¿Quiénes son los dueños de los plásticos? ¿Cuál es el destino de los plásticos? ¿Cuáles son los impactos negativos al ecosistema?. Con tres preguntas no se dan respuestas al megaproblema que significa la producción del plástico. Anualmente, a nivel mundial se produce un estimado de 8,300 millones de toneladas de plásticos.

En el momento en que las personas se deshacen de los plásticos (vasos, platos, cucharas, cuchillos, botellas, Etc.) puede que terminen en el vertedero o relleno sanitario, en la cañada, en el río o en el mar. El destino depende de las condiciones del hábitat o entorno eco social donde habitan las personas y de las políticas públicas. Más pobreza menos posibilidades de deshacerse convencionalmente del plástico. Más que por la condición de pobreza es por la capacidad de respuesta pública. Los sectores sociales en las áreas urbanas hiperdegradados son el efecto del problema y no la causa.

Las causas estructurales están alineadas, por un lado, con la capacidad técnica, operativa, financiera y de la responsabilidad social del gestor de residuos que es ayuntamiento; y por otro lado, de la capacidad de regulación del Estado a la producción del mismo. Los dueños de los plásticos no los consumidores son las multinacionales que los producen. La opinión pública, muchas veces, es manipulada con la concepción reduccionista de que la causa del problema es la falta de educación, indilgada regularmente a los sectores populares o de renta baja. La responsabilidad educativa corresponde al Estado. El grado de desarrollo de la conciencia ecológica depende del sistema educativo

La producción de plásticos por las multinacionales es un crimen contra todos los ecosistemas terrestres y marítimos. Anualmente, a nivel mundial se produce un estimado de 8,300 millones de toneladas de plásticos. Un millón de veces el peso en hierro forjado de la torre Eiffel. Cifra del año 2017. Para el año 1950 se producía 2 millones de toneladas. Según la Universidad de California, para el año 2050, se estarían produciendo a nivel mundial un total de 34,000 millones de toneladas. En este contexto lo del reciclaje es una utopía. En el fondo con el reciclaje, como única opción, se estaría justificando la alternativa de la producción, el enriquecimiento capitalista y la continuidad de la acumulación de la riqueza, la cual no garantiza sostenibilidad ambiental. Y es una utopía, porque la solución vía el reciclaje únicamente ha contribuido con el 9% de todos los plásticos del mundo. El 79% va al vertedero y el resto va a los ecosistemas acuáticos y al mar. Un total de 8 millones de toneladas llegar al mar todos los años.

Recientemente la sociedad dominicana se ha escandalizado con el vertido de 1,600 toneladas de residuos plásticos al Mar Caribe, en el litoral del malecón de Santo Domingo, arrastrado por los ríos Isabela y Ozama. Razones de sobra tienen los medios de comunicación, la población y las autoridades para prestar atención al problema. Más de 10 millones de pesos dijo el alcalde del Distrito Nacional que se invertirían en la retirada de los residuos. Suma de dinero que arrebata las posibilidades de inversión del Gobierno local en proyectos de rehabilitación urbana o de otras naturalezas. Monto de inversión que podría tener consecuencia en los bolsillos de los dueños de los plásticos,   que son las empresas productoras y comercializadoras.

Un elemento a resaltar en esta crisis ecológica es la iniciativa coordinadora que tuvieron el ADN, Obras Públicas, Medio Ambiente y varias entidades sociales y privadas. Además, la preocupación y sensibilización ciudadana. Se pudo observar, según los partes de la prensa, que las instituciones públicas competían por visibilizarse y posicionarse en la opinión pública sobre la cantidad de residuos sólidos retirados del malecón de Santo Domingo. No obstante, estratégicamente generaría mayor resultado si decidieran competir y ser competitivo en la aplicación de un plan de gestión y regulación de la producción de plástico y en la aplicación de un régimen de consecuencias sobre el vertido de plásticos en arroyos, cañadas y el propio Mar Caribe.

Que no quepa duda, el plástico ocupará de nuevo el espacio del litoral del malecón. Retornará, porque el ataque al problema está centrado en el efecto, no en las causas que son estructurales. Erradicar el problema será difícil, porque se requiere de medidas radicales, como prohibir la importación y producción de plástico, y la dinámica económica privada en gran parte es la que pone el ritmo a las decisiones políticas. Por su lado, una opción a considerar es la asignación de cuotas de producción a las empresas productoras e importadoras, para disminuir la demanda de un producto que no es de primera necesidad. No dejar que los dueños de los plásticos sean los que dirigir le lógica de la oferta y la demanda.

La disminución del consumo puede ser una opción que conlleve decisiones de inversión en educación con campañas permanentes, no reactivas como es costumbre. Hay muchas posibilidades para superar el problema, como apostar para que la responsabilidad pública con la gestión de residuos sea permanente en las áreas urbanas hiperdegradadas, estas como producto de un sistema de exclusión social; el impulso de políticas impositivas que conduzcan a la disminución de la demanda, y la maximización del reciclaje como una opción adicional a las diversas estrategias. Las clases de media y alta renta, las más consumidoras de plásticos y las que más se asombran e indignan cuando el paisaje marítimo se ve repleto de residuos, deberán legitimar su capacidad de asombro cambiando el modelo consumista. Es esta clase media, principalmente y la más educada, la que más carga vierte sobre el medio ambiente con pamper, biberones, con botellas de agua, pitillos, fundas de supermercados, Etc.

Una política clave que apunta al control de la producción, el consumo y gestión de plásticos es la puesta en vigencia sistemática de un régimen de consecuencias orientado a la sanción de los que contaminan y vierten residuos en calles y en cualquier ecosistema. No obstante, el Gobierno local tiene que asumir responsabilidad con la recolección regular en las áreas próximas a las riberas de los ríos, además de sancionar a las empresas privadas que vierten residuos en los ríos.

En conclusión, la solución debe trascender la reacción ante los efectos provocados al paisaje natural del malecón. Debe insertar una estrategia común a largo plazo con régimen de consecuencias bajo el enfoque de “quien contamina paga”, el uso de biotecnología y termotecnología. En contrario, volverán las vaguadas y tormentas tropicales, las declaraciones públicas, la pérdida de recursos, y lo más terrible: daños a las sostenibilidad ambiental de la fauna y flora marina.