Aclaración:

El artículo de la semana pasada había sido pensado para una sola entrega; una afortunada confusión en el título ha hecho suponer que seguiríamos con la continuación del mismo en esta semana…..entonces aprovechamos la oportunidad y continuamos con nuestra opinión.

De la palabra a los hechos

En nuestro afán por pasar de la palabrería a los hechos, de la teoría a la acción, de los proyectos de concursos o académicos a la realidad profesional emparentada con el libre mercado, nos hacemos la promesa y el propósito de insistir de vincular nuestro ejercicio diario con nuestras utopías más intimas sobre ecología y construcción. Hacemos pública confesión de que no siempre es posible.

En estos casos en que conciliar el sueño con la realidad no es factible y en que nos sentimos próximos a la claudicación de los principios más nobles que habitan nuestra parte humanista, comenzamos a pensar en medidas compensatorias,  en plan de justicia expiatoria e incluso en clave superyoica(1)

En ese preciso instante nos preguntamos ¿es justo que la preservación o no del medioambiente, que se puede ver afectada con nuestro trabajo de proyectistas, esté condicionada únicamente a nuestra conciencia y sentido medioambiental? El lector sabe que no y nosotros también.

Los estudios de impacto ambiental que exige la administración pública en la Republica Dominicana tienen un alcance que por lo menos sirve de engorro – como un trámite más-  en determinados proyectos, pero aún esta normativa está lejos de ser una política de estado con todas sus implicaciones. Somos conscientes que desde los estamentos encargados se quiere hacer un esfuerzo en la dirección correcta, pero con buenas intenciones y falta de apoyo es poco lo que se consigue.

La ley está hecha para cumplirla

Desde pequeño en nuestros ambientes calvinistas aprendimos que la ley estaba hecha para ser cumplida, pero en nuestra vida diaria entendimos exactamente lo contrario y aprendimos que la luz amarilla significaba acelerar e intentar pasar en lugar de disminuir para esperar el rojo. En nuestros países, esos que los grandes han tenido a bien llamar “en vías de desarrollo” tenemos más o menos leyes, pero desde luego mucho más propensión a violarlas.

Los marcos regulatorios que en materia de medioambiente y construcción rigen en nuestro país (poco o nada interrelacionados uno con otro), deberían ser reforzados y cruzados sus datos, ya no sólo para la elaboración de un Código Técnico de la Construcción que trace las directrices de TODO el ejercicio profesional, sino también mediante dispositivos legales y normativa urbanística municipal que administre la cosa y no nos permite salirnos del redil.

¿Hace falta ampliar y reforzar nuestro marco legal relacionado con la construcción, el medioambiente y el bienestar colectivo? Es necesario, llevará su tiempo pero es el camino. Educación y normativa la mutual del éxito.

Pero….¿Será esto posible en el país de los talleres de vehículos en las aceras de los barrios? ¿ Será posible que el constructor y/o el proyectista valore de igual manera los costes económicos y los costes medioambientales?  ¿Seremos capaces de no permitir que una grancera se coma la ribera del río junto con su lecho?  ¿Evitaremos comprar ese material, aún siendo más barato, sabiendo que lesiona al medioambiente?  ¿ Antepondremos el bien común a nuestros propios intereses o por lo menos los haremos coexistir en armonía?  En el país del DLMP (Dame Lo Mío Primero) significará un gran desafío, pero esto no significa que no será posible: la conciencia ciudadana va en aumento y eso siempre será garantía de avance… Costará lo suyo pero talento para las grandes empresas le sobra a este pueblo vencedor de mil batallas.

Mientras tanto y en lo que el hacha va y viene, procuremos en nuestro día a día profesional ( no solo constructores y proyectistas)  optimizar los recursos energéticos y proteger al medioambiente…o lo que en nuestro caso sería: continuar de la palabra a los hechos.

Notas:

  1. El Superyó es la parte de nuestra psique que contrarresta nuestros impulsos más elementales, representa los pensamientos éticos y morales, el deber y los sentimientos de culpa. Junto con el Ello (impulsos más elementales) y el Yo ( el equilibrio entre uno y otro) forman la definición hecha por Sigmund Freud sobre la psiquis humana. Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Ello,_Yo_y_Supery%C3%B3