría de los ciudadanos.

En sus artículos también se refieren con frecuencia a lo que a mi más me preocupa: los obstáculos institucionales que impiden que el crecimiento sea más justo y equitativo, los que nos conduce nuevamente a las reformas.

La reforma eléctrica, el Código Laboral, reformas en la educación y la salud, la reforma judicial, reforma políticos-electorales, reforma fiscal y en fin una serie de reformas del poder ejecutivo para sanear de una vez por todo el caos institucional que existe en el país, donde prevalece el nepotismo, los sobresueldos, los empleos múltiples y una nómina saturada de militantes políticos y de vagos.      

Es una tarea ardua. Hay que romper moldes Requiere valentía y coraje. Y aquí hay muy poca gente dispuesta a asumir ese riesgo.