Jovenel Moïse fue asesinado 7 de julio y es tan solo en estos días, más de cinco meses después, que nos enteramos que la razón tras esa tragedia fue que había estado atacando los intereses de importantes empresarios y políticos haitianos que están en el negocio de drogas. Moïse había preparado una lista de involucrados para entregarla al gobierno americano y fue esa lista la que buscaron los colombianos tan pronto lo asesinaron, como lo recuerda su viuda que, haciéndose pasar por muerta, escuchó mientras leían los nombres en la lista por teléfono a alguien para confirmar que de eso se trataba.
Moïse había tomado cuatro medidas para luchar contra las drogas. Primero, había hecho cambios en las aduanas haitianas; segundo, había destruido pequeñas pistas de aterrizaje clandestinas; tercero, había nacionalizado puertos privados por donde llegaba la droga sin que allí hubieran máquinas de rayos X y, cuarto, había afectado el negocio de la exportación de angulas pues a través del mismo se lavaba dinero de las drogas. Por cierto, durante el gobierno de Danilo Medina grupos militares controlaron aquí los permisos de exportación de angulas en perjuicio de los infelices campesinos que las capturaban en las madrugadas pagándosele precios inferiores a si hubiese existido competencia en esos permisos.
El que hasta hace poco fue jefe de la embajada norteamericana en Puerto Príncipe, Daniel Foote, declaró al “New York Times”, periódico que reveló la semana pasada la vinculación del asesinato con las drogas, que no tenía la menor duda de que ese asunto estuvo vinculado con su muerte.
A Haití llegan avionetas con drogas desde Colombia y Venezuela con poca supervisión. Pero, ¿dónde se reembarcan? Hay pocos buques que salen de Haití con carga y, mucho menos, aviones, por lo que es lógico pensar que parte de esa droga se envía a nuestro país a través de la frontera para ser reembarcada desde aquí. Si nuestros militares e inspectores de migración no pueden detener el paso de parturientas a quienes apenas les cobran RD$15,000, es fácil imaginar lo difícil de controlar las drogas dado el gran dinero que se paga para conseguir su llegada aquí.
En resumen, que además del problema de los haitianos indocumentados, de los que también llegan aún con documentos pero sin vacunarse, lo que afecta nuestra lucha contra la pandemia, también está el posible problema de drogas procedentes de un narco Estado.
Ha hecho muy bien nuestro presidente, junto con sus colegas de Costa Rica y Panamá, en pedir a la comunidad internacional que ofrezca apoyo “logístico” a la policía haitiana para combatir a las bandas criminales como paso previo a la eliminación del narco Estado, el establecimiento de la democracia y el crecimiento de su economía, lo que generaría los tan requeridos empleos. Los policías haitianos temen que una vez termine el apoyo “logístico” internacional a su favor, los remanentes de las bandas se desquiten atacando a las familias de esos policías, por lo que luce que ese apoyo no sería tan solo cuestión de semanas. Es muy buena noticia la “vuelta atrás” del Departamento de Estado del jueves pasado al anunciar una urgente reunión sobre Haití.