Duquesa es el nombre de un vertedero de un país que camina a la deriva; Duquesa es el producto de una estafa al Estado apadrinada desde el poder político corrupto; Duquesa es la indolencia de varios gobiernos cómplices y corruptos que se han burlado de esta nación adolorida y de su propio pueblo. Duquesa es el cuerpo del delito de unos carajos convertidos en "empresarios", robándose un bien público, bajo el silencio oficial de funcionarios, que se enriquecen de un sólo golpe para toda la vida. Duquesa es un infierno bajo la gran humareda que asfixia a tres millones de habitantes que no tienen gobierno, sino amo. Duquesa es el plan de la multiplicación de la pandemia. La causa innoble de un pulmón humano que colapsa. Duquesa es un disparo al corazón de una madre, cuyo niño se le muere en los brazos.

Lo que está ocurriendo ahora en el Vertedero de Duquesa, y ha ocurrido durante muchos años en otros gobiernos, es la más clara señal de que nuestro país necesita un cambio de gobierno y de modelo económico, político, cultural, social, moral y ético. No es un parto cualquiera ni es fácil, pero hay que parirlo sin cesáreas, pujando a fuerza de amor, de compromiso, de coraje y, muy especialmente, a fuerza de Patria. Duquesa es uno de los más grandes desafíos del próximo gobierno que se instalará en unos cien días. Será una prueba de fuego para la nueva gestión que encabezará Luis Abinader. De ésto no hay duda. Nunca habíamos estado tan urgidos de la justeza de la necesidad de cambio.

La historia del Vertedero de Duquesa es una vergüenza para la nación y una burla cruel para todos los dominicanos, donde

quiera que se encuentren en este planeta. Esta historia es espantosa. Se trata del saqueo público de una porción de los terrenos del CEA a través de falsificaciones comprobadas de documentos públicos hechas por un carajo a la vela, que fue capaz de falsificar documentaciones oficiales, que van desde el Consejo Estatal del Azúcar, sentencias de jueces de nuestros tribunales de la República, hasta resoluciones del Congreso Nacional, entre otros actos delictivos.

Todos debemos preguntarnos que cómo el Estado y sus gobiernos han firmado contratos millonarios con una falsa empresa que es capaz de burlarse del país y que juega con la salud del pueblo, pues -como dijera el distinguido municipalista Waldys Taveras- a cada incendio de Duquesa le viene luego un nuevo contrato. En el caso actual del incendio hay un juego de estrategia política. La respuesta a la interrogación es sencilla: nuestros gobiernos están llenos de corruptos alojados en el Palacio, instituciones nacionales, provinciales, municipales y también de sujetos, con poder político, que se dedican al tráfico de influencias. A esto hay que ponerle fin en el próximo período de gobierno. El cambio deber ser total y radical.