La conexión que existe con una gran parte del patrimonio cultural dominicano va más allá de su propio valor, está basado en el enlace emocional con los distintos personajes que intervinieron en su desarrollo.
Esta manifestación escala diversas formas y medios, hecho que ha permitido formular innumerables reflexiones sobre asuntos sociales y políticos. De igual manera dichas obras constituyen en sí mismas, un paradigma en la consecuencia histórica de la sociedad dominicana y que por demás ha marcado nuestra conciencia.
Hoy en día se podría establecer que el país posee dos culturas; la preservada de forma segmentada, primada de preocupaciones e inseparables cuestionamientos, y otra que se va desarrollando al margen de aparatos burocráticos, que sin regirse por procesos preestablecidos se extiende a la literatura, el teatro, la artes visuales, entre otras disciplinas.
La ciudad cuenta con agentes y organizaciones que han sido capaces de fijar otra narrativa sobre la sociología dominicana, apoyados en esa conducta repentista e informal que caracteriza los “erredianos” en la actualidad. El alma de la contemporaneidad se refleja en los distintos materiales de documentación, radiografías urbanas que compilan historias de la creatividad popular.
Para no abundar sobre lo que ya está impactando los distintos grupos sociales, mejor salir a conocer el circuito de espacios independientes con que cuenta la ciudad, y valorar la impronta de los que ya se reconocen como nuevos nobeles.