En el contexto de una semana de la innovación celebrada en Oslo, Noruega, el experto en tecnología, David Roberts, ha reflexionado sobre la naturaleza y el futuro de las universidades.
Roberts es uno de los líderes de Singularity University (La universidad de la Singularidad), institución de educación superior de Silicon Valley, dedicada a la innovación y a la tecnología de avanzada.
Singularity University es un centro docente particular. No otorga grados ni tiene planes de estudio basado en créditos. Los problemas que se abordan se relacionan con necesidades prácticas como la alimentación, la energia sostenible, o el medio ambiente.
En una entrrevista reciente, Roberts afirmó que su universidad no otorga grados ni créditos, “porque el contenido que enseñamos cambia cada año”.
Pero ¿es cierto que el conocimiento tiene tal carácter de provisionalidad, tan efímero como un objeto dirigido al consumo?
La pregunta se encuenta en las raíces del pensamiento occidental. En Teeteto, una de las obras fundamentales de Platón, Socrates se cuestiona sobre la autenticidad de un conocimiento transitorio.
Platón instaura la era del pensamiento metafísico y con ella, la concepción del conocimiento y la verdad entendidos como perpetuos.
En nuestra era hemos asistido a la crisis del pensamiento metafísico y al cuestionamiento de la noción de una verdad perenne. Al mismo tiempo, consumado el proceso histórico que ha posibilitado la universalización del modelo económico neoliberal, los contenidos cognitivos están asociados a la producción de artefactos, a la tecnología y por tanto, a lo efímero.
No obstante, esto aplica fundamentalmente para los saberes tecnológicos, precisamente aquellos dirigidos a la industria. No aplica esta transitoriedad para las “ciencias puras”, ni para los saberes de la comprensión, aquellos relacionados con la interpretación de las acciones humanas.
Estos saberes son cada vez más descuidados en las universidades contemporáneas, porque las mismas se han constituido en empresas al servicio del gran capital y por consiguiente, ajenas a las formas de conocimiento no utilitarias.
Rafael Reif, presidente del Massachusetts Institute of Technology (MIT) señaló en una reciente entrevista que “el rol de las universidades para las próximas décadas es el de enseñar no solo habilidades científicas y técnicas…sino también educar para comprender la naturaleza humana”.
Entendida de esta manera, la universidad no se dirige en primera instancia hacia la industria del consumo. Separada de la demanda de artefactos para las grandes transnacionales y del ritmo vertiginoso del mercado, puede orientarse pacientemente por un legítimo “des-interés” en los caminos de la compresión que ensanchan nuestra experiencia: el conocimiento de la estructura de la materia, el funcionamiento del cerebro o la naturaleza de nuestras decisiones.
En la referida entrevista, David Roberts sentenció que la mayoría de las universidades desaparecerán, salvo aquellas que se encuentren apoyadas por una gran marca. Lo preocupante no es que desaparezcan, sino que el espíritu utilitarista que nos arropa por doquier elimine todo resquicio para la búsqueda desinteresada del saber.