Los clises, tópicos y lugares comunes de los discursos antiinmigrantes y xenofóbicos son reconocibles y predecibles a partir unas frases que son repetidas con alta frecuencia. Podríamos presentar varios ejemplos de cualquier época y de cualquier rincón del planeta pero empecemos por esta declaración sobre los inmigrantes dominicanos del actualmente fiscal general de EEUU, Jeff Sessions, cuando era senador en 2006: “fundamentalmente, casi nadie, que viene de la República Dominicana a los Estados Unidos, viene aquí porque tiene una habilidad demostrable que nos beneficiaría y que indicaría su probable éxito en nuestra sociedad (Fundamentally, almost no one coming from the Dominican Republic to the United States is coming here because they have a provable skill that would benefit us and that would indicate their likely success in our society).” El comentario se encuentra en un artículo publicado por el Huffington Post, el 9 de noviembre del 2016: http://www.huffingtonpost.com/entry/jeff-sessions-dominican-immigrants_us_582f9d14e4b030997bbf8ded. En 1943, cuando presidia la cámara de diputados, Arturo Peña Batlle afirmó: “el tipo-transporte de esa penetración no es ni puede ser el haitiano de selección, el que forma la elite social, intelectual y económica del pueblo vecino. Ese tipo no nos preocupa porque no nos crea dificultades; ese no emigra. El haitiano que nos molesta y nos pone sobre aviso es el que forma la última expresión social de allende la frontera.” Es como si la historia no hiciera más que repetirse.
Por un lado, la vigencia ideológica y efectividad política de estos discursos se deben en gran parte a como logran articular ciertas inquietudes concretas que, dado los hechos y circunstancias sociales, verdaderamente preocupan a los ciudadanos. Igual, su efectividad se debe también a la manera eficaz con que ciertos ideólogos logran estimular mediante sus determinados comentarios y gestos los impulsos más irracionales de la gente tales como el miedo y el odio. Estos últimos fenómenos psicosociológicos se encuentran bien documentados en muchos estudios sobre la propaganda, aunque los solemos olvidar o ignorar.
Cada ola de xenofobia en cualquier país del mundo suele abanderarse con frases tipo “país A está recibiendo la inmigración masiva y sin control de país B.” Hace unos días leí en este diario el texto del columnista Plutarco Medina Gratreaux, en el cual presenta una lista de los elementos “importados” que traen o han traído los inmigrantes haitianos al país: el Vudú, el Gagá, la santería, el creole, y, por último, “la práctica del islamismo.” Comenta Plutarco Medina que “para el 2012 existía ya en Haití unas cinco mezquitas, un legislador musulmán y un programa diario de televisión que predicaba el islamismo.” A su largo catálogo de peligros importados desde Haití agrega los siguientes detalles:
1. “La Iglesia Católica [en Haití] siempre ha enfrentado el vudú por su relación con el satanismo y su influencia maligna en el Desarrollo Nacional.”
2.[El] tipo de gagá que se encuentra en Elías Piña […] es más teatral y hace representaciones de muerte y violaciones.”
3. “La Santería […] incluye sacrificios animales […] y trances por posesión de espíritus malignos.”
4. “El islamismo rechaza totalmente la influencia externa y es de manera radical antagonista a los no musulmanes.”
Subrayo estas frases particulares para destacar las dos imágenes claves que se reiteran: violencia y maldad. Me pregunto hasta qué grado la inserción del elemento musulmán es el resultado del éxito que tuvo Trump al recurrir a la islamofobia para atraer a los votantes. Por lo general, estas declaraciones del autor aparecen en el texto con poca voluntad de esclarecimiento, demostración, problematización o matización. Carecen de contextualización. Más bien, dependen de la repetición. Precisamente, la repetición es lo que les da peso, ayuda a vincular su mensaje con los significados ya compartidos por ciertos grupos sociales y da continuidad a los mitos con que estos grupos se identifican. De vez en cuando, sin embargo, aparece un elemento discursivo nuevo o recientemente incorporado. En el referido texto me llamó la atención de inmediato el detalle sobre el islamismo por su parecido con los ejemplos de xenofobia anti-musulmana en tantos países de occidente y, en particular, con un caso anterior en la historia reciente dominicana que encontré en mi última búsqueda en el Archivo General de la Nación.
Me refiero a la vez en la que uno de los medios, el periódico dominicano La Nación, publicó el rumor del supuesto descubrimiento de una base área construida por los alemanes en Haití durante la Segunda Guerra Mundial. El titular de primera plana es el siguiente: “Sobre una base nazi en Haití.” Luego aparece un comentario sobre base infundada de aquel invento, pero no antes de lograrse el objetivo principal: dejar sembrada la duda o inseguridad aterradora de que Haití y los nazis se habían combinado para aumentar el peligro global.
De la misma manera, a los difusores contemporáneos del miedo y el odio en el contexto dominicano no les preocupa que el editor, el lector crítico o los ciudadanos vean claramente o intuyan la incoherencia o arbitrariedad de sus declaraciones y representaciones de los inmigrantes haitianos o los dominicanos de origen haitiano. Lo que estimula a los propagandistas, empresarios o entusiastas de la desinformación y aspirantes a profetas simplemente es que circule y se expanda el eco de sus voces y la continuidad de sus mitos.
Pongo las cartas sobre la mesa. Aunque les eche mano a mis herramientas de oficio, expreso mi opinión por este medio mayormente como ciudadano y no particularmente como analista de discursos ideológicos. Me motiva la posibilidad de que al leerme las personas consideren desde una perspectiva crítica los desvaríos de los que se dejan intoxicar por el poder, ejercicio de soberbia.
El filólogo, periodista y sobreviviente del holocausto Victor Klemperer escribió sobre la inevitable oposición entre los que trabajan a favor de la esclavización mental y los que luchan a favor de la liberación mental. Ambos pueden utilizar la misma expresión en torno a una determinada observación o para referirse a una situación. La expresión en particular que tenía en mente Klemprer era Ingenieur der Seele, metáfora que alude al maestro como “ingeniero del alma” y que utilizaron ambos los propagandistas del Tercer Reich y los rusos leninistas que contribuyeron a la liberación de la población alemana. Por un lado, dicha metáfora puede indicar los métodos para oprimir, por otro, el esfuerzo por cultivar la libertad. Un uso implica actos de destrucción. El otro implica una tarea de amor. El amor también tiene sus propios métodos, gestos y discursos. Habrá que educarnos en ese sentido.