Recordar cada argumento planteado en el pasado como necesario en una auténtica y real Reforma de la Policía Dominicana, es como lanzarse a un viacrucis y al infinito. En algo tenemos que coincidir todos, no es posible una reforma policial, sin una nueva moral verdaderamente humana, que implique un cambio de actitud hacia la vida en el comportamiento policial.
La sociedad que tiene como hazañas heroicas premiar con galardón, reconocimientos, ascensos, incentivos y elogios, a la noble proeza de quitar la vida, manifiesta en lo más profundo de su cuerpo social, el mayor signo de involución y decadencia, que como un espiral le arrastra irremediablemente de regreso a la época de la barbarie y salvajismo.
Ninguna forma de violencia que suponga la destrucción de la vida, sea esto por una acción delincuencial, o, una venganza colectiva primitiva, es aceptable. Su justificación, como la planteada por el jefe de la DNCD, General Julio César Souffront; implica tristemente, la negación del progreso histórico y social de una comunidad en sus relaciones como seres civilizados y racionales. No hay paz, ni seguridad, sin un absoluto respeto al don más sagrado, la dignidad y preservación de la VIDA HUMANA.