Si bien es cierto que, al margen de presiones y emociones los gobiernos están impuestos a actuar con serenidad y no tomar decisiones precipitadas, tampoco la prudencia puede llegar al extremo de convertirse en inacción, más cuando de por medio existen circunstancias de apremio. Tal ocurre con el caso la empresa Lajún y el vertedero de Duquesa, donde la impresión que se recibe es que al caso se le están dando demasiadas vueltas sin que las autoridades acaben de tomar el toro por los cuernos.
Hasta ahora, la Lajún se ha estado manejando como el clásico “chivo sin ley”. De manera arbitraria y unilateral, limitó el horario de acceso al vertedero y redujo el servicio de vertido de lunes a viernes, como un elemento de presión a los ayuntamientos tratando de imponerles una tarifa absolutamente desproporcionada, donde en algunos casos el aumento pretendido llega a nada menos que el mil por ciento. Más aún, se negó a recibir la basura de tres cabildos.
Con ese proceder abusivo, ilegal e irresponsable, la Lajún originó un grave problema sanitario y puso en alto riesgo la salud de los 3 millones 500 mil habitantes que en números redondos conforman la población del Gran Santo Domingo. Los intentos de mediación que se han llevado a cabo para buscar una salida negociada al conflicto generado con los ayuntamientos, parecen no ofrecer posibilidades de solución razonable, ante la actitud intransigente asumida por la Lajún.
Aún cuando el vertedero se encuentra supuestamente intervenido y bajo control del Ministerio de Medio Ambiente, la Lajún ha seguido actuando por su cuenta. Pruebas al canto: los supervisores de los distintos ayuntamientos se les niega el acceso a las oficinas de Duquesa y son mantenidos a la intemperie. Peor todavía: la basura que se lleva al vertedero no está siendo pesada por lo que la Lajún reporta como recibida la que conviene a sus intereses.
Según el geólogo y destacado ambientalista, Osiris de León, amplio conocedor del tema y miembro de la Academia Dominicana de Ciencias, hay suficientes motivos para cancelar el contrato con la Lajún.
(Por cierto, desde hace media docena de años reposa en el Congreso un proyecto de ley remitido por el propio de León con la finalidad de enfrentar y propiciar solución al gravísimo problema de la contaminación en el subsuelo del agua de consumo humano por parte de las fecales en la ciudad de Santo Domingo. Una verdadera bomba de tiempo que caso de estallar, lo que ocurrirá algún día si no se acaban de tomar las previsiones de lugar, desataría una epidemia de gravísimas y letales consecuencias, cuyo control, aparte de la irreparable pérdida en vidas humanas, resultaría mucho más costoso y complejo que montar un sistema de purificación adecuado, cuyo monto actual el propio de León estima en unos dos mil millones de dólares).
Volviendo con la Lajún y las razones para cancelar el contrato de Duquesa. Por un lado, cuenta la supuesta propiedad de los terrenos que ocupa el vertedero y cuya pertenencia presenta aspectos tan oscuros y cuestionables, que no solo permiten poner en duda su validez sino que arrojan la legítima sospecha de maquinaciones turbias.
Por otro, la violación de las más elementales normas de preservación al medio ambiente que representa el vertedero de Duquesa, con el consiguiente riesgo permanente para la salud de quienes laboran en el mismo, el entorno más cercano y la población en general, así como el incumplimiento de otros distintos aspectos del contrato por parte de la empresa.
En un sentido más amplio, lo cierto es que la permanencia del vertedero resulta como un puñal clavado en el corazón del Gran Santo Domingo, constituye una continua agresión al medio ambiente, una auténtica afrenta sanitaria, un riesgo permanente la salud y una eterna fuente de conflictos.
Lo que procede, sin más demora, es comenzar a trabajar en un relleno sanitario manejado con toda la eficiencia y sentido de aprovechamiento que provee la tecnología moderna. Esto si queremos que realmente la capital y los municipios que conforman el Gran Santo Domingo, alcancen un nivel de razonable sanidad y limpieza en vez del chiquero que son al presente.