Hemos escogido para iniciar esta serie que de tanto en tanto ofreceremos los sábados a un poeta más conocido y comentado como novelista, sobre todo por Los Miserables. Sin embargo, Víctor Hugo es más famoso en el mundo de las letras francesas como poeta. De él ofreceremos estos poemas simples.

Le sigue Charles Baudelaire, que es reconocido entre los conocedores de la literatura universal como poeta creador del poema en prosa, aunque en su época fuese un notable crítico.

VÍCTOR HUGO (1802-1885). Víctor Marie Hugo es el más grande poeta francés del romanticismo y uno de los más importantes de todos los tiempos. Su prefacio a la obra teatral Oliverio Cromwell (1827) se considera el Manifiesto del modernismo francés. Es grandioso como autor teatral, novelista y poeta.

Ayer, al anochecer

Víctor Hugo joven

Las sombras descendían, los pájaros callaban,

la luna desplegaba su nacarado olán.

La noche era de oro, los astros nos miraban

y el viento nos traía la esencia del galán.

El cielo azul tenía cambiantes de topacio,

la tierra oscura cabello de bálsamo sutil;

tus ojos más destellos que todo aquel espacio,

tu juventud más ámbar que todo aquel abril.

Aquella era la hora solemne en que me inspiro,

en que del alma brota el cántico nupcial,

el cántico inefable del beso y del suspiro,

el cántico más dulce, del idilio triunfal.

De súbito atraído quizá por una estrella,

volviste al éter puro tu rostro soñador…

Y dije a los luceros: "¡verted el cielo en ella!"

y dije a tus pupilas: "¡verted en mí el amor!"

La belleza y la muerte

La belleza y la muerte son dos cosas profundas,

con tal parte de sombra y de azul que diríanse

dos hermanas terribles a la par que fecundas,

con el mismo secreto, con idéntico enigma.

Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,

trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened

luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,

aves hechas de luz en los bosques sombríos.

Más cercanos, Judith, están nuestros destinos

de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;

el abismo divino aparece en tus ojos,

y yo siento la sima estrellada en el alma;

mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,

tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

A una mujer

¡Niña!, si yo fuera rey daría mi reino,

mi trono, mi cetro y mi pueblo arrodillado,

mi corona de oro, mis piscinas de pórfido,

y mis flotas, para las que no bastaría el mar,

por una mirada tuya.

Si yo fuera Dios, la tierra y las olas,

los ángeles, los demonios sujetos a mi ley.

Y el profundo caos de profunda entraña,

la eternidad, el espacio, los cielos, los mundos

¡daría por un beso tuyo!

 

CHARLES BAUDELAIRE (1821-1867). Charles Pierre Baudelaire fue un poeta ciertamente notable. Su obra más importante Las flores del mal (1857) le causó problemas con la justicia, pero fue absuelto. Además se le considera el creador del poema en prosa, aunque él le da el crédito a un oscuro y desgraciado poeta llamado Alloysus Bertrand (1807-1841) cuya única obra Gaspard de la nuit, se publicó póstumamente en 1942. Spleen de Paris (1869) mejor conocidos con el título en español de Pequeños poemas en prosa, es un clásico y una referencia de románticos, parnasianos, decadentes y simbolistas, y, naturalmente, de los modernistas hispanoamericanos. Para todos los poetas que le siguieron fue una especie de dios mayor

A una que pasa

Charles Baudelaire, joven

La calle ensordecedora aullaba alrededor de mí.
Esbelta, delgada, de luto riguroso, toda dolor solemne,
una mujer pasó, haciendo que con su mano fastuosa
se alzaran, oscilaran el dobladillo y el festón;
ágil y noble, con piernas de estatua.

Yo, crispado como un excéntrico, bebía
en sus ojos, cielo lívido donde germina el huracán,
la dulzura que fascina y el placer que mata.

¡Un relámpago… y en seguida, la noche! Fugitiva belleza
cuya mirada me ha hecho de pronto renacer,
¿no volveré ya a verte hasta la eternidad?
¡En otra parte, muy lejos de aquí!, ¡muy tarde!, ¡quizá nunca!,
pues ignoro adónde huyes, y no sabes adónde voy,
¡oh tú, a quien yo hubiera amado, oh tú, que lo sabías!

Alegoría

Es una mujer hermosa y de nuca opulenta,
que deja caer la cabellera en su vino.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y todo se embota ante su piel granítica.

Se ríe de la Muerte y ridiculiza a la Lujuria,
esos monstruos cuya mano, que siempre rasga y siega,
ha respetado sin embargo, en sus juegos destructores,
la majestad severa de este cuerpo firme y enhiesto.

Camina como una diosa y se recuesta como una sultana;
tiene fe mahometana en el placer,
y a sus brazos abiertos, donde rebosan sus pechos,
convoca con los ojos al género humano.

Ella cree, ella sabe, esta virgen estéril
y aun así necesaria para que el mundo avance,
que la belleza física es un sublime don
que consigue el perdón de todas las infamias.

Le son indiferentes tanto el Infierno como el Purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la Noche negra,
mirará el rostro de la Muerte
como mira un recién nacido —sin odio y sin remordimiento.