Cuando estaba pequeño, mi infancia llena de amigos y situaciones, como todos, no estuvo exenta de juegos a la plaquita, mano caliente, “Baronaso”, el topao paralizado, y sobre todo el que más disfrutaba, el juego de pelota (beisbol) en la calle, cuando no había, obviamente tantos vehículos. Siempre hubo uno de los riquitos del barrio que era el dueño del bate, de dos o tres guantes y de la pelota, y como propietario de estos artefactos indispensables para el juego imponía las reglas del mismo, quien era pitcher, quien jugaba “field”, y quien jugaba que posición, y como se conformaban los equipos, la sanción para los que no éramos sus amigos, o no estábamos de acuerdo con sus decisiones eran no jugar, o en el peor de los casos, él se llevaba los guantes, el bate y la pelota, y nos quedábamos sin jugar, esto trajo varios pleitos, en los que descubrí, que por mas difícil o apremiante que sea la situación, hay que tratar de exigir sus derechos, aun cuando te dejen fuera del juego, llegando incluso a lograr que jugáramos otra cosa como boicot al pichón de dictador, y pichón de burgués engreído.

Recuerdo estos momentos con alegría, y me vienen a la mente ahora, cuando en las próximas pasadas elecciones la mayoría de los legisladores del gobernante “Partido de la Liberación Dominicana”, alcanzaron reelegirse frente a la oposición y sus propios aliados, utilizando de manera obvia, continua y descarada los recursos del denominado “Barrilito y cofrecito” a su favor, (hasta veinte días antes de las elecciones)  en un anacronismo y una sin razón que solo existe en la estólida mente de nosotros los dominicanos, dueños de una democracia a medias, y sobre todo de una desigualdad ante la elección absurda. Me explico:

El cofrecito y el barrilito, no son más que la esquilmacion del erario a través de la asignación proporcional alegadamente por el número de votos, obtenido por cada legislador. Es un sistema perverso y pervertidor, donde cada uno de los legisladores (Diputados y Senadores) manejan a su antojo y sobre todo como elementos perturbadores de la voluntad de sus compueblanos, dineros aportados por usted,  por mí, y por todos.

El legislador a través de este sistema absurdo, se convierte en un “resolvedor” de problemas inmediatos, y perentorios de una población sumida en la pobreza y mantenida en este estado de necesidad precisamente para estos fines y propósitos, es la manera de dar al mendigo un mendrugo de pan, para mantenerlo en este estado abyecto de indignidad constante y pedigüeño impenitente, se constituye en una cadena sutil pero más fuerte que al acero que ata al que pide al que le resuelve esta necesidad, pero que le interesa mantenerlo en este estado; precisamente para comprar su voluntad, su voto y su vida, y que se mantenga diciendo, “Ese si es bueno”, sin saber, que el dinero a través del cual se resuelve su inmediatez es pagado por el mismo ignorante y descreído, que es ayudado.

Ahora que mantendrán el control del Poder Legislativo, el congreso de Danilo, debe, si queramos avanzar como sociedad, suprimir y sobre todo proscribir constitucionalmente el hecho de que los dineros del erario sean utilizados medalaganariamente por funcionarios electos, cuya función no es resolver problemas que corresponden a Salud Pública, a los Ayuntamientos, al Estado al Ministerio de Educación, a otros poderes del Estado. No, en modo alguno, puede un legislador erigirse fuera del ámbito constitucional de sus funciones, en dador de lo que no se ha ganado, ni es suyo, sino que le corresponde como consecuencia de la propia corrupción que manejan desde sus curules, porque no pueden llamarse de otra manera, esta es una manera clara, obvia y definitiva de corromper y mantener embobado al pueblo, somnoliento y silente, pacifico y entretenido.

El presupuesto del Poder Legislativo debe ser el correspondiente a los salarios de sus miembros y del personal administrativo necesario, nada más y nada menos. Los miles de millones de pesos que se asignan de presupuesto cada año para habichuelas con dulce, regalos a las queridas, cuñados y “Yuleidis” no deben aparecer y deben ser invertidos en salud, en creación de empleos, y en educación.

Ruego al altísimo, que todo lo puede, que los dueños del bate, los guantes y la pelota, entiendan que un día el pueblo puede “jartarse” y querer jugar otra cosa y dejarlos a ellos con la carabina al hombro.

Someter a una real auditoria los gastos que por este concepto han realizado estos próceres, sería realmente esclarecedor y educativo. Al final de la jornada, soñar no cuesta nada.