“Las mayorías populares han tenido acierto en la elección de lo que quieren, pero se han equivocado en la elección de los partidos que promueven al poder.” Ana María Freire

“Acertaron cuando escogieron el cambio, se equivocaron cuando eligieron a Collor y a su cohorte.” Paulo Freire

Así hablaba la familia Freire de las elecciones presidenciales brasileñas del 1990. Sostengo que aquí pasó lo mismo en el 2012. Muchos buscaban cambio. Buscaban salir de la pobreza, buscaban mejores escuelas para sus hijos, mejores hospitales, un Estado que se preocupara por el medio ambiente, un Estado que respetara sus derechos… En fin, sabían lo que querían y lo querían con razón. Pero también aquí se equivocaron al elegir el partido que los seguirá manteniendo en su estado de pobreza.

¿Por qué lo digo? Una de las más grandes equivocaciones en el voto del 2012 fue la desacertada confianza en las famosas “oportunidades”: concepción conservadora del rol del Estado que lo debilita y que por demás, aumenta los niveles de desigualdad que algunos entendemos destruyen el potencial nacional de desarrollo social y económico.

¿Qué son las oportunidades? Las oportunidades representan el conjunto de coyunturas favorables que permiten a un individuo mejorar su condición de vida. Por definición, las oportunidades son limitadas; de ahí emanan sus implicaciones graves en torno al rol del Estado y la calidad de vida de la ciudadanía. Al ser limitadas, la responsabilidad del Estado se ve reducida y pasa a recaer sobre organizaciones que no fueron creadas para asumirla. Peor aun, dicha responsabilidad recae sobre organizaciones que no fueron concebidas para pensar en términos colectivos, sino que fueron creadas para representar intereses particulares.

La lógica de las oportunidades es por demás conservadora porque acepta la desigualdad al cegarse ante una dolorosa realidad: los miembros de las clases más acomodadas son los que tienden a aprovechar las oportunidades. Los que más las necesitan no se pueden dar el lujo de sentarse a esperar a que llegue el “momento propicio.” Peor aun, no tienden a poseer las capacidades necesarias para hacer un bueno uso de los recursos cuando están disponibles.

En cambio, un Estado que diseña sus políticas sociales desde una perspectiva de derechos, es uno que se responsabiliza de todos sus ciudadanos de manera indiscriminada. Es un Estado que rechaza la desigualdad. Rechaza a aquellos que por sus condiciones particulares se creen “meritorios” y en cambio, apuesta al potencial de todos.

Esto presupone una mayor carga financiera y por tanto, un Estado de Derechos requiere de niveles de planificación superiores a los actuales, pero que sin lugar a dudas garantizaría un cambio en nuestros niveles de bienestar.

Sólo mediante un Estado fortalecido, que no es lo mismo que un Estado grande, como lo quieren hacer parecer nuestras autoridades, lograremos un Estado con capacidad de garantizar nuestros derechos. Sólo mediante un Estado fortalecido, lograremos una colectividad libre y soberana. Por eso, no podemos apostar al discurso de las oportunidades. El potencial está en todo aquel que habite y quiera hacer vida en sociedad.

Ya pasada la sentencia del Tribunal Constitucional, es importante revisar la visión del Estado representado por la administración de gobierno del PLD. Recuerden que un Estado garante de derechos no discrimina. Un Estado con visión de derechos reconoce y respeta los derechos adquiridos y su propia jurisprudencia. Tal y como escuché decir a alguien: “los derechos humanos no tienen nacionalidad.” Fíjense como esta sentencia les da la oportunidad a los dominicanos de ascendencia extranjera a ser dominicanos. En ningún momento les reconoce su derecho.

Mientras tanto, somos victimas de un Estado sin capacidad de planificación; un Estado que en lugar de profesionalizar su burocracia, la crece para la consolidación de un gobierno en el poder; un Estado  no dispuesto a sanear el gasto pública y que en su lugar, nos hace creer que cualquier avance en materia de política social requiere de una nueva carga impositiva.

Cuestionemos entonces: ¿vamos a seguir promoviendo esta política de oportunidades? ¿Son estos los políticos que queremos?

“¿Qué hay en un nombre?” Una pregunta de Shakespeare de siglos que no deja de ser relevante cuando importantes segmentos poblacionales siguen apostando a quienes hoy nos despojan de nuestros derechos y nos obligan a recurrir a los tribunales internacionales. El Presidente de la República Danilo Medina Sánchez no es Leonel Fernández Reyna. ¡Son distintos! Pero son distintos sólo en nombre. No obstante Danilo prometió cambiar el modelo de su antecesor, ambos han defendido gobiernos de oportunidades, no gobiernos de derechos.

Vivimos en un país donde le debemos todo al azar. Nuestras posibilidades de vida están definidas por la familia en la que nacemos. Es esta la consecuencia directa de promover durante tanto años un Estado de oportunidades.

“¿Dónde están las oportunidades que rezaba su discurso?” preguntó la Lic. Brigida Espinal en su Carta al Presidente publicada en el Diario Libre el día 15 de noviembre del 2013. Lamento informarle Sra. Espinal que las oportunidades son escasas y no están al servicio de la mayoría dominicana.

Por eso escribo. Pues como decía José Luis Alemán, cariñosamente el Padre Alemán: “Desarrollo es cambio. Cambio significa desprendimiento de hábitos adquiridos y construcción de nuevas perspectivas y de nuevas costumbres.”