SI YO pudiera elegir entre los dos gladiadores retóricos, preferiría tener a Mahmoud Abbas representando a Israel y a Netanyahu representando el otro lado.

Abbas se mantuvo casi inmóvil y leyó su discurso (en árabe) con serena dignidad. Sin trucos.

Netanyahu utilizó todas las artimañas que se enseñan en un curso de principiantes para hablar en público. Giró la cabeza con regularidad, de izquierda a derecha y viceversa, extendió los brazos, levantó y bajó la voz convincentemente. En un momento, produjo la sorpresa visual requerida. La última vez fue un dibujo infantil de una bomba atómica iraní; esta vez, fue una foto de niños palestinos en Gaza jugando al lado de un lanzacohetes.

(Netanyahu llevaba con él un paquete de fotos para exhibir: decapitaciones de ISIS y cosas así. Más bien como un vendedor que lleva muestras)

Todo un tanto pulido, demasiado suave, excesivamente “sincero”. Como el comerciante de muebles que una vez fue.

Ambos discursos fueron presentados ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Abbas habló hace dos semanas, Netanyahu esta última. Debido a los días festivos judíos, llegó tarde, más bien como la persona que llega a la fiesta después de que todos los invitados principales ya se han ido.

La sala estaba medio vacía, la escasa audiencia consistía de jóvenes diplomáticos enviados para demostrar la presencia de sus gobiernos. Era obvio que estaban rígidamente aburridos.

El aplauso lo aportó la hinchada delegación israelí en el pasillo y los dignatarios e indignatarios atiborrados en las galerías, dirigidos por el magnate de casinos Sheldon Adelson. (Después del discurso, Adelson llevó a Netanyahu a un restaurante no kosher de los caros. La policía despejó las calles en el camino. Pero Adelson criticó públicamente el discurso, por ser demasiado moderado.)

No es que importe mucho. Uno no dice un discurso en la Asamblea General con el fin de convencer a sus miembros. Uno está allí para el público en casa. Netanyahu lo hizo, y también lo hizo Abbas.

EL DISCURSO de Abbas fue una contradicción entre forma y contenido: un discurso muy moderado vestido con un lenguaje muy extremo.

Estaba claramente dirigido al pueblo palestino, que todavía hierve de ira por el asesinato y la destrucción de la guerra de Gaza. Esto llevó a Abbas a utilizar un lenguaje muy fuerte, tan fuerte como para derribar su principal objetivo de promover la paz. Utilizó la palabra “genocidio”, no una vez sino tres veces. Esto resultó ser una bonanza caída del cielo para la maquinaria de propaganda israelí, que de inmediato lo dio a conocer como el “Discurso sobre el Genocidio”.

Durante la guerra de Gaza, más de 2,000 palestinos murieron, en su mayoría civiles, muchos de ellos niños, casi todos por el bombardeo de tierra, aire y mar. Fue brutal, hasta atroz, pero no fue un genocidio. El genocidio es una cuestión de cientos de miles, de millones: Auschwitz, los armenios, Ruanda, Camboya…

Además, el discurso de Abbas fue totalmente unilateral. No hubo mención a Hamás, los cohetes, ni los túneles ofensivos. La guerra era solamente un asunto de Israel: ellos empezaron, ellos mataron, ellos hicieron un genocidio. Todo bueno para un líder que tiene que defenderse de la acusación de ser demasiado blando, pero que echa a perder un buen caso.

El discurso en sí mismo, despojado del lenguaje duro fue bastante moderado, tan moderado como podría serlo. Su médula era un programa de paz idéntico a los términos que los palestinos han propuesto desde el inicio de la política de paz de Yasser Arafat, así como a la Iniciativa de Paz Árabe.

Se apegó a la solución de los dos Estados: un Estado de Palestina con Jerusalén Oriental como su capital “junto al Estado de Israel”; las fronteras de 1967, y una “solución acordada para la difícil situación de los refugiados palestinos” (lo que significa: acordado con Israel, esencialmente sin vuelta atrás). También mencionó la Iniciativa de Paz Árabe. Ningún líder palestino podría exigir menos.

