En un hecho inédito dentro de la democracia occidental, nuestro país se apresta a ver cómo su primera dama en funciones se lanza a la carrera por la vicepresidencia desde el partido que preside su esposo, el Señor Presidente de la República.

Doña Margarita, desde el 10 de febrero año 2003, cuando casó con el Dr. Leonel Fernández, asumió con entusiasmo el rol de primera Dama, se ha tejido en torno a ella, desde el inicio, una organización con el fin de llevar a cabo el producto actual.

Ha diseñado una serie de acciones, orientadas a realizar una especie de caridad gubernamental a la carta, dentro del más sincero de los proyectos populista clientelares, jamás visto en la región, que permitió construir la imagen que se oferta hoy día a los votantes. Desconociendo la opinión pública, la dimensión de los ingresos y los gastos de la gestión del Despacho de la Primera Dama.

El Despacho ha gozado de un presupuesto privilegiado, desde su creación. Los opositores dicen que ha utilizado el presupuesto de 3 ó 4 ministerios en un solo año. Lo cierto es que el Despacho de la Primera Dama ha intervenido en todas las vertientes de las precarias instituciones estatales, generándose una usurpación de roles, siendo el rol de Primera Dama, desde el despacho, el más difícil, ya que requiere de una puesta en escena que va desde maquilladores, peluqueros y asesores de imagen, profesionales e improvisados, más un equipo de empleados y funcionarios que contribuyen al manteniendo de una imagen impecable, hecha de costosos vestidos, sombreros, joyas y asesorías.

Todo esto le ha permitido a doña Margarita acercarse a las masas empobrecidas, necesitadas, marcando la distancia desde su rol bien puesto, de primera Dama. Proyectando una imagen de mujer poderosa, perteneciente a una" clase" que no necesariamente es el estrato más selecto de esta sociedad, distante de la sencillez y las limitaciones de lo que son la precariedad y la pobreza extrema de este pueblo.

El nuevo rol de Doña Margarita, candidata a la vice presidencia por el PLD, la coloca una vez más en una dicotomía, como acabamos de ver en los periódicos, tras su último gesto caritativo, que costó más de un millón de dólares: La cirugía de separación de las niñas gemelas. La candidata sale del Hospital en EE.UU, no sin antes hacerse fotografiar acariciando las niñas operadas.

Llega al país asumiendo sobre la marcha su rol de aspirante a la vicepresidencia, enfundándose en unos Blue Jeans, franela y gorra morado fuerte combinado con amarillo, para subirse en una yipeta, ofertándose a la multitud con el maquillaje corrido, tratando de someterse al contacto de las masas populares, a la algarabía de la fiesta política, entre el pica pollo, el romo, y los eslogan vacíos de contenido, inaudibles, pues la música no permite que nadie se escuche.

Ella, la primera dama, en medio de la virilidad democrática de los militantes y la efervescencia exuberante de las mujeres simpatizantes, engalanadas con franelitas, ajustados pantalones, contoneos, barriga afuera.

Lllama a la atención ver a Doña Margarita tan polifacética, distante de la sobriedad del rol de primera dama en funciones, sumergida en la excitada y caótica multitud del caravaneo.

Llama además a reflexionar, sobre la educación y disciplina de la militancia, pero sobre todo en cuanto a los costos de este evento, ya que estas cosas, siempre vienen marcadas por aportes materiales (la grasa), para mover a los eventuales participantes, que a medida que se desplazan hacen sus necesidades al borde de las aceras, mientras sueltan alegremente los desechos sólidos ante los ojos impávidos de candidatos, candidatas, personal de seguridad y participantes todos.

El caravanero es una de las expresiones más decadentes de la práctica democrática de nuestra sociedad. En ella se ilustra el nivel de educación de los ciudadanos, pero sobre todo, cómo los principios ya no son capaces de movilizar las masas envilecidas por las dadivas y el clientelismo aberrante. Las masas han accedido a la más densa mediocridad participativa, salpicada por el dinero, esperándose siempre algo a cambio, donde el más mínimo gesto, grito, eslogan, aplauso debe venir coronado por una promesa o boroneodel partido convocante.

Queda así el pueblo prisionero de perversas prácticas instituidas, que se revierten sobre el quehacer político nacional, mientras impiden que la ciudadanía exprese sus reales capacidades contestatarias. Todo parece negociable.

El hecho que la primera dama en funciones tenga que someterse a este ejercicio, que rompe con sus esquemas de buena postura y compostura, resulta inquietante, pues sabemos que sus eventuales electores querrán tocarla, fotografiarse con ella, abrazarla, sentirla.

Esto la pone en una franca contradicción ante su nuevo rol, ya que además sigue siendo la primera dama en funciones, representante de su despacho, del cual no ha renunciado para dedicarse a la campaña, lo que según la oposición, pone en "entredicho" el buen desarrollo ético de su gestión.

Pero, sobre todo, la coloca ante el desafío de asumir el mimetismo de las masas populares, para caricaturizar un rol de mujer popular, del cual se ha querido distanciar durante estos años del ejercicio del rol de primera dama, lo que es quizás lo más controversial de llevar a cabo. Ya que se trata de conciliar dos roles completamente irreconciliables.