Juan Pablo Duarte decía que la política era la ciencia más noble, que la Patria era ara no pedestal, y tuvo que pagar con ello no el reconocimiento de sus conciudadanos y de sus “compañeros” en las lides políticas, sino el ostracismo, el olvido, y la deformación de su figura pública.
Una manera de “alabar” a Duarte es acentuar su carácter de “Cristo” de la libertad, es decir, de presentárnoslo como una persona extraña, un marciano, un “nerd”, o un “freaky”. Alguien que no colaba, que no era compatible en la sociedad de su tiempo, una especie de profeta iluminado, un “poeta” con ideas inaplicables, un soñador alejado del aquí y ahora.
Para mí ha sido un “palo” moral leer un artículo de una historiadora amiga donde decía que entre sus estudiantes de una universidad donde suelen estudiar personas procedentes de las clases altas y medias altas – mayoritariamente-, a las que se les supone, que también tienen un mayor nivel de conocimientos, que algunos de los estudiantes tenían una baja valoración de la figura de Duarte, decían que éste sólo había contribuido con ideas y que literalmente “no se había fajao”.
Las ideas de Duarte están a la orden del día, deben formar parte de nuestra educación cívica y política, quizás así hagamos retroceder a esta cultura de la desvergüenza y del cinismo que nos invade
Que ese juicio sea el de un imbécil o de un analfabeto funcional es comprensible hasta cierto punto. Que lo emitan estudiantes universitarios de una de las más prestigiosas universidades del país, da simplemente una medida del abismo moral en que se ha hundido la república, en el pantano de bajeza y de estulticia en que se está moldeando la mente de muchos jóvenes del país. Si esos son una muestra representativa de parte de la juventud, y si el futuro será moldeado por gente de este tipo, si proliferan estos desalmados de espíritu, es para echarnos a llorar.
Eso lo que viene a demostrar es el rechazo al papel de las ideas, del pensamiento, de la moralidad y de la ética pública, que se expande en la sociedad dominicana. Una sociedad sana siempre exalta a sus pensadores, a sus literatos, a sus poetas, a las personas honradas, a quienes practican la honestidad, y siempre, a los que tienen, además de talento, conductas públicas ejemplarizantes.
Cuando en una sociedad los referentes, los modelos sociales, los que sirven de “patrones de conducta”, son gánsteres, narco traficantes, putas de altas camas de oro, zafios, personas que han pasado de la más absoluta miseria al consumo ostentoso de bienes mal habidos, militares que en vez de defender las fronteras aéreas, terrestres y marítimas, las utilizan para enriquecerse, agentes supuestamente defensores de la Ley que actúan como y dan cobertura a delincuentes, y políticos que confiesan que su meta es enriquecerse lo más rápidamente posible y que no tienen ninguna lealtad, a nada que no sea, sus mezquinos intereses personales, eso da un índice de una sociedad enferma.
El utilitarismo y el pragmatismo, que cunde y se expande en el país, no tiene nada que ver con las corrientes filosóficas que se reconocen como tales, sino que se trata de una conceptualización –como mucho-, e interiorización, de la ramplonería de los malandros y los buscones, de sus conductas delictivas y de sus vulgares lugares comunes.
¿Qué dirían esos “pragmáticos” universitarios o no sobre un David Hume que al termino de su carrera alcanza el cargo de subsecretario de Estado y dice lo siguiente: “He aquí que de filósofo he degenerado (subrayado mío) en un pequeño hombre de Estado”? Claro, jamás lo podrían comprender, porque para ellos lo importante es el cargo, no la actividad de pensar, la creación o reproducción de conocimientos, los valores.
Así pues, Duarte tiene que ser recuperado, reivindicado, hoy más que nunca, porque él representa lo mejor que ha dado este país en cuanto a la búsqueda de establecer instituciones políticas con valores republicanos de independencia, soberanía nacional – una isla dos Estados-Nación-, libertad, laicismo, tolerancia, ética en el desempeño público, imperio de la Ley y por consiguiente jueces independientes del Gobierno, y mayor justicia social para los gobernados.
Se entiende pues, que muchos se refieran a Duarte, ahora está de moda loarlo – salvo minorías, que nunca le han perdonado la defensa de una nacionalidad dominicana libre de potencias extranjeras-, aunque muchos de los que hacen alabanzas estén en las antípodas de su manera de pensar y de actuar, de sus concepciones políticas, y que no tengan ninguna intención de hacer realidad su ideario.
¿Cómo pueden estarlo quienes forman parte integrante de “unas oligarquías despiadadas y cínicas, que mantienen a sus sociedades con hambre y desesperadas”? Como dice el filósofo pragmático norteamericano Richard Rorty, y añade, que “estamos manipulados por bandas preocupadas por mantener su poder y su riqueza y que utilizan a las otras bandas para reforzar su poder.
Las ideas de Duarte están a la orden del día, deben formar parte de nuestra educación cívica y política, quizás así hagamos retroceder a esta cultura de la desvergüenza y del cinismo que nos invade.
Torrelodones, 3 de enero de 2013