Los femicidios y los “accidentes de tránsito” han alcanzado carácter epidémico en República Dominicana. Sin embargo, nada cambian los estériles enfoques para erradicar estos problemas de salud pública, sustentados en la maligna pasión por contar víctimas y vomitar rabia, pese a que –se sabe– esa es la vía más expedita para llegar a ninguna parte.

Los abordajes de las muertes de mujeres por parte de parejas o exparejas que luego se suicidan, se diluyen en opciones desesperanzadoras como la superficialidad de los relatos mediáticos y los afanes de protagonismo con discursos plagados de resentimientos y mandatos no disimulados para el desquite con la reproducción de los mismos vicios criticados al hombre.

Sobre los “accidentes de tránsito”, el tratamiento deviene también en culto al escándalo mediático. El tema solo entra a la agenda cuando ocurre una tragedia. Tiempo perfecto para los operativos, los falsos lamentos, el oportunismo para buscar rating y el famoso reproche “yo te lo dije”. Pura burbuja.   

Inaceptable, la resistencia al cambio de paradigmas disfuncionales que se ahogan en hermosos t-shirt, cinticas en el pecho, afiches, volantes, “media tours”, misas, marchas, fotografías, excesos lingüísticos y discursos plañideros fuera de contexto con fuerte olor a negocio. Con ello solo se tapa y ahonda el problema social en cuestión. 

Termina el 2018 y ya ha pasado de medio centenar las mujeres eliminadas por las parejas o exparejas, que seguido se suicidan. 1,237 mujeres fueron asesinadas entre de 2005 y 2017, a razón de 103 por año.

http://eldia.com.do/en-republica-dominicana-ocurrieron-mas-de-1200-feminicidios-en-13-anos/.

Finaliza el año y las cifras de muertos por vuelcos y choques en el tránsito vehicular quedan lejos de ser halagadoras. 636 en el primer semestre. Casi seguro que, al 31 de diciembre, tal cifra sería duplicada. https://listindiario.com/la-republica/2018/10/11/536902/64-muertes-en-accidentes-involucra-a-motociclistas.

Según la Autoridad Metropolitana de Transporte (ahora fusionada), en 2017, por tal causa fallecieron 1,588, mientras el año anterior se registraron 1,993.

Se nota a leguas: algo anda mal, muy mal.

Y seguirá a peor si los esfuerzos se agotan en la monótona difusión de clisés en las páginas de los diarios, las pantallas de la TV, las cabinas de radio y las redes sociales.   

El tratamiento dado a los mensajes, más que enfatizar en la prevención, resalta la cara sensacionalista de los sucesos que chorrean sangre. Rehúyen al contexto. 

Estamos ante la mejor apuesta a la venenosa revictimización de las personas afectadas y al encubrimiento del fondo de tales problemas sociales. Y todo el que pulule con esta actitud, carga con una parte de la gran culpa.

El VIH-Sida, que tanto preocupa a la sociedad, le queda corto a las dos epidemias de ahora: los femicidios y los “accidentes de tránsito”. Ha quedado en el pasado el plazo de ocho años de vida para un infectado con el Virus de Inmunodeficiencia Humana. Los antiretrovirales ayudan a vivir sin ese susto.

A lo que no se ha buscado antiretrovirales sociales es a los asesinatos de mujeres por parte de sus parejas, ni a los muertos y heridos en vuelcos y choques. Las cifras no dejar lugar a dudas.

Urge un pare con frialdad de cabeza para ver y aceptar las graves fallas en los abordajes dominantes, como no involucrar al hombre en el proceso porque se asume como ogro sin cura a quien hay que agredir, y ver la familia tradicional como algo inviable. Solo así se puede comenzar a cambiar. Mientras eso llega, tomemos la iniciativa, los hombres.