También exigió un “marco de tiempo específico” para evitar la farsa de las “negociaciones” infinitas.

Por este motivo fue atacado por Netanyahu como la encarnación de todos los males, el socio de Hamás, que es el equivalente de ISIS, que es el heredero de Adolf Hitler, cuya reencarnación de los últimos días es Irán.

CONOZCO A Mahmoud Abbas desde hace 32 años. Él no estuvo presente en mi primera reunión con Yasser Arafat en la Beirut sitiada, pero cuando conocí a Arafat en Túnez, en enero de 1983, él sí estaba allí. Como jefe de la mesa de Israel en la sede de la OLP, él estuvo presente en todas mis reuniones con Arafat en Túnez. Desde el retorno de la OLP a Palestina he visto a Abbas varias veces.

Nació en 1935, en Safed, donde también creció mi difunta esposa Rachel. Solían rumiar sobre su niñez allí, intentando averiguar si Abbas fue tratado alguna vez por el padre de Rachel, un pediatra.

Había una diferencia notable entre las personalidades de Arafat y Abbas. Arafat era extravagante, extrovertido y sociable, Abbas es recogido, introvertido. Arafat tomaba decisiones con la velocidad del rayo; Abbas es deliberado y prudente. Arafat era cálido en las relaciones humanas, amaba los gestos, prefiriendo siempre el toque humano (literalmente). Abbas es frío e impersonal. Arafat inspiraba amor; Abbas inspira respeto.

Pero políticamente no hay casi ninguna diferencia. Arafat no era tan extremista como parecía, ni Abbas es tan moderado como parece. Sus condiciones de paz son idénticas. Son los términos con los que cualquier líder palestino ‒de hecho, de cualquier líder árabe‒ podría estar de acuerdo.

Puede haber meses de negociaciones sobre los detalles ‒la ubicación exacta de las fronteras, los intercambios de territorios, el número simbólico de refugiados que se permite regresar, acuerdos de seguridad, la liberación de los prisioneros, el agua, etcétera. Pero las demandas palestinas básicas son inquebrantables. Lo toma o lo deja.

Netanyahu dice: lo deja.

SI LO deja, ¿qué queda?

El statu quo, por supuesto. La actitud sionista clásica: No hay ningún pueblo palestino. No habrá Estado palestino. Dios, si Él existe o no, nos prometió todo el país (incluyendo a Jordania).

Pero en el mundo actual, uno no puede decir esas cosas abiertamente. Hay que encontrar un truco verbal para evadir el tema.

Al final de la reciente guerra de Gaza, Netanyahu prometió un “nuevo horizonte político”. Los críticos se apresuraron a señalar que el horizonte es algo que se aleja cuando uno se acerca a él. No importa.

Entonces, ¿cuál es el nuevo horizonte? Netanyahu y ​​sus asesores se rompieron la cabeza y se les ocurrió la “solución regional”.

La “solución regional” es una nueva moda que comenzó a extenderse hace unos meses. Uno de sus defensores es Dedi Zucker, uno de los fundadores del movimiento Paz Ahora, y un exmiembro del Knéset de Meretz. Según él lo explicó en Haaretz: El esfuerzo de paz Israelí-palestino ha muerto. Debemos recurrir a una estrategia diferente: la “solución regional”. En lugar de tratar con los palestinos, debemos negociar con todo el mundo árabe y hacer las paces con sus líderes.

Buenos días. Dedi. Cuando mis amigos y yo propusimos la solución de dos Estados, a principios de 1949, abogábamos por la creación inmediata de un Estado palestino junto con la creación de una Unión Semita, para incluir a Israel, Palestina y los países árabes, y quizás también Turquía e Irán. Hemos repetido esto infinitamente. Cuando el (entonces) príncipe heredero saudí produjo la Iniciativa de Paz Árabe, llamamos a su aceptación inmediata.

No hay contradicción alguna entre una solución entre Israel y Palestina y una solución israelí-pan-árabe. Son una y lo mismo. La Liga Árabe no va a hacer la paz sin el consentimiento de los dirigentes palestinos, y ningún liderazgo palestino hará la paz sin el respaldo de la Liga Árabe. (Lo señalé en un artículo en Haaretz el día del discurso de Netanyahu.)

Sin embargo, hace algún tiempo, esta “nueva” idea surgió en Israel, se formó una asociación, y se gastó dinero para propagarla. Izquierdistas bien intencionados se le incorporaron. No habían nacido ayer, pensaba yo.

Y ahora va Netanyahu a la Asamblea General y propone exactamente lo mismo. ¡Aleluya! Hay una solución! La “regional”. Ya no es necesario hablar más con los palestinos malvados. Podemos hablar con los líderes árabes “moderados”.

No se podía esperar que Netanyahu tocara los detalles. ¿Qué condiciones tiene él en mente? ¿Qué solución para Palestina? Los grandes hombres no pueden ocuparse de esos detalles.

Todo esto es ridículo, por supuesto. Incluso ahora, cuando varios estados árabes se unen a la coalición estadounidense contra ISIS, ninguno de ellos quiere ser visto en compañía de Israel. EE.UU. le pidió a Israel de forma discreta y educadamente que, por favor, se mantenga fuera de la coalición.

NETANYAHU SIEMPRE está dispuesto a explotar las circunstancias cambiantes para promover su actitud inmutable.

El último tema candente es ISIS (o el Estado Islámico, como ellos prefieren que los llamen ahora). El mundo está consternado por sus atrocidades. Todo el mundo los condena.

Por eso Netanyahu conecta a todos sus enemigos con ISIS. Abbas, Hamás, Irán: todos ellos son ISIS.

En las clases de lógica uno aprende sobre el inuit (“esquimal”) que llega a la ciudad y por primera vez ve el cristal. Se lo lleva a la boca y empieza a masticarlo. Su lógica: El hielo es transparente. El cristal es transparente. El hielo se puede masticar. El cristal también se puede masticar.

Por la misma lógica: ISIS es islamista. ISIS se esfuerza por lograr un califato mundial. Hamás es islamista. Así que Hamás quiere un califato mundial. Todos ellos quieren dominar el mundo. Al igual que los “Sabios de Sión”.

Netanyahu cuenta con el hecho de que la mayoría de la gente no sabe lo que está diciendo. Por la misma lógica, Francia pertenece a ISIS. El hecho: la Revolución Francesa cortó cabezas. ISIS corta cabezas. Hace algún tiempo, los británicos le cortaron la cabeza a su rey. Todos son ISIS.

En el mundo real, no existe similitud alguna entre Hamás e ISIS, excepto su adhesión profesa al Islam. ISIS se exime de todas las fronteras nacionales, quiere un Estado mundial islámico. Hamás es ferozmente nacionalista. Quiere un Estado de Palestina. Hoy en día, incluso, habla de las fronteras de 1967.

No puede haber ninguna similitud entre ISIS e Irán. Ellos están en lados opuestos de la brecha histórica: ISIS es suní, Irán es chií. ISIS quiere derrocar a Bashar al-Assad, y posiblemente cortarle la cabeza, también, mientras que Irán es el principal respaldo de Assad.

TODOS ESTOS hechos son bien conocidos por cualquier persona interesada en la política mundial. Ciertamente, lo se saben los diplomáticos en los pasillos de la ONU. Entonces, ¿por qué Netanyahu repite estas tergiversaciones (para usar una palabra suave) desde la tribuna de la ONU?

Porque él no le estaba hablando a los diplomáticos. Él estaba hablándoles a los votantes más primitivos en Israel, que están orgullosos de tener un representante con tal fluidez en inglés para dirigirse al mundo.

Y en fin, ¿a quién le importa lo que piensan los goyim?