Con relación al Proyecto de Presupuesto para el próximo año 2012 podrían escribirse muchas cosas, pero por la brevedad de este artículo me voy a circunscribir a dos. Una es la forma como fue aprobado por el Senado. Sin ni siquiera leerlo.
En cualquier sociedad medianamente civilizada, el proyecto al cual más tiempo dedican los parlamentos, al que más análisis se le somete, el que más se discute, el que suele conllevar mayores esfuerzos de negociación colectiva, particularmente entre los poderes del Estado, es el presupuesto fiscal. La razón es que se trata del instrumento de política económica por excelencia. El más importante del año.
Además, es aquel en que más se manifiesta el contrapeso entre los poderes públicos. En que adquiere real sentido el control del Legislativo sobre los actos del Ejecutivo. En cómo usa el dinero del pueblo.
Durante la época del autócrata Joaquin Balaguer, en que el Congreso era poco menos que una figura decorativa en el entramado institucional, solía someterse el proyecto de Presupuesto en los días navideños, de modo que entre tertulias, actividades festivas, copas y tragos por las noches, y algunas visitas al lugar de trabajo por las mañanas, los congresistas lo aprobaban con la convicción de que eso era lo que podían hacer, porque de todas formas el Presidente iba a gastar los recursos públicos como le diera las ganas. Y si no lo aprobaban, pues mejor para él.
Pero, entre otras razones, por eso se cambiaron constituciones y leyes; y supuestamente también se cambiaron gobiernos y congresos. Para ahora venir a ver esto. ¡Qué vergüenza! ¡Cuánta degradación de la condición de un Parlamento!
El segundo aspecto es más de contenido. En principio el Presupuesto conlleva un déficit fiscal reducido, de RD$22,444 millones, equivalentes al 0.9% del PIB, en contraste con el del presente año, cuyo déficit asciende al 1.6% del producto. Eso sería lo esperado, porque el país tiene un Acuerdo con el FMI que regula el déficit fiscal admisible, imponiendo su reducción para el año próximo.
Sin embargo, estos números son engañosos, por dos razones. La primera es que el cálculo del déficit se ha hecho sobre una base irreal de los ingresos fiscales del 2012, o mejor dicho, la ejecución está condicionada a un incremento de los ingresos fiscales que resultará sumamente difícil que se alcance. El cálculo prevé un aumento de 19.9% respecto al presupuesto original de este año, pero en realidad es un incremento mayor, puesto que las recaudaciones actuales se están quedando por debajo.
A mi juicio, para alcanzar el monto de ingresos previsto para 2012 tendrían que subir las recaudaciones en 23% respecto al monto efectivo del 2011, ritmo de incremento que nunca se ha alcanzado en tiempos de baja inflación y crecimiento moderado, excepto cuando se han introducido cambios radicales al sistema tributario.
La otra razón es que la proyección de gastos supone un subsidio al sector eléctrico de sólo US$300 millones, cosa muy deseable, pero con una larga experiencia que avala su falsedad.
Probablemente esos números se pusieron ahí pensando en que hay que cuadrar las cifras para complacer al FMI, y garantizar la aprobación de las revisiones trimestrales, con la convicción de que ese acuerdo termina en febrero del 2012, momento a partir del cual ya no habría que preocuparse por la magnitud del déficit.
Pero cuidado. A veces la falta de un Acuerdo Stand-By obliga a bajar el déficit todavía más, no por una decisión consciente, sino porque la primera condición para gastar más de lo que se tiene es encontrar quien le preste. Y eso no estaría garantizado